Cómo me hice lector. Palabras para estudiantes de UPN, Coatzacoalcos, Veracruz

  

 

Cómo me hice lector 

(31 de marzo de 2022) 

I

El corazón de adolescente de edad entre 16 y 18 años quiere ser herido por Cupido con una flecha de amor, díganme si no. Una ocasión yo estaba en la escuela de la biblioteca Normal, (yo tenía 17 años, y andaba anhelante de tener novia), en ese momento en la biblioteca estaba ocupado en una reunión, y entró la chica más linda de la escuela a buscarme, que no nos hablábamos, me tocó un hombro, como si me tocara Dios, y me llamó aparte y me mostró el poema 20 de Pablo Neruda, que viene en el libro “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”,  ese que dice: 

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

 

Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,

y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».

 

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

 

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

 

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.

La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

 

Ella me quiso, a veces yo también la quería.

Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.


Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.


Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.

Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

 

Qué importa que mi amor no pudiera guerdarla.

La noche está estrellada y ella no está conmigo.

 

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos

Mi alma no se contenta con haberla perdido.

 

Como para acercarla mi mirada la busca.

Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

 

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.

 

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

 

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.

Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

 

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.

Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

 

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.

Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.


Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,

mi alma no se contenta con haberla perdido.


Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,

y estos sean los últimos versos que yo le escribo”.

 

Y bueno de allí cerro el libro me abrazó y me sorprendió dándome un beso en la boca.

Luego como es de suponer surgió un noviazgo como tema para una película de amor, que algún día escribiré. Cuento eso porque la lectura ha sido mi aliada en el amor y en disfrutar la vida con alegría.

 

 

II

Agradezco la invitación para esta charla con ustedes, estudiantes de pedagogía de la Universidad Pedagógica Nacional, de Coatzacoalcos. De antemano les quiero proponer una cosa y es la siguiente: que nos imaginemos que ustedes están en la sala de mi casa, o yo en la casa de ustedes, sea en sala o en patio, bajo un árbol frondoso y sillas, y una jarra grande de agua limonada o pozol, que es una bebida tradicional tabasqueña. Y ya sentados en la sala o patio, platicando en confianza, de pronto alguno de ustedes saca una pistola que dispara preguntas y a quemacerebros, no a quemaropa, me pregunta: “Oiga usted señor¿cómo se hizo lector? 

Y me sorprende mucho esa pregunta disparada. Casi me voy de espaldas sorprendido por esa pregunta cuya respuesta no tengo, o no la tengo así tan de repente.  Es como si me preguntaran ¿por qué fue por primera vez a la escuela primaria? ¿O desde cuando es usted afecto a respirar? ¿ O desde cuando tiene usted la costumbre de comer? A estas preguntas respondería que es por instinto de sobrevivencia lo que es comer y respirar. Entonces por qué fui a la escuela, supongo que por instinto de sobreviviencia de mis padres, con la esperanza de que me fuera mejor en la vida y de ser posible ayudarles luego. A como sucedió. Y coincide que no estuviera aquí con uestedes si no hubiera adquirido la costumbre de respirar y de comer, pero también si no fuera lector tampoco estuviera aquí.

¿Pero ser lector sería asimismo por sobrevivencia? 

 

ll

Esta pregunta con respuesta de cómo me hice lector la hacemos frente a ustedes, que se van a dedicar a trabajar como maestros o en la elaboración de prupuestas de estrategias para formar lectores. Pero déjenme que yo me defienda disparando algunas preguntas igualmente, que no las vamos a contestar, pero queden a manera de reflexión: ¿Conviene ser lector? ¿Qué gano al convertirme en lector? ¿Por qué no adquirí el hábito de la lectura en primaria o secundaria, o en la preparatoria? ¿Puedo ser buen  maestro si no soy lector? ¿Quiero ser maestro del montón o destacado? ¿Se debe ser lector a la fuerza? ¿El lector lee libros que le gustan o que no le gustan? ¿Por qué las hormigas, gatos, elefantes o pescados no leen? 

 

De entrada déjenme decirles que no hay fórmulas. Recuerdo que en una entrevista le preguntaron a los Beatles, de cuál era la fórmula de su éxito. Y uno de ellos respondió que no había fórmulas, porque si las hubiera entonces ellos podrían formar muchos grupos iguales a ellos con el éxito asegurado. Si hubiera fórmulas para formar lectores todo estaría resuelto, solo bastaría aplicar dicha fórmula.

 Dejen que eche atrás mi pensamiento para traer algún recuerdo de mis inicios de lector. Porque yo no me hice lector pensando en adquirir ese hábito. Yo me hice lector de manera natural, dándome cuenta que me entretenía, me divertía, y tenía más de qué platicar en la adolescencia con las muchachas.  Pero creo que son muchos pequeños recuerdos que fueron conformando esa disposición para querer tener  a la mano un libro, y adentrarme en los textos que contienen.

