Adiós y hasta pronto, Efraín


“Soy de los más grandes escritores que ha dado esta tierra tropical, asegura mi madre”, soltaba Efraín Gutiérrez Arias con su voz de arena ante quienes le presentaban precisamente como escritor. Y todos reíamos a carcajada suelta. “Y creo que tiene razón”, agregaba él, festivo. Reía y charlaba mucho. Era una fiesta escucharlo. Contaba de su vida. Y de su opinión sobre la vida política y cultural del estado y del país. No había tema que le fuera extraño. Y algo importante y poco común: sabía escuchar.
Lo conocí por el año de 1987. Estaban por publicar su primer libro Retratística de muertos, que es un homenaje a sus amigos. Varios de ellos, en los cuentos que integran el libro, como personajes centrales, se enfrentan a la muerte, y finalmente mueren.  Allí mismo, en La muerte de Doña Adela, uno de los mejores cuentos de Latinoamérica, Efraín es el personaje central. Y al final le gana una apuesta a la Muerte, y por eso lo deja vivir más tiempo, hasta el fatídico domingo 27 pasado.
Fue habitual parroquiano de una cafetería de la calle Juárez, en el centro de la ciudad. En la misma mesa de siempre, se le veía charlar con sus amigos. Y cuando estaba solo hojeaba periódicos y veía el ondular paso del tiempo en las personas que circulan por esa calle peatonal.
Una ocasión, hace como ocho años, Efraín me regaló una pareja de cachorros de tres meses de edad, cuando mucho. Les puse Metáfora y Adjetivo. Eran hijos de una bóxer y un mastín napolitano. Juguetones los cachorros, por las tardes se entretenían con mis pies mordisqueando calcetines, yo sentado en un sillón en la cochera de mi casa. Feliz no había alguien más que yo. Mas una vez tuve que salir de viaje. Y quedaron a cargo de Carmela, mujer que nos ayudaba con los quehaceres de la casa. Tardé de viaje solo diez días. Cuando regresé uno estaba muerto, el otro moribundo. Y a las pocas horas falleció en manos de un veterinario. A la semana siguiente me encontré a Efraín en el café. Y la clásica pregunta, que cómo están los cachorritos. Yo le mentía por pena. “Ya van creciendo y son muy juguetones”. Así por varios meses. Unos ocho o diez. “Ya están muy grandotes, son nobles, cariñosos”. Hasta que una vez, sin poder sostener más la mentira, le confesé: fallecieron cuando eran cachorritos. “Ya sé por qué”, adivinó el muy conspicuo. Y me explicó que esa raza de perros solo comen de la mano de las personas con quienes juegan a diario. Los hubieras dejado en mi casa con sus padres. Y me comentó de Rumba, su perra bóxer, cuando una vez la robaron. Y la anduvo busque y busque como loco por el cariño que le tenía. Y nada. Luego le encargó a un niño vendedor de empanadas, que si la veía por allí que le avisara.  Y se hizo el milagro. A los pocos días el niño le dio santo y seña de la casa donde tenían a su bóxer. Entonces Efraín va hasta esa casa. Iban ya para quince días de la desaparición de su adorada mascota . Toca la puerta. Salen. Les dice que sabe tienen secuestrada a su perra Rumba. Y le aseguran que no, que como va a creer eso, que ellos no son ladrones. “Cómo carajos no”, les dijo muy seguro. Y Efraín gritó su nombre “¡¡Rumbaaaa!!” lo más fuerte que pudo, y esta, al escucharlo, empezó a ladrar alegre aunque desfallecida. Y así esa gente le regresó a su perra toda flaca, ñenga y ojerosa, al tener ya varios días de no comer sus alimentos.
Tantas anécdotas del gran Efraín Gutiérrez, quien este domingo 27 de marzo de 2016 falleció. Nativo de Tenosique, escritor y periodista, también fue coordinador de talleres literarios y promotor de lectura. Formado en la escuela de la vida, supo ganarse un lugar preponderante en el ámbito cultural tabasqueño y de la región sureste. Uno de sus cuentos “La muerte de Doña Adela”, es considerado como uno de los mejores de Latinoamérica.
Platicador incansable, sencillo, sabía solo manejarse desde la amistad y solidaridad. Adelantados ya varios de sus amigos en el viaje sin retorno, se encontrará con Fontanelly Vázquez Alejandro (artista plástico), Salvador Córdova León (poeta), Férido Castillo (serigrafista), Guillermo Morelos García (luchador social, mecenas y oftalmólogo) y Gutemberg Rivero (caricaturista), entre otros, quienes completarán en el cielo su escuadrón de la amistad, con Efraín, especialista en el tema de la muerte.
En fin, que la vida sigue. Descanse en paz Efraín Gutiérrez arias, quien en su paso por la vida dejó huella imborrable como un ser humano sencillo, alegre, bonachón, solidario y con claridad precisa en la imaginación.
Le tomé la fotografía que ilustra este texto en una cafetería de Tuxtepec, Oaxaca, a donde acudimos en 2014,al Encuentro de Escritores de la Cuenca del Papaloapan,  invitados por uno de sus ex alumnos de taller literario, el escritor Sabino Pérez Ramírez. “Vamos a tomarnos unas fotos con la muerte, para cuando sean necesarias”, me dijo.

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