He reído mucho
Cierto. He reído mucho. Desde mi nacimiento hasta mi edad presente. Algo ya de largo tiempo. Aún en las peores circunstancias asoma mi risa. Despabilada y serena. La risa necesaria para las acometidas de vida. La risa como mecanismo de defensa ante las tribulaciones. La risa como remedio perfecto para la soledad, aunque no se crea. La risa transforma y mete a velocidad perfecta el ritmo de la vida. Por caminos o veredas la risa me ha salvado de desatinos. En tramos donde nadie aparece la risa ha sido el escudo cantarino. Cuando la soledad pretende hacer mella. O cuando hay rostros adustos por doquier, gruñidos de canes alebrestrados, dedos índices que nos señalan en culpabilidad, la risa es el perfecto salvoconducto para acercarse a la felicidad quimérica. Toma un café, pequeña. O vaso de agua simple. Y ríe. El bosque lo necesita para florecer en el verde de perfecta tundra. El agua para transparentar su oficio de bienamada. El viento para levantar a los caídos y las faldas multicolores. La risa es pasaporte para echarnos clavados en los perfectos y suaves volcanes. La risa entona bien con cualquier color de la ropa. Es el accesorio que se requiere dormido o despierto. Seguiré sonriendo hasta el final de mis limitados tiempos. Mi mano tiene los surcos de la experiencia. Escritura cuneiforme. Trasiego de las generaciones.
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