No me gusta polemizar

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No me gusta polemizar. Aunque sé que la polémica es buena y necesaria en su modalidad de debate. Me gusta leer sí, y mucho. Y escribir, más allá de si son buenos textos o no los productos diarios. Pero polemizar y leer o escuchar argumentos sin lógica, o perdidos en el abismo de lo vacuo, o la chabacaneria, el vacío, etc, pues no. Porque se pierde el tiempo y el otro no escucha, solo quiere ganar una polémica y si le es posible humillar. Y a lo más que llegan en sus argumentos es que "estás pendejo", y punto. Previo se le remueve el hígado, sus víseras quieren hablar, le brillan los ojos y suelta algo que cree que es un misil, que lamentablemente a quien le afecta es a él mismo, en su salud emocional y física, y la imagen le queda maltrecha 

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Por eso es que en este trajinar diario de los textos de rapidín matutino, etc, decidí no meter mi cuchara en temas de política, y menos partidaria tampoco de religión. Tengo mis ideas sobre la política de partidos del país, y he incursionado solo en lo que se denomina "la izquierda", la que es sensible de veras, no de pose ni solo de discurso, a los problemas de los que menos tienen. Porque además de estas familias es mi origen, de las que menos tienen. Y a mucha honra. A través de la escuela pública, del hábito a la lectura y meterme en temas de historia, filosofía y literatura, tengo un concepto general de la vida. No me comparo a nadie. Como dice el Desiderata: siempre habrá alguien menos y alguién más que tú. Así que tranquilo.

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Tantas vueltas para escribir no sobre el el ejercicio de ayer de la Revocación de mandato, sino de cosas adyacentes. Basta con escribir algo sobre el tema, cuando ya alguien está listo para contestarte con un sarcasmo o una grosería. Por ejemplo, el sábado,  un radio aficionado mayor de edad, que literalmente anda en otras "ondas", conocido mío, tan pronto escribí que "tenemos una cita mañana domingo...", en referencia a la votación por el "Sí" o "No", subió una imagen en ¡mi muro! con el mensaje "con el resultado de la Revocación de mandato sabremos cuántos pendejos hay en el país". Referencias obvias de mordida de labio de su misma persona, bien pude haberle contestado con improperios, porque tengo un buen de repertorio, pero no lo hice. Me dio risa. Pero varias personas que también me conocen como él, le contestaron con creces y argumentos. No solo la ofensa del que está negado a los argumentos. El que escribe tiene una artillería en palabras para ofender, pero razonablemente no lo hace como el boxeador no pelea a puño con quien no lo es.

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Leí muchas reacciones a los amigos que subían algo sobre el tema, unos a favor, otros en contra. Las más, ridículos comentarios, groseros algunos, con ingenio otros. Pero lo curioso es que quienes se precian de ser personas que pasaron por la Universidad, esgrimían argumentos comunes por lo repetido. Muy pocos con argumentos sustentados en cifras, en lógica de la razón, coherentes. Y me refiero a la gama total, tanto a favor como en contra del presidente de la república. Diría uno: tirios y troyanos con el mismo nivel de argumentos.

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Hace años (unos 15) que andaba visitando comunidades, llegaba a reuniones con personas del campo o colonias de la periferia. Mi tema central era "ciudadanía". Y empezaba, luego del saludo cordial, con la pregunta sobre a los cuántos años se es ciudadano. Y los asistentes (siempre entre 15 y 70) respondían al unísono que a los 18 años. Y yo les contestaba, como si estuviéramos en clase, que "No". Y les explicaba que a esa edad se nos extiende una credencial de elector, que nos sirve para votar y de identificación, y además nos hace responsables de nuestros actos ante la Ley. Pero que la ciudadanía se alcanza cuando nos interesamos en los asuntos públicos. Y que hay personas indiferentes que pasan toda su vida sin haber alcanzado ese distintivo de desarrollo humano que significa ser ciudadano.