Bien recuerdo, por ejemplo que miraba a mi maestro de primero de primaria que traía en su portafolio un libro chiquito y bonito,y de allí sacaba, como si fuera un mago, una canción que venía escrita. Era un libro que traía todas las canciones de Gabilondo Soler, el famoso grilito cantor. El de La Marcha de las letras; El chorrito; El rey de chocolate; El comal le dijo a la olla. Y muchas otras. Y era verdaderamente como un mago, porque a mí me sorprendía que de un objeto de papel, libro pequeño, quizá tamaño media carta, se pudiera sacar canciones, es decir alegría.

Pero siempre en el primer día de clases en la primaria nos entregaban los libros de texto gratuitos. Y regresábamos a la casa contentos con nuestro cargamento de seis u ocho libros. Y hojeábamos en la casa los libros. Pero claro que había uno que me gustaban más que otros. Específicamente eran el de historia y el de lecturas de Español. En este encontraba todo un mundo de sorpresas entre poemas, cuentos, fragmentos de novelas, adivinanzas, refranes, y antes de que los leyéramos en clase, yo ya sabía de ellos porque los había hojeado antes.

Todo eso que vivía en la escuela primaria las primeras semanas con la entrega que me hacían de los libros nuevos, lo volví a vivir en la secundaria, solo que a mí me tocó otra época, de cuando los padres tenían que comprarnos los libros. Pues cuando mi padre regresaba con los libros usados que le pedía a sus patrones, yo me sentía maravillado, sobretodo con el libro de Español, porque traía al final como anexo el conjunto de material de lectura, del tipo del cual yo ya tenía referencia, que eran de literatura. 

Y todo lo anterior es cierto, tal cual lo digo. Pero déjenme decirles que en mi casa, como en muchas otras de familias pobres, mi padre era muy aficionado a las revistas de vaqueros, las de lágrimas y risas y Memín Pinguin, Chanoc. Entonces yo tenía seis años y había aprendido a leer y cada fin de semana esperábamos a papá para leer en nuestro turno la revista, los más chicos a lo último, y luego de que pasaba por la familia, la llevaba yo a rentar a las casas vecinas, y me ganaba algunos centavos. En mi casa no habia libros, ni uno solo que no fuera los libros de texto gratuito de la escuela.

Y más aún. Ya en secundaria había concursos formales de declamación. Y yo que no sabía nada de esa actividad para poder participar veía y escuchaba con envidia a mis compañeros que tomaban un poema de esos libros; si, sacaban poemas de esos libros, y al escucharlos en declamación , me gustaban y buscaba esos libros en la biblioteca para leerlos, o copiarlos en mi cuaderno. De allí escuché Los motivos del lobo, La chacha Micaila, La casads infiel, Por qué me quité del vicio; El brindis del bohemio, etcétera.

 

Luego en la Normal, donde se estudia para maestros, ya teníamos otras materias, en el caso de Español era "y su didáctica", o sea, cómo enseñar el español a los niños de primaria, que era la carrera que estábamos estudiando. Pero teníamos una materia de teatro, y lo mismo, me daba cuenta que las obras que se iban a representar venían escritas en un libro, así que seguía siendo el libro la fuente donde venía todo lo bello que me gustaba de textos. De esa materia me acuerdo de La vida es un sueño, de Pedro Calderón De la Barca: 

"Sueña el rey que es rey, y vive

con este engaño mandando,

disponiendo y gobernando;

y este aplauso, que recibe

prestado, en el viento escribe,

y en cenizas le convierte

la muerte, ¡desdicha fuerte!

¿Que hay quien intente reinar,

viendo que ha de despertar

en el sueño de la muerte?

Sueña el rico en su riqueza,

que más cuidados le ofrece;

sueña el pobre que padece

su miseria y su pobreza;

sueña el que a medrar empieza,

sueña el que afana y pretende,

sueña el que agravia y ofende,

y en el mundo, en conclusión,

todos sueñan lo que son,

aunque ninguno lo entiende."

 

 

Pero también había concursos de declamación y escuchaba algunos poemas que había escuchado en los concursos de secundaria, y también empecé a escuchar poemas de otros autores, como Pablo Neruda  y el español León Felipe, ese de No me contéis más cuentos, los he escuchado todos,  Los ha contado el viejo patriarca,

los han cantado el coro y la nodriza,
los ha dicho un idiota, lleno de estrépito y de furia,
se han grabado en la ventana y en la rueda
y se han guardado en cajas fuertes las matrices.

 

Pero el corazón de adolescente de edad entre 16 y 18 años quiere ser herido por Cupido con una flecha de amor. Una ocasión estaba en la escuela de la biblioteca, preocupado en una reunión, y entró la chica más linda de la escuela a buscarme, me llamó aparte y me mostró el poema 20 de Pablo Neruda…

 

Así que para mi formación como lector ha sido la escuela, con los maestros y libros. Pero todos han tenido esos elementos de libros y maestros y no todos adquieren el hábito de la lectura. Ah, es que a mi me gustaban los textos. Leía los textos que me gustaban. Pero me iba dando cuenta que iba teniendo mayor habilidad para participar en clase , con argumentos o ejemplos que yo había leído en esos libros.

