Adiós, Lucio Almazán
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Esta es una despedida para Lucio Almazán, quien falleció antier (22 de marzo) en Reynosa, Tamaulipas. Un amigo condiscípulo de la Escuela Normal J. Guadalupe Mainero, institución que dio cobijo a hijos de obreros, campesinos y maestros, para que tuviéramos oportunidad a un mejor modo de vida a través del estudio para ejercer como maestro de escuela, que fue el camino que elegimos muchos, entre ellos Lucio Olvera y un servidor.
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Me enteré de su fallecimiento a través de sentidos textos que escribieron sus hijas, "sus viejas", como él les decía. En esas palabras surgidas por el dolor de la muerte, expresan ellas el enorme cariño no solo como hija, sino como pares, seres, almas, que compartieron años de vida con un amarre emocional que solo ellas mismas lo podían expresar en esos sentidos escritos, en esas palabras amorosas.
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Yo leí esos textos tres o cuatro veces tratando de desmentirme lo que ya había entendido desde la primera vez: el amigo, el compañero de la Normal, el inquieto muchacho de los años del 75-79, el aguerrido compañero, que andaba de un lugar a otro, siempre dispuesto a poner su granito de arena para solucionar los problemas, y también a formar parte de los estudiantes que teníamos inquietudes de justicia y de libertad, el amigo normalista Lucio Almazán Olvera había fallecido, y su cuerpo inerte estaba allí aún, recibiendo las muestras de cariño de cientos de personas entre familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, y ciudadanos que conocían al "maestro Lucio", el sencillo, el humilde, quien empezaba su vida eterna con el descanso para siempre luego de algunos años, no muchos, de fructífera vida terrenal, donde cultivó valores, cariño y aprecio.
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Yo a Lucio no lo vi desde que salimos de la Normal. Ya hace 42 años. Y a través de las redes nos localizamos hace como tres o cuatro. Él en Reynosa, yo en Villahermosa, Tabasco. Leía yo lo que él subía en su muro, siempre opiniones polémicas, porque así era él. Lo recuerdo cuando la Normal: siempre activo, siempre participativo, con facilidad de palabra y siempre el estilo norteño muy distintivo en él. Hace como 5 meses nos hicimos una video llamada. Alegres y sorprendidos por la tecnología que al menos yo no domino como quisiera. Luego de 42 años nos veíamos a través de la pantalla y nos escuchábamos. Y platicábamos como si apenas hace 42 días (y no años) nos habíamos dejado de ver. Ya descansa en paz Lucio Almazán Olvera. Él, Lucio, sabía hacer amigos. Por muchas razones. Una de ellas por su sinceridad. Por sus opiniones libres, sin tapujos. Por su risa franca. Porque su mirada y trato eran sinceros. Quedó pendiente vernos y tomarnos un six o dos en Reynosa o en Matamoros. Y dar rienda suelta a nuestras expresiones, nuestras opiniones, en las que en muchas de ellas quizá no coincidiéramos, pero eso no importa más que generar más risas de hermanos, y darnos un apretón de manos, darnos un abrazo y cantar canciones norteñas, entre ellas corridos conocidos.
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Nos conocimos en la secundaria 2, de Matamoros. Él estaba en el grupo B, yo en el A. De vista y el saludo. Apenas ayer me dijeron compañeros de secundaria que él venía del área rural, y a veces le echaban rait en una camioneta, siempre con mucha camaradería, la que nace de clase pero sobretodo por amistad . Luego nos fuimos a la Normal. Entre tantas actividades que hay coincidimos en la política de Planillas, en la Verde, que hizo historia. Nos veíamos en las reuniones en casa de Oscar Eligio Gutiérrez, nuestro guía y líder. Y lucio siempre muy activo, dinámico, paticador, seguro de sí mismo en sus opiniones.
Pero bueno, no hay reversa en la vida, y Lucio Almazán Olvera vive ya en nuestra memoria y continúa viviendo en nuestro corazón. Nos veremos más tarde. Nos hemos de encontrar en algún lugar. Y daremos rienda suelta a la risa franca y a las palabras netas. Nos vemos "canijo" y "compadre".
Mi sentido pésame a su familia, a su esposa María Fidelidad Herrera, e hijas Jenny, Mimí y Alhelí. Y que la resignación y consuelo lleguen hasta que el tiempo así lo considere conveniente.
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Y sin poder estar allá por la lejanía, pero más por no estar vacunado anti Covid, me hubiera gustado en cuerpo presente de Lucio leer el poema "Oh, Capitán, mi Capitán", de Walt Whitman, que en una de sus partes dice:
"¡Oh capitán, mi capitán!/ Levántate y escucha las campanas,/ Levántate, para ti flamea la bandera,/ Para ti suena el clarín,/ Para ti los ramilletes y guirnaldas engalanadas,/ Para ti la multitud se agolpa en la playa,/ A ti llama la gente del pueblo,/ A ti vuelven sus rostros anhelantes,/ ¡Oh capitán, padre querido!/ ¡Que tu cabeza descanse en mi brazo!/ Esto es sólo un sueño: en la cubierta/ yaces muerto y frío.
Mi capitán no responde,/ Sus labios están pálidos e inmóviles,/Mi padre no siente mi brazo, no tiene pulso ni voluntad,/ El navío ha anclado sano y salvo;/ Nuestro viaje, acabado y concluido,
Del horrible viaje el navío victorioso llega con su trofeo,/ ¡Exultad, oh playas, y sonad, oh campanas!/ Mas yo, con pasos fúnebres,/ Recorreré la cubierta donde mi capitán
Yace muerto y frío."
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