Antes de dormir
Me resisto cien mil veces a dormir. La muerte practica con nosotros. Nos va haciendo partícipes de lo inerte, para ver si así nos comprendemos, uno a uno, en el sabernos mortales. Y entonces no dilapidar vida lo que se dice tiempo. He soñado a Diógenes y su lámpara iluminando de día, de loco, buscando hombres buenos. Y me resisto en la noche a dejar de lado el murmullo de los grillos y entrar al laberinto del silencio. Por eso me repito como para confortarme del enredo y si al caso la muerte nos lleva aprovechando el momento. Yo sueño, no duerno. Porque con el sueño practicamos la vida con esas imágenes difusas, sugerentes, en sepia, humedad y vuelo. Y dormir sin soñar es morir. Y estar despierto sin anhelos significa lo mismo, sin sueños, ni metas. Tocan a la puerta. Abro y Catulo -yo sueño- me entrega unos papiros con apuntes de poemas. Son exactos. La musa duerme. Escribe tu nombre al calce. Dice. Y se marcha.
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