A las mujeres, alas
A las mujeres, alas
1
Ha habido muchas mujeres en mi vida. En el trato con ellas se ha definido mi forma de ser. Mi alma vuela alto en todo momento, gracias a ellas. Sin desdeñar la amistad con amigos, o el convivir con hermanos, que en todo caso ha sido complementario. Pero ha habido muchas mujeres, empezando por mis guerreras hermanas. Cinco, para ser exacto. Todas ellas no solo me mostraron ejemplo de trabajo y buen juicio, que es mi responsabilidad si he seguido sus pasos en esos rubros de reitero trabajo y juicio.
2
Ellas me impulsaron, me animaron, me alentaron, y metieron parte de su salario para que yo pagara un cuaderno, un libro, un uniforme, una colegiatura. Yo les doy las gracias desde aquí, aunque siempre se los digo, o se los muestro con mis visitas ahora cada año, y a la espera que pase la pandemia, más bien que me llegue la vacuna, para volver a estar con ellas, que luego de mi madre, son mi refugio, son el hombro donde me recargo en mis cuitas, son el oído que me escucha en mis divagaciones, son esas almas que me acompañan, son mi ángel de la guarda. Ni más ni menos.
3
Por el empeño y terquedad de mi madre, además de constancia, tuvimos lote o solar en Matamoros. Fue mi madre la heroica en ese empeño. Mi padre no quería nada fijo en Matamoros, soñaba en volverse a su tierra, San Felipe, Guanajuato. Mi madre, con sus hijos chicos, sabía que ese "volver" de mi padre a "su tierra" era solo un grito desesperado por la nostalgia y añoranza, pero que no había vuelta atrás. Así que, viviendo en el bordo del Río, con las incomodidades del lugar y las amenazas de los desbordamientos cuando la lluvia, ella empezó a "oír" el canto del gobierno para abrir nuevas colonias y despejar la orilla Del Río de los asentamientos irregulares.
4
Y domingo a domingo, no a escondidas de papá, sino a contracorriente de lo que él decía, empezó ella, mi madre, a asistir a las reuniones de vecinos con representantes del gobierno, que meses después, le tocó en asignación lo que fue nuestra casa, nuestro espacio familiar, desde que yo tenga memoria, un lote en el callejón 6, con número 209, en la colonia Treviño Zapata. Allí mi padre hizo su parte, construyó la casa, sembró sus plantas, hicieron ambos el reino de la familia, pero fue a iniciativa y terquedad de ella, Doña Leonor.
5
Y mis hermanas le entraron a lo de las maquiladoras. Era la fiebre de fábricas gringas que se asentaron en Matamoros (en toda la frontera). Y los espacios laborales eran principalmente para las mujeres. Y mis hermanas le entraron. Había tres turnos. El de 7 am a 3 pm, el de 3 pm a 11 pm y el de 11 pm a 7:00 am. Y les iban rotando el turno. Pero ellas estuvieran allí como muchas otras hijas, hermanas y madres de familia. Al pie de la batalla laboral, generando ingresos para sus familias. Gracias a ellas muchos tuvimos apoyo para seguir estudiando. Ni nunca lo olvidamos.
6
Y fueron mujeres quienes me interrogaron sobre mi futuro, sobre lo que iba a estudiar, ya lo he comentado. Doña Carmen Jiménez y sus hijas; y Doña Hortencia Lozano. La primera sobre que estudiara una carrera corta, porque sabía de la pobreza para sufragar mis estudios; y la segunda, Doña Tencha, sobre la urgencia de que saliera primero yo, para ayudar después a mi familia. Y cómo olvidar la vez que me compró mi máquina de escribir marca Brother, color beige, y que al estar pagándole cada semana, al llegar a la mitad, me dijo: ya no me pagues, el resto te lo regalo. Y luego cuando me dió dinero para que fueran ver la película Papillón, que era una lección sobre la importancia de luchar por la libertad. Siempre mi agradecimiento con ellas.
7
Y mis amigas de la escuela Normal, varias de ellas sufragaron sus estudios trabajando un turno en las maquiladoras. Nuestro horario de escuela era de 3 a 9 de la noche. Así que a veces les tocaba el turno de 11 pm a 7 am, o el de 7 am a 3 pm. Fueron años de mucho empeño, quizá doble, para seguir estudiando. Y lo hicieron, como un ejemplo para todos nosotros, de que no hay obstáculos cuando de metas por lograr se trata. Nombro entre ellas a Isabel García Loredo. Siempre mi aprecio y reconocimiento.
8
He transitado siempre con amigas en todos mis trayectos. No quisiera nombrarlas, por temor a olvidar a varias, y me daría pena. Pero siempre estuvieron allí (claro, como muchos amigos) para escucharme en mis lamentos de vida, en mis cuitas de destino, y tuvieron las palabras exactas que eran como pomada medicinal a las heridas emocionales.
9
Y. en mis trayectos laborales he conocido muchas mujeres. Todas ellas muy profesionales. Y con gran sensibilidad y sentido de la responsabilidad. Un ejemplo a seguir, detallistas, con las palabras precisas en lo laboral y en lo personal. Tanto en las escuelas donde laboré, como en las oficinas donde estuve comisionado en varios espacios de responsabilidad. A todas ellas gracias y mi reconocimiento.
10
Y sin duda mis hijas, que me han enseñado mucho sobre su condición de género, mi esposa que me ha soportado, mis sobrinas de aquí de Tabasco y de allá del Norte, hospitalarias, responsables, alegres, propositivas.
11
De la cultura del sacrificio y esfuerzo, es Lupe, Lic. En Enfermería. Cuando la conversión de áreas generales a áreas Covid, ella levantó la mano para formar parte de ese personal, que portaría casi casi escafandra, por su seguridad. Y mucho de ese material, comprado con salario propio. En ese trayecto laboral de marzo 2020 a la fecha ha aprendido mucho sobre el mal del siglo. Y ha salvado muchas vidas, varias de ellas muy cercanas, y no ha quedado por ella en otros casos. Este es un pequeño y sencillo homenaje a su dedicación y entrega, de las almas con las que me da gusto coincidir en esta vida. Un abrazo, mi cariño, respeto, reconocimiento y aprecio a Lupita MarCo
12
Y mi autocensura (y por respeto a ellas) no escribo sobre las mujeres que a partir de secundaria les he guiñado y he sido correspondido. Que esas son ya otras verídicas historias, que hasta parecen imaginarias.
Comentarios
Publicar un comentario