Medusa y la balsa

La Balsa de Medusa

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La fragata Medusa naufragó por trece días el siglo antepasado (1816) frente a las costas de Mauritania. De todos, tripulación y pasajeros, solo se salvaron 15 personas. A ellas las visitó y entrevistó el pintor Teohodore Gericoult para indagar sobre esos días de horror a la intemperie y sin posibilidades, o muy pocas, de salvarse. Al escuchar sus testimonios y ver los gestos al recordar esos días, conformó en su imaginación el cuadro que plasmó posteriormente con el nombre: La Balsa de Medusa.

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La imagen de ese cuadro se utiliza en capacitaciones de equipo. Sobretodo para mostrar la actitud que asumimos cada quien en los problemas que se presentan y que son inevitables. Lo mismo en los equipos de trabajo que en la familia. Ningún grupo está excento de calamidades o dificultades. 

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En el cuadro que utilizo aquí mismo como ilustración del texto se pueden apreciar a los 15 náufragos y cada uno con la actitud distinta. Y va de extremo a extremo: desde el que no tiene esperanza y está derrotado esperando la muerte, hasta el líder que mantiene viva la llama de la esperanza y lidera a la mayoría. En el intermedio, la variante entre un extremo y otro. Las preguntas son ¿cuál de ellos nos representa? ¿dónde nos ubicamos en esa balsa?

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Hay dos elementos que me gustan (el naufragio por supuesto no): el cuadro ilustrativo de la actitud humana ante los problemas. Y el nombre de la fragata (o Balsa en el cuadro), Medusa. Veamos sobre el nombre. De paso aprendo.

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Tenemos la imagen de Medusa, según la mitología grega. En lugar de cabellos tiene serpientes y la maldición de convertir en piedra a las personas que mire. Esta característica es a causa del castigo injusto que le impuso la diosa Atenea, por ser violada en su templo por Poseidón. A eso me refiero de lo injusto. Fue víctima de violación y además castigada, como si ella hubiera tenido la culpa. A causa de la violación queda embarazada. Y más coraje causa en Atenea quien utiliza a Perseo para decapitarla. Recordemos que es mitología.

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Volviendo al tema de La Balsa de Medusa. Es interesante la gestación del cuadro en la mente del pintor. Con las entrevistas a los sobrevivientes. Lo que le contaron en esos días de desesperación, hambre, terror, sed. Y cómo logra reflejar desde su visión creativa las actitudes del ser humano. 

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Uno es el que tiene dentro de su alma la vocación de no sentirse derrotado aún en las peores circunstancias y motiva todos a seguir aferrándose a la vida. Pero no todos tienen la virtud de aceptar dicha motivación. Se requiere una mezcla de temple, sacrificio, entusiasmo y esperanza.

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Porque hay quienes están derrotados antes de luchar. Ya tienen en su alma el lastre de la derrota, evocan con sus palabras la caída, y como consecuencia la muerte. En el cuadro permanecen tirados. Uno lidera, al frente. Sabe que puede morir, pero en todo caso lo hará luchando con fervor y entusiasmo.

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Y logra motivar a algunos. Estos saben que deben luchar, que no hay peor lucha qué la qué no se hace. Todos ellos son necesarios. Uno lidera, pero otros lo siguen. Los que piensan que mientras hay vida hay esperanza. Y siguen al líder. Y este pone el ejemplo: primero muerto que vencido.

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Así en la vida. Dificultades siempre se nos presentarán. Leves, medianas o grades tormentas se nos presentan en la vida. Sea en lo individual o en lo colectivo. La diferencia entre los seres humanos es la actitud que asumimos. ¿Nos derrotamos ante los nubarrones? ¿O nos crecemos ante la lluvia torrencial? ¿Salimos corriendo? ¿O nos preparamos para captar el agua de lluvia para regar nuestra siembra?

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El temple de nuestra alma se forja en las dificultades. O en otras palabras: mar calmo no hace buenos capitanes.

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