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Don Miguel López Cervera

 Miguel López Cervera esta radicado en nuestros corazones; su espíritu con su memoria seguirán existiendo vitalmente. Y más por las semillas de enseñanzas que ha sembrado infatigable en el cerebro y corazón de cientos de personas. Se le recordará en cualquier lugar donde sus músicos alumnos y ex alumnos pulsen un instrumento. Sea en una tardeada familiar. En un centro cultural. O en un concierto.  Cervera ha dejado profunda huella en la enseñanza de la música y la literatura en Tab El maestro Cervera fue ejemplo de bondad, lealtad, alegría y honradez. Su vida dedicada a la enseñanza cambió para bien la vida de muchos jóvenes. Algunos de ellos continuaron estudiando en Conservatorios del país. En varias ocasiones llevó música clásica en vivo a la telesecundaria Revolución, de Nacajuca, donde yo trabajaba hace varios años. Y como estampa pedagógica recuerdo un de esas memorables ocasiones, cuando el grupo Ensamble, su grupo, tocó bajo la sombra de un árbol centenario. Su palabra de camaradería: "mano". Así es, mano. Como te iba diciendo, mano. Cervera fue uno de esos tres grandes árboles de madera fina y fuerte, a donde yo me arrimé para buscar consejo, palabras de consuelo, siendo los otros Rodolfo Lara y Guillermo Morelos García. Lo anterior se lo comenté hace un año, cuando lo visité, y charlamos por la ventana, a donde le hice llegar un montón de recuerdos recíprocos, como la vez que en la misa de una de mis hijas cantó en la catedral de Villahermosa el Ave María.


 Descanse en paz nuestra hermano grande, Miguel López Cervera. 

Murió un hombre, una voz, un  poema, una flor, un tiempo, un viento

Murió un martillo,  una brasa, una luz, un clavo
Murió una luciérnaga y un león. Murió una secuencia de imágenes y miradas.
Una ola permanente. Un aliento. Una sonora sonrisa. Una pared.
Una gran cantidad de agua. Una señal. Un rumbo.

Murió un libro para renacer en los niños
Murió un bosque y renace de su savia una hoja, una pequeña hoja
Murió una nube amplia, grande poderosa y se deja caer en agua.
Murió un fuego y se deja sentir en ese sol calcinante

Vive el mismo hombre, la misma voz, el mismo sueño
Vive la poderosa memoria. Su poderosa luz.
Vive ese rostro bello. Esa voz permanente.
Hay desolación por ese corazón que se detuvo
Hay desolación porque le amamos
Porque nos cobijamos en su sombra generosa
Hay desolación porque su palabra sonora no llegará más a nuestro oído.

Cada vez que levantemos el rostro ese hombre vive
Cada vez que digamos verdad en la palabra y la levantemos
Cada vez que nos indignemos ante la injusticia ese hombre vive
Cada vez que nuestra palabra y sonrisa alienten, ese hombre vive,
Cada vez que cerremos el puño
Cada vez que sembremos un árbol
Cada vez que leamos poesía. Cada vez que la escribamos.
Cada vez que honremos la vida con nuestros actos. Cada vez que la honremos.
Cada vez que despertemos. Cada vez que despertemos. Cada vez.

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