 

Pero no solo los maestros me influenciaron. También a veces tenemos la fortuna de tener de compañero y amigo de grupo a un lector con experiencia. Yo tuve esa fortuna, no de tener un amigo, sino varios amigos en el grupo y en la escuela Normal qué eran lectores voraces. Entonces uno se siente bien entre ellos y sigue la ruta de la lectura.

 

Tal es el caso que sin que fuera obligación escolar un grupo de amigos formamos un círculo de lectura. Nos reuníamos en alguna casa o parque Y leíamos textos que nos llamaban la inquietud, que bien era una novela, por ejemplo La madre, del escritor ruso Máximo Gorki, o temas de filosofía buscando respuestas de por qué estamos en la vida, y cuál es el origen de la vida y la materia.

Yo no sé si mi primer libro, aparte de los de texto escolares, lo compré o me lo robé (qué feo se escucha), pero en algún momento tuve uno propio. Fue uno que se llama Heidy. Lo que sí es que lo disfruté mucho. Luego leí otros, principalmente de fábulas. Parecía que las palabras saltaban en el papel o hablaban directamente, hasta me parecía ver a dos galgos corriendo tras un conejo, o una tortuga caminando muy lento.

Un maestro de español de la Normal,  que recién había llegado a Matamoros, de la Ciudad de México nos dijo luego de su presentación:

"Van a comprar el libro El llano en llamas", del autor Juan Rulfo". Nos explicó que era un libro de cuentos, donde los personajes eran del medio rural. Y la razón: "la mayoría de ustedes son de la ciudad, muy pocos conocen el campo. Y sus familias y padres con los que van a trabajar son personas que viven en el campo, pobres, y es necesario que ya los vayan conociendo y no les sorprenda su forma de ser, y en ese libro los van a conocer."

Ese fin de semana leí los 17 cuentos rulfianos. Quedé muy impactado por esa forma directa de escribir, por esas imágenes de la tierra seca, estéril de la geografía rural jalisciense, las personas moviéndose en la miseria, tratando de arrancarle frutos a la tierra, en muchos casos pedregosa. Caí en cuenta que los libros eran una fuente inagotable de vivencias. Y esos cuentos, aunque ya había leído varios que venían en los libros de texto escolares, los veía en uno solo. Porque además al leerlos iba sintiendo que vencía mi timidez y la vergüenza por tartamudear. 

 

También fui acercándome más a amigos y amigas que leían, y que me daban prestados libros. De entre ellos, que por cierto acaba de fallecer, nombro a Óscar Eligio, a quien decíamos El Feroz, porque era impetuoso al hablar, al participar en clase y al pronunciar encendidos discursos. Además él era un lector consuetudinario y obcecado. No había libro que no leyera, y luego que los leía los daba prestados en calidad de "quédense con ellos si les gusta".

El tema da para mucho, y tiene muchos caminos para irle siguiendo el hilo. Lo importante sigue siendo la pregunta. ¿Cómo me hice lector? Pero yo lanzo otras preguntas: ¿Conviene ser lector? ¿Qué gano al convertirme en lector? ¿Por qué no adquirí el hábito de la lectura en primaria o secunaria, o en la preparatoria? ¿Puedo ser buen  maestro si no soy lector? ¿Se debe ser lector a la fuerza? ¿El lector lee libros que le gustan o que no le gustan? ¿Por qué las hormigas, elefantes o pescados no leen? 

 

Me permito concluir de la siguiente manera:

Considero que no hay fórmulas para hacer lectores o para ser lector. Cada quien va teniendo en su trayecto las circunstancias que facilitan u obstaculizan que el niño o muchacho sea lector.

Los maestros que no son lectores y saben que se deben formar alumnos lectores hacen los intentos repetitivos de que lean sus aumnos. Pero no los logran convencer porque no tienen entusiasmo, no se les nota en la mirada la emocion y lo peor: les piden resúmenes a manera de evidencia que están leyendo; entonces los alumnos niños o jóvenes sienten que la lectura es una carga y la rechazan, por lo que esperan salir de las escuelas para no leer más. Al que le gusta el futbol va al campo a las prácticas con enorme alegría. Pero hay niños que sus padres quisieran que sus hjos fueran futbolistas profesionales para que los saquen de pobres, y los llevan a la fuerza a que reciban clases de futbol, y pues no son asi ls cosas. Lo mismo con la lectura: a la fuerza ni los zapatos entran. Yo siempre he leído literatura porque me gusta, porque encontré en la lectura un refugio y porque me di cuenta que hay libros para todos los gustos, y que los que a mi me gustaban me iban dando seguridad al hablar, iba diciendo con mayor claridad las cosas, y algunas chicas volteaban a ver en el grupo de la Normal o ls maestras en las asambleas sindicales del magisterio, o en los consejos técnicos escolares.

Termino con una frase cursi: ser lector es ser constructor y transformador de uno mismo  Y esa es la mayor ganancia que podemos tener.

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