Si me dieran a elegir
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Cuando escribo el título de este texto (Si me dieran a elegir) no me refiero a las elecciones de autoridades y representantes. En esas se mezclan intereses de cúpulas y de clases sociales. No. Perdón. Me refiero a las elecciones que hemos hecho en la vida. Si me dieran a elegir qué estudiar, elegiría la misma carrera de ser docente de escuela primaria. Suena quizá muy ostentoso escribir educador, pero sí, educador. Me dio un modo de vivir. Y tuve muchas satisfacciones durante mis cuarenta años en educación.
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A veces pienso qué hubiera pasado si hubiera estudiado algo que me llamaba la atención cuando salí de secundaria, que se llama Filosofía y Letras. Y por qué me inclinaba sentimentalmente por esa área del conocimiento. Quizá porque ya me gustaba leer y tenía la inquietud de escribir. Y alguien me debió haber dicho ese nombre de la carrera: Filosofía y Letras. Pero para esotenía que estudiar preparatoria tres años más, y mi familia no tenía dinero. Y luego la carrera estaba en México DF y en Monterrey, creo. Y pues nomás no me alcanzaba ni para los chicles en esa época.
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Pero quizá con esa carrera me hubiera metido en bibliotecas y hubiera salido pensando más, especulando más, pero no hubiera tenido la posibilidad de vivir en rancherías y conocer como maestro la vida diaria del campo, ni la satisfacción de mirar cuando los chiquitines de seis años empiezan a romper el huevo metafórico de lo humano al empezar a leer y escribir. Y eso no lo cambio por nada.
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Y conocí muchos maestros y maestras de gran corazón durante todo el trayecto laboral. Amigos y amigas que por circunstancias de trabajo y ubicación no veo por muchos años, pero cuando me los y las encuentro platicamos como si nos hubiéramos visto ayer en el centro de trabajo. De gran corazón, hombre buenos, algunos han partido desde antes del Covid. Y como dice la canción de José Feliciano: "y otros partirán después que yo".
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Y me dieron a elegir en 1979 para empezar a trabajar entre Tabasco, Chiapas y Oaxaca, y elegí esta verde y calurosa entidad, y la volvería a elegir. De otra manera me hubiera perdido de sus frondas, su hojarasca, la colorida floración del guayacán y el macuilís, los frutos raros y el pejelagarto y las mojarras, los caldos de camarón para pelar (y ahora se suman las patitas en escabeche) del restaurant de Lite, en Jalpa. Pero sobretodo las oportunidades de desarrollo personal que he tenido, y que sin duda alguna es una gran ventaja vivir cerca de capital de estado porque eso me acercó a estudiar en la Universidad, y asistir a conciertos de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Raphael y otros. Estoy agradecido y orgulloso de terminar mi carrera laboral en Tabasco.
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Si me dieran a elegir entre ser lector y no, por supuesto que elegiría seguir siendo lector. Sin más que decir al respecto. Solo recuerdo que una vez promoví un encuentro de lectores en la escuela secundaria donde trabajaba, y en un librito antológico que edité para repartir a los asistentes escribí en la presentación que "los lectores tienen suerte en todo... en todo", y no especifiqué en qué, para dar a entender un mundo amplio de posibilidades, incluyendo la facilidad de palabra para conquistar y derretir hasta una barra de hielo.
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El ser lector desde la secundaria, me ha dado posibilidades de redactar mejor, me medio quitó algunos traumas, no permitió que mi utosestima bajara más, me dio motivos para sonrisas, y me ha permitido soñar, anhelar, y acercarme a escritores y artistas plásticos tabasqueños, de quien muchos de ellos son mis amigos. Y el ser lector me permitió acercarme a quienes me han dado oportunidades mejor de trabajo.
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Cierto, no soy un gran lector, y menos un lector metódico. Cuando leí el decálago de los derechos del lector de David Penac, me dije que bueno que leo esto del maestro Penac, si no me iba a traumar más. Miren si no:
1) El derecho a no leer. 2) El derecho a saltarnos páginas. 3) El derecho a no terminar un libro. 4) El derecho a releer. 5) El derecho a leer cualquier cosa. 6) El derecho al bovarismo. 7) El derecho a leer en cualquier sitio. 8) El derecho a hojear.9) El derecho a leer en voz alta. 10) El derecho a callarnos.
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Pero acabo de leer dos libros novela que me llena de orgullo decirlo: Seda, de Alessandro Baricco y Lentitud, ni más ni menos que de Milan Kundera.
Luego les platico de ellas.Lo digo porque las he leído en tres días, claro ahora tengo tiempo como jubilado Pero el caso es que Telegram, la aplicación semejante en funciones que Watsapp, tiene una Biblioteca breve, de la cual uno puede "bajar" cientos o miles de libros, aunque lo importante es leer, no precisamente bajarlos y tenerlos allí . Libros que siempre he querido tener para leer.No, no es publicidad para Telegram. Es algo que detiene agradablemente impactado. Si me dieran a escoger entre el libro físico de papel, separador y polvo, prefiero este que el digital. Allí sí que no cedo. Pero...
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Tabasco, "Si me dieran a elegir una vez más, te eligiría sin pensarlo, es que no hay nada que pensar..."
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