¡Músicaaaa!, maestro Serrat

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Desde los 17 años empecé a escuchar a Joan Manuel Serrat. Estudiaba yo Normal para maestro de primaria. Y andábamos efervescentes con el "Caminante no hay camino, se hace camino al andar". Y "La mujer que yo quiero no necesita bañarse en agua bendita". Y muchas otras. Me parecía formidable que hubiera otro tipo de cantantes que no sonaban en radio y televisión. Pero sus canciones decían de una forma muy bella lo que nosotros sentíamos.

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Más aún, por esa misma razón nuestros amigos y amigas nos iban identificando distintos, de tal manera que en lugar de regalarnos un perfume o camisa en nuestro cumpleaños, nos obsequiaban un disco, y precisamente de Serrat. Mis amigos Ambrosio Gutiérrez y Ena Gómez, no sé bien si por mi cumpleaños, o por el Día del amor y la amistad me regalaron un disco de Serrat, que al abrir el cartón traía la foto de Serrat completo sentado en una butaque.

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El caso es que salimos de la Normal, egregios egresados, con nuestro certificado de profesores, y a darle que es mole de olla, nos fuimos a trabajar unos más lejos que otros. Yo a Tabasco, desde Matamoros, Tamaulipas. Eran 24 horas en un viejo ADO que recorría la ruta del Golfo como si fuera a otros países de Centroamérica. Cruzaba vados, ciénegas, carreteras con hoyancos, y para cruzar los caudalosos ríos, lo hacía gracias a chalanes o pangas destartaladas que en cualquier momento podían sucumbir al peso de carros, trailers y personas. Y el regreso era igual, tortuoso, alucinante, mágico, de leyenda.

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Pero en diciembre o en Semana Santa ya estábamos de nuevo en nuestro pueblo al que le cantó Rigo Tovar en Mi Matamoros querido, y nos reuníamos los amigos y amigas en la casa de Óscar Villanueva. Y en el desayuno de huevos en revoltillo, con café, escuchábamos en una grabadora el nuevo disco de Serrat, que era En tránsito. Y era otro puñado nuevo de canciones para nuestro alucine verbal y metafórico. "Llévate el casete, te lo regalo", me dice Óscar. Y yo feliz. Y de nuevo regresábamos a nuestras comunidades de trabajo diseminadas en todo el país. Pero ahora con las nuevas canciones que escuchábamos en las grabadoras Panasonic o Sony que cruzábamos de contrabando, y que las aduanales con un guiño nos las dejaban pasar al saber que éramos esforzados maestros de escuelas rurales.  

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Me gusta la música en vivo, en lo posible. Disfruto ver a los músicos concentrados en tocar el respectivo instrumento. El sudor, el movimiento de su cuerpo, o sus pies. He tenido la poca fortuna de ver pocos cantantes en vivo. Rigo y Renacimiento, por supuesto. Rapahel, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Virulo. Y finalmente en 2014 Serrat vino a Villahermosa, Tabasco, al teatro Esperanza Iris. Luis Eduardo Auté vino como en 2012. Era gratuito en una Universidad local. Y no fui porque imaginé que habría aglomeraciones, y por esos días yo andaba afectado de estrés. No fui, y me dijeron que el foro se había ocupado apenas a la mitad, y lo lamenté el no ir. Luis Eduardo falleció en 2020. Nunca más.

Para ver a Joan Manuel Serrat compré dos boletos. Me acompañó mi hija Cinthia. Nos acomodamos en los lugares más cercanos que encontré en la compra. Yo llevaba como siempre mi cámara con lente 100-300. Todos listo. ¡Qué emoción! Las fanfarrias de entrada, y entra Serrat tropezando con un cable y cayendo al suelo. Conesa agilidad de los 75 años se levanta como si nada y ríe. Explica que es la segunda vez que se cae en un escenario. La anterior fue mientras estaba cantando, no le calculó el final entre él y el público, y desapareció de escena, pero tenía tales años que siguió cantando, el público aplaudió porque pensaba que era parte de lo planeado.  

Cantó como un santo que vive la vida. Alegre, festivo, entregado. Firme cuando le piden cualquier otra canción. "Nosotros traemos un programa, cuyo diseño nos ha costado tiempo, ideas, discusiones. Les pido por favor respeto a este trabajo de selección". Y cada canción una maravilla. Su cabello largo. Su traje acorde a su personalidad. Ágil. Dispuesto a las fotos con las personas de primera fila. Y yo feliz, tomando fotos de acercamiento con mi zoom. De pronto un gachupín medio chaparro se me acerca: "no tome fotos, está prohibido". "Pero so todos le están tomando fotos", respingo. "Sí, pero usted es profesional", me dice para mi ego y orgullo. Me dio coraje. Y seguí tomando fotos. "Voy a tener que llamar a seguridad para que lo saquen", me espetó. Y le hice medio caso. Serrat estaba en lo suyo. Y yo en lo mío, escuchando a mi maestro Joan Manuel Serrat.

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Gocé el concierto. Cada una de las canciones y las anécdotas que cuenta. Un señorón. Quienes hemos seguido su discografía nos es indiferente las canciones que cante. No tengo preferencia por alguna, porque cada una de ellas tiene su historia particular y toca fibra de uno, por las circunstancias que sean. Pero yo traía la espinita del gachupín que renegó tomar a la libre fotos. Así que al terminar el muy grato espectáculo pasé junto a él, y le dije: "ven a la salida del teatro, quiero hablar contigo". Lo hice con valor que no sé de donde me salía. Y él, pensando lo peor se negó a salir. Y yo me dije a mí mismo: que bueno que no salió. Si no le iba a decir que nosoy fotógrafo profesional, que soy uno más de los aficionados a la fotografía. Ya. la salida me compré dos tazas para café Serrat gira 2014 y dos playeras, que ya no me entran, son medida large, pero salieron muy chiquitas.   

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Los 10 de mayo posteriores a la muerte de mi mamá (2001), me levanto temprano, digamos 6 am, y me instalo en la sala de mi casa. Tomo mi guitarra y canto en solitario tres canciones. Cariño verdad (En una casita chiquita y muy blanca, camino del puerto de Santa María...); Por qué abandone a mi madre, y solita la dejé; y Soneto a mamá, esta de Joan Manuel Serrat:

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Soneto A Mamá

No es que no vuelva, porque me he olvidado/ de tu olor a tomillo y a cocina; / de lejos, dicen que se ve más claro/ que no es igual quién anda y quién camina.

Y supe que el amor tiene ojos verdes/ que cuatro palos tiene la baraja/ que nunca vuelve aquello que se pierde/ y la marea sube y luego baja.

Supe que lo sencillo no es lo necio/ que no hay que confundir valor con precio/ Y un manjar puede ser cualquier bocado/ si el horizonte es luz y el rumbo un beso.

No es que no vuelva porque me he olvidado/ es que perdí el camino de regreso/    Mamá





 

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