Ángeles
1
Ayer hablaba sobre las almas. Y entre ellas, de las almas viejas. Estas son las que vienen a la vida en 5 y hasta 6 veces. Hoy referiré sobre los ángeles. Esas personas que en alguna etapa de la vida, sobretodo en los momentos de aflicción, estuvieron cerca de uno para darnos un consejo, para orientarnos, para a lo mejor solamente escucharnos. Esos que aparecen de pronto, pero en el momento justo cuando los necesitamos, y nos ayudan a resolver un problema que tenemos. Todo lo anterior más allá de las creencias, de la imaginación, de lo fantástico, más allá de toda comprensión humana.
2
Ya he referido que uno de ellos en mi caso, fue el maestro de quinto de primaria, Héctor Urbina, quien, una de las mañanas de recreo en la escuela Cuahutémoc, de la colonia Treviño Zapata (1970), me preguntó: ¿De grande tú quieres vivir como viven tus padres? Mi respuesta fue enfática: ¡No! Claro, el maestro Héctor era de los que iban hasta la casa de los alumnos para llenar la hoja de datos socioeconómicos y llenar esos formatos en el sitio. Y sabía de las condiciones de pobreza de mi familia.
3
Una de las ángeles mías fue Doña Tencha, esposa de Adán Lozano, de la colonia Jardín. La recuerdo en muchos momentos pero referiré tres. Cuando entré a la escuela Normal le pedí me comprara una máquina de escribir portátil. Y que me la fuera descontando de los trabajos que yo le hacía en su casa ,de pintura o jardinería. Y así fue. La máquina era una linda y cómoda máquina color beige, marca Brother. Inolvidable. En ella escribí mis primeros textos y algunas cartas de amor. Digo que escribía como el picotear de una gallina, pero no es cierto. Ya había aprendido a escribir con todos los dedos, gracias a otra ángela, esta la supervisora de preescolar Esperanza Macías, que daba clases de mecanografía a adultos en el jardín 20-30, de la misma colonia. Yo me ponía en la ventana a ver como las muchachonas de 20-25 años realizaban sus prácticas ante una máquina. La maestra Esperanza me veía en la ventana, y me invitó a pasar a practicar, lo que hice por varios meses.
4
Y volviendo a Doña Tencha. Hizo obra en mí, bastante. Otra ocasión cuando terminé mis labores, y pasé a despedirme (tenía dos altos perros que infundían respeto y temor, pero me conocían), me dice: "Toñito, quiero que veas una película. Te doy para tu entrada, refresco y palomitas. Pero esa película la debes ver. Se llama Papillon. Y mañana me dices algo que te haya gustado, si tiene un mensaje para ti, o no". Esta película la estelarizaron en 1973 Steve MaQueen (SM) y Dustin Hoffman (DH). Y trata de Henri Charriere (SM), quien ha sido condenado a cadena perpetua por un crimen que no ha cometido, y es exiliado a las colonias penitenciarias de la Guayana Francesa. Allí conoce a otro reo llamado Degá (DH). Charriere siempre busca la manera de escaparse, aunque en varias ocasiones lo descubren, pero nunca se da por vencido. Hasta que finalmente lo logra. No así Degá quien ha acomodado ya su vida al confinamiento y a acomodarse al encierro en la isla penitenciaria, cultivando sus hortalizas, y criando sus puercos.
5
¿No será que no fuiste?, me dijo Doña Tencha a los tres días que fui a su casa. A ver, ¿dime de qué trata? ¿Qué aprendiste? Mi respuesta ya la tenía preparada: que el ser humano debe luchar siempre por su libertad. "Pues esa libertad para tí significa salir de la pobreza a través del estudio y recibirte de alguna profesión", me dijo seria, severa, aunque cariñosa. Como esas abuelas o madres generosas que regañan, pero lo hacen con profunda y gran bondad, que por más serias que se pongan, se les nota su cariño y aprecio.
