Me acuerdo mucho
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Uno de los problemas más difíciles de salud que se le presentan a algunos individuos en su etapa mayor, es el Alzheimer, estado en el que se pierde gradualmente la memoria. Y va quedando poco a poco sin el arsenal de recuerdos de lo que ha sido su vida. No es el clásico "dónde dejé las llaves" ocasional que se nos presenta. Ni el "dónde dejé guardado el billete de a quinientos, que lo guardé tan bien, pero ahora ni yo sé donde está". No. Es el progresivamente olvido de lo que se vivió, al grado de no reconocer a las personas cercanas. Y en su parte extrema es el no saber para qué es la comida.
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Por eso es bueno hacer ejercicios de memoria. Hay varias películas que tratan el tema. Una de ellas es Diario de una pasión. Y otra que está por estrenarse y forma parte de las propuestas para el premio Óscar 2021, es El padre, estelarizada por el primer actor Antonhy Hopkins.
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Un libro lleva precisamente el título Me acuerdo, del inclasificable escritor Georges Perec. En él, Perec registra 480 recuerdos con el inicial "Me acuerdo", y a partir de allí despliega recuerdos breves, que es un multifacético retrato generacional, y a la vez un viaje colectivo de un país. No es el único ejercicio de la memoria de un escritor. Solo que lo hace evidente al nombrarlo de esa manera. Ejemplo: "10. Me acuerdo de un amigo de mi primo Henri que se pasaba todo el día en pijama cuando estaba preparando los exámenes" "52. Me acuerdo de cuando un edificio (de diez plantas) que acababa de construirse al final de la avenida Soeur- Rosaüer el más alto de París y se lo consideraba un rascacielos."
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A veces leo esas sugerencias que aparecen en internet. Y sobre ejercicios para prevenir el Alzheimer recomiendan entre otras cosas salirse de la rutina y, por ejemplo, sentarse en distinta silla cada día al comer, para tener otras imágenes. Empezar por otras partes del cuerpo para enjabonarse. En rutinarias actividades de abrir la llave o encender la luz, utilizar la otra mano. Irse por otras calles en los trayectos diarios al trabajo. Cantar canciones viejas. Aprender nuevas canciones. Y así por el estilo inventar nuevos modos de hacer las cosas que hacemos a diario de manera rutinaria.
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Me acuerdo que hay un libro que siempre me ha llamado la atención por el tema general, la siquiatría. Su título, El hombre que confundía a su mujer con un sombrero, de Olivier Sacks. En él, Sacks relata a detalle 25 casos de personas que trató como médico y que tenían problemas psiquiátricos. Entre dichos casos, el de un hombre de 60 años de edad que creía que tenía 30; es decir, de la edad que creía a la que tenía, con diferencia de 30 años, no tenía ningún recuerdo. Y sucesos de hacía 30 años él consideraba que eran el presente. Cuenta el médico que ya tratando al paciente, llevó un espejo y le mostró su propia cara, al que respondió horrorizado: "Doctor ¡¿qué me ha pasado?!"
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Y recuerdo otro caso de ese libro: el de la mujer de 90 años que vestía, se maquillaba y sentía la lívido como una mujer de 25 años. Y que al saber por parte del médico que podía ser curada para dormir su lívido, y que sus actitudes fueran de la edad que efectivamente que tenía, ella respondió: "cúreme, Doctor, pero la lívido no me la duerma completamente".
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Somos la memoria que habitamos y nos habita. Sin ella nada somos. Destellos de lo grato e ingrato. Luminiscencias de la vida y adelanto de la muerte. Cada esfuerzo que hacemos por recordar, es un logro que ayuda a resistir al olvido. Este nos acecha. Nos cerca. Y a punto de atacar, retrocede si cantamos una canción vieja, si aprendemos una nueva, si platicamos de recuerdos, si recordamos el primero y segundo y tercer beso que dimos o nos dieron.
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Yo trato de recordar. Lo que escribo es de memoria. A veces esta falla, y entonces corrijo, o busco un dato. Recuerdo los nombres de mis maestros de primaria. Las ocasiones que mi madre nos llevaba caminando al Centro de Salud para nuestras citas o vacunas. Cuando mi padre me llevaba al cine Popular, y antes de entrar compraba palomitas para mi con refresco y para él su bolsita de semillas de calabaza. Recuerdo cuando ya adolescente me ponía las camisas de mi hermano mayor. De cuando sin descansar y a trote subí por las escaleras la torre Latinoamericana.
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Hoy es sábado. Me preparé café. Hice mis ejercicios físicos de rutina, un poco de caminata. Me bañé. Y luego hice mis ejercicios de redacción. ¿Qué tema sería bueno escribir hoy?, me pregunté. Y entre uno y otro seleccioné el de los recuerdos que habitan la memoria. Nuestra casa con puertas y ventanas, que poco a poco se construye con el paso del tiempo. Pero que también poco a poco se destruye, si la descuidamos. Luces y sombras nos habitan. Ruidos y armonía. Entre todo ello recordamos la sonrisa bien amada. Los guiños. La novia. Y eso ya es otra historia. Sí, te vi. Sí, me acuerdo. ¿Y cómo no trasladarlo a palabra escrita?
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Y "dicen que la distancia es el olvido, pero yo no concibo esa razón..."
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