Maquetas
Desde niño me fascina ver maquetas. Quizá desde los ocho o diez años. Disfrutaba mirar en formato pequeñito casas, edificios, puentes. Las vi en exposiciones. En centros comerciales, donde anunciaban nuevo complejo de viviendas. A estas les acomodaban unas palmeras, alberquitas y autos pequeñitos, personas caminando. etcétera. Y en la escuela primaria y secundaria no faltó el maestro que nos dejaba de tarea hacer maquetas diferentes por equipo: un pozo petrolero, un edificio, la del edificio de la escuela misma, una iglesia. Ahora sigo igual, con el gusto por ver esas creaciones. Desde veinte mil pies de altura, con una claridad a causa del radiante sol, miro una maqueta grande con lagos, volcanes, ríos, carreteras. Y alcanzo a ver también autos pequeñitos que se mueven, y a veces logro ver personas como hormiguitas en su trajín del día, nubes, neblina. Por las noches también me asomo a la maqueta que tenemos en las alturas. Todo es obra de un arquitecto bonachón, maravilloso y gigantesco.
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