6
Feo cuando subes al auto, lo tratas de encender y no arranca. Y lo que ibas a hacer, ya queda en suspenso hasta que logras que encienda el auto. Me sucedió una ocasión yo estaba de viaje de Matamoros, Tamaulipas, rumbo a Villahermosa, Tabasco, y me había quedado a pernoctar en un hotel de Poza Rica Veracruz. Allí dormí con mi familia. Y la salida era a las 6 de la mañana para viajar todo el día. La batería del auto no tenía corriente, o fuera daño de la marcha, no sé. El caso es que en el sótano del hotel estaba el auto, subí las escaleras y me senté en la banqueta triste y atribulado, porque además y para variar andaba con poco dinero. En eso llegó un taxi a dejar un pasajero empleado del hotel. Me acerqué al taxista, le comenté mi caso, por si sabía de un mecánico eléctrico cerca. Y me dice: "ahorita le ayudo a sacarlo, y trate de darle lavado en la salida, a ver que pasa". Metió el taxi al estacionamiento sótano, sacó un cable sujetó ambos autos, ambos al volante, y va saliendo lento mi auto jalado por el taxi, tan pronto estaba fuera hice el "llavazo", y enciende mi auto. Como el taxista ya sabía que yo andaba corto de lana, me sugirió: "váyase así, y cuando cargue gasolina no lo apague, y ya ve al eléctrico en Villahermosa. Y así le hice. Al despedirme le pregunté al taxista si le debía algo. Raudo me respondió: "Nada, todos andamos en este riesgo". Nos saludaos de mano y se fue el ángel.
7
Y así hay muchos casos, que no agoto el día de hoy. Solo que otro de los ángeles en mi vida ha sido Joan Manuel Serrat a través de sus composiciones. Para todo moment del día para cada situación emocional para animarnos en la lucha diaria, para comprender nuestro destino, para rebeleranos a las condiciones en las que se vive. Para asumir la vida con una filosofía de vivirla a plenitud. Para cantarle a la mujer que llega, a la que se va, a la madre, a la maestra, al amigo, y mucho más. Aparte de Caminante no hay camino, se hace camino al andar, pues muchas otras canciones, que van enriqueciendo el panorama lingüístico para decir las cosas que uno quiere decir, sensaciones emocionales que uno quiere exteriorizar: "la mujer que yo quiero no necesita bañarse en agua bendita./ Tiene muchos defectos, dice mi madre/ y demasiados huesos, dice mi padre"; o "no hago otra cosa que pensar en ti, para halagarte y para que lo sepas, las prendas de tu amor sobre la mes"; o "no es que no vuelva porque me he olvidado, de tu olor a tomillo y a cocina, de lejos dicen que se ve más claro, y que no es igual quien anda a quien camina"; esta de la canción Soneto a mamá.
8
Y en general todos mis maestros de primaria, secundaria, Normal, Ciencias de la Educación en la Universidad, los de Periodismo en la Universidad de Chihuahua, han sido mis ángeles. Puedo recordar a detalle varias veces en que ellos me dieron ruta y rumbo. Fueron mi brújula, tenían la respuesta, hicieron que me cuestionara constantemente, que verificara datos, noticias, que no creyera todo lo que leía, que la vida debe vivirse sin prisas, y que con alegría se la pasa uno mejor.
9
Otros ángeles han sido mis amigos y amigas. Todos, todas. Solidarios, generosos, hermanos. Me han salvado en mis caídas, me han alentado en los fracasos y derrotas, me han puesto plomo en los pies, cuando los pocos triunfos. Para dar una idea en una etapa de mi vida: eran seis, siete muchachos greñudos, y muchachas bien peinadas, bajo un árbol frondoso, en la Colonia Jardín de Matamoros, se reunían una o dos veces a la semana, y bajo esa sombra leían filosofía del libro de George Politzer, capital a capítulo en voz alta, y luego cada quien explicaba lo que entendía. Había muchas risas y equivocaciones. Había café con pan. Muchos sueños por vivir. Y eran como ´ángeles de la guarda uno de otros. Pues de eso se trataba la vida. Ah, y usaban pantalón mezclilla, y cuarenta años después siguen riendo igual, nos seguimos comunicando, y seguimos usando pantalón mezclilla. Y lentes.
Comentarios
Publicar un comentario