La ciudad amanece
La ciudad amanece. Y es otra muy distinta a la de anoche. Las prisas y los rostros cansados han quedado atrás. Inicia lento el nuevo día. Y hasta pareciera que de pronto ha de quedar suspendido el tiempo. A paso lento con sonrisas. Y los buenos días que andan por todos lados. Los titulares de los diarios hablan de tanto. Que solo uno debe concentrarse en lo vital. Tanto de los otros y todos. Como de nosotros mismos. La sola palabra guerra produce un no sé qué de desvaríos. Y la palabra amor produce sí sé qué de los delirios. Es un decir, solo para llamar la atención sobre los libros. O la amistad. O los bellos árboles y las plantas con las flores. La ciudad amanece. Y todo se renueva. Hasta la sonrisa de ayer es distinta a la de hoy en la vendedora de frutas. Y el panadero. Y la que atiende en el café. Es hora de hacer alto y vislumbrar lo que queremos en los próximo cincuenta o cien años. Y hacer lo propio en este instante. Albricias el nuevo día. Por lo pronto frutas. Y un aromático café con pan.
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