Me persigue la muerte
Desde que nací me persigue la muerte. Convivimos a diario entre juegos y sonrisas. Escucha la misma música que yo, y yo escucho la que ella oye. Nos conocemos bien. No la dejo aunque me deje, ni me deja cuando me alejo. Nos reconocemos hasta con los ojos cerrados y en los sueños me acaricia juguetona. Declama y la escucho, y ríe cuando se me olvida en cuatro versos el poema que intento declamar. y cantamos canciones de Jose Alfredo y me asegura que ella sí que vale cuando me escucha sonoro cantar No vale nada la vida. Desde que nací me persigue, y ella asegura burlona que yo soy el que la sigue. Y a veces tiene razón cuando me acuesto por donde pasa el tren. O cuando me acerco a un árbol cuando la lluvia viene con los rayos. Le doy probar de mi fruta y de mi limonada y ella recelosa no la toma porque qué tal que la envenene. Y yo no dejo en pensar en esta lógica que tengo de qué pasaría si mato a la muerte. Dormido me toma de la mano y entrecierra las cuencas. No sé ni cómo. Y es entonces que despierto. Y la animo a que me acompañe. Así andamos uno y otra. A veces escribe su inicial de nombre con la mía dentro de un corazón. Y me dice risueña: hasta que la vida nos una. Que yo de ti no me separo.
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