Los maestros deben liderar a los alumnos inquietos

1

"No se dice patas, se dicen pies", dijo serio el alumno como respuesta a mi orden de que bajara las patas del escritorio. Era mi debut en ese salón, en ese grupo, en esa escuela. Eran los primeros  minutos, cuando ellos te están probando a ver hasta dónde pueden llegar contigo. Hasta dónde los dejas. Están probando para ver qué es lo que traes en tu bolsa de conocimientos como maestro de grupo, 3er grado de telesecundaria, y sobretodo en esos años, cuando se tramitaba licencia de edad, para que los de 16-17 y 18 años pudieran entrar a estudiar su secundaria, alumnos del medio rural, desfavorecidos en casi todo, sobretodo en educación.

2

En todos los grupos hay siempre alumnos inquietos, que no ponen atención, que generan pleitos con otros alumnos, que se levantan por cualquier cosa. Y sobretodo en estas temperaturas que andan cerca de los 45 grados, los techos son de lámina de zinc, y los ventiladores tienen sus aspas chuecas porque algún alumno aventó una camisa de otro compañero y dio vueltas como mariposa herida, como helicóptero que perdió la brújula y así quean por años, porque al poner nuevos, lo mismo hace otro alumno en otro ciclo escolar, y más lo hacen si no hay un correspondiente llamado de atención.

3

¿Y qué debe hacer el maestro? Sin duda liderearlos a ellos, encontrarle sus aptitudes, descubrir lo que les motiva, lo que les atrae, y pensar en conseguir libros para ellos, pero sobretodo convertirse en su líder. Si el maestro de grupo y el director en actitudes condensadas les cierran la puerta de la escuela, y en su casa ya se la cerraron desde antes, si ni padre o maestro lo pudo liderar, entonces los liderarán muchachos o adultos del barrio que andan en actividades fuera de la ley.

4

Antonello (Antonino, Anton) Makarenko, pedagogo ruso fue llamado al Ministerio de Educación. Tan pronto al entrar el funcionario le dijo el motivo: "Te llamé para proponerte que dirijas la Colonia Gorki" (Escuela internado para adolescentes delincuentes), le dijo el poderoso ministro, su amigo.  "Noooo, ni sacado de un tornillo acepto", le respondió Anton, quien era muy reconocido ya como generador de ideas sobre el proceso de enseñanza aprendizaje, conferencista muy escuchado. Entonces el ministro literalmente le picó en el ego: "pues no que muy revolucionario en las ideas pedagógicas, así son todos como tú, pura teoría, nada de práctica, puro bla-bla: allí tienes la oportunidad de demostrar que tienes razón en lo que presumes que sabes", le dijo para convencerlo. Y Antonello aceptó.

5

Una ocasión estábamos en el recreo y los tres maestros, incluido yo, cerca de la cancha de basquetbol. Los muchachos de mi grupo, tercer grado, los más grandes (y más por las licencias de edad), estaban jugando. En una jugada Carlos L pide la pelota desde lejos. Esteban se la lanza, pero muy desviada por lo que se le escapa a Carlos L y este suelta una palabra algo así como "así no, hijo de la 'jerga". La maestra E se tapó los oídos como si le hubieran tronado un cohete muy cerca de si oído. "¡¿Escuchó, maestro (me dijo) lo que dijo Carlos?!" "No, no escuché, ¿qué dijo?" "¡¡Una palabrota!!" "No, pues no lo escuché", dije yo queriendo reírme, pero no me reí. "¿Que dijo?", volví a preguntar. "Dijo: así no hijo de la..., pero esa palabra fea no la puedo decir", dijo ella roja del rostro como paleta de fresa. Yo me quería reír, pero no lo hice. Realmente no había escuchado.

6

Por supuesto que por esos años mi oído funcionaba mejor que ahora. Y sí había escuchado esa expresión muy común en los muchachos. Solo que no quería yo hacer un escándalo con algo que podía manejar con ellos. En público no le dije nada a Carlos. Luego lo llamé aparte y se lo comenté. Pero él valoró que no lo haya regañado frente a todos. Y tampoco lo haya regañado en privado. Solo le expliqué de ciertas palabras y el contexto en que pueden utilizarlos.Y sobretodo que le haya mostrado respeto pero sobretodo interés de liderarlo, no solo a él, sino a todo el grupo.

.7

Nunca se me hizo difícil llevarme bien con los alumnos de los que tienen ese tipo de comportamiento. Al contrario. Eran los que más me ayudaban en trabajos que la escuela requería. Al final del ciclo reciben su carta de buena conducta como todos. Si estaban en primero o segundo, la carta podía ser de regular conducta, nunca de "mala". Si eran de tercero, ya en ruta a la preparatoria, era de buena conducta. Pero eran ellos los que me ayudaban a pintar la escuela, a bajar los libros cuando llegaban los del nuevo ciclo escolar. Los que me ayudaban a limpiar el campo. Los que me seguían en mis proyectos de teatro o de lectura. 

8

Como ejemplo: la escuela telesecundaria a la que llegué el año 2000, de nombre "Revolución", tenía un pozo de agua repleto de basura. Ellos, con el permiso de los padres, lo limpiaron en el segundo sábado que yo había llegado a la escuela. Al final, como acto teatral vacié desde lo alto, frente a ellos, la primer cubeta con agua que habían sacado. Se miraba transparente, los rayos de sol chocaban con ella, y daban una imagen de arco iris. "Esto se ha logrado gracias a ustedes, nunca lo olviden, yo nunca lo olvidaré", les dije.

Anton, Antonino o Antonello Makarenko trabajó varios años en esa Colonia Gorki para adolescentes delincuentes. Como era internado allí se quedaba a dormir. Le pasó de todo, para bien de sus teorías, y para bien de los muchachos. De todo ello escribió el famoso libro "Poema pedagógico", donde mediante anécdotas relata su paso por ese reformatorio de menores infractores. A ese acudí cuando me asignaron mi último grupo con el que trabajé en mi año cuarenta de antigüedad. Y que el grupo segundo "D"había sido conformado con diez alumnos de cada uno de los grupos "a", "b" y "c", Y los docentes de esos grupos detectaron a los diez más inquietos, de menos calificaciones, para que se conformara el famoso "d", con el que trabajé muy agosto. Pero esa es otra historia.

10

Nos quedamos en que el alumno me había respondido ofendido que no se decía patas, sino pies, cuando le ordené yo en voz clara y y que todos escucharan, porque el sabía que yo iba a entrar, porque se estaba despidiendo el maestro que salía para dejarme el grupo a mí, que yo llegaba a reemplazarlo. Al momento de entregarme la lista del grupo, la abrió para mostrarme unos puntos rojos que había puesto en siete alumnos con los que "vas a batallar o mas bien no vas. poder", me alertó. Me despedí de él, entré al salón. Todos estaban callados. Ni el volar de mosca se escuchaba. El alumno que estaba sentado cerca y frente del escritorio tenía los pies sobre el mueble. Le dije: "baja las patas del escritorio". y él sin bajarlas me respondió que no se decían patas, sino pies. Y yo le contra respondí: "pies si están en el suelo, patas si siguen sobre el escritorio". E inmediatamente las bajó. "Buenos días, muchachos y muchachas. Yo soy su nuevo maestro de grupo, ustedes ya están en tercero, la mayoría van a la preparatoria...etc"


   

Comentarios

Entradas populares de este blog

lecturas 20. Poemas de Carlos Pellicer Cámara

Rigo Tovar y Chico Ché

Max in memoriam