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Les ponía el ejemplo de cuando cae un árbol y atraviesa el camino o la carretera. Y que el delegado hace un llamado para que le ayuden sus representados a quitarlo. Y salen siempre los mismos, cuatro o cinco, ciudadanos. Los otros se quedan en sus casas, viendo la televisión, los no ciudadanos. O cuando se requiere tratar los temas del agua potable y de la electricidad, o el manejo de basura. Y a la convocatoria para la reunión solo hacen caso quizá un tercio de los adultos. Entonces el interés o desinterés por los asuntos públicos es lo que hace la diferencia entre los seres humanos, ciudadanos o no. Y nada tiene que ver con estudios. De ambos bandos los hay, y destacados, por cierto. 

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Los medios masivos tienden hacia la desinformación y la indiferencia social. Hasta antes de las redes sociales, los consorcios de Televisa y Televisión Azteca eran las dos alas de la educación real del país. El sistema educativo público (SEP) como una moderna Penélope hacia una parte al tejer en las escuelas y por las tardes y noches, mas los fines de semana, esos dos consorcios de la Mafia del poder, con cu Chavo y Chilindria uno y con ambos con las simplistas telenovelas de entretenimiento y bobos programas de concursos y chistes, destejían. Lo siguen haciendo, solo que hay ahora alternativas con el internet. Aunque es justo decir que esta red no hace milagros. Las personas metidas en el internet buscan asimismo lo que tienen en su campo neuronal.

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La democracia imperfecta empezó en Atenas. Los griegos entre muchas cosas dejaron un campo amplio de ideas lo que dio origen a una civilización moderna (ya desde la antigüedad). Desarrollaron las asambleas públicas, observaron el universo y sacaron conclusiones, polemizaron en grande, como si fuera su vocación, de tal manera que hay corrientes sofistas, platónicas, cínicos, socráticos, presocráticos, y muchos otros. Es decir, desde distintas ópticas diseccionaron, adelantados y visionarios, un sin fin de temas. Y no olvidemos a Diógenes como brillante cínico quien con un argumento simple desacomodaba las ideas de los otros. Se cuenta que con su lámpara encendida en el día decía que andaba buscando hombres honrados en Atenas. O cuando quitó las plumas a un gallo y lo tiró en la puerta de la Academia, y les dijo: allí tienen al "Hombre" de Platón, quien había afirmado que el "hombre" era un animal sin plumas. Pues lo mismo pasaría hoy.

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Esa democracia griega incipiente no contemplaba a las mujeres y tampoco a los esclavos. Así que tampoco digamos que la democracia griega es para lucirla y ponerla como ejemplo paradigmático. Este concepto ha pasado por diversas variantes. Imperfecta y todo, al parecer es mejor que la monarquía, en donde una familia ordena y manda a través de un gobierno supeditado a ese linaje identificado, no sé por qué, con el color azul. Un tema a tratar, entre muchos, es la corrupción. Pero otro entre los muchos es la educación. Y otro es la participación ciudadana. 

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Por eso toco el tema de la Ley de revocación de mandato y la ciudadanía. Dicha planteamiento de revocación lo considero un arma del pueblo y sus líderes, que esté en la Ley. Y el proceso de ayer tiene su importancia no precisamente por el resultado que conocemos desde anoche, sino para el futuro; para cuando presidentes que efectivamente y de manera clara no merezcan seguir en la ruta de los seis años (debe de legislarse para que en los estados se legisle asimismo laLey de revocación) pueda el pueblo quitarlos a través de ese proceso. Sí, en efecto, es un tema polémico.

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Cuando tenga tiempo busque la película Los polemistas. Se trata de un maestro negro que da clases en una universidad para negros. Forma un club de debate, al que asisten muchachos y muchachas, y mediante la práctica desarrollan ese potencial de argumentar y contraargumentar de manera inteligente. Y asisten a concursos entre universidades. Caso de la vida real, compiten con la famosa universidad de Harvard, en la que estudian jóvenes solo blancos y ganan. la recomiendo. Clubes de oratoria, declamación, polémica y debates debe haber en todas las escuelas. Además de los otros que ya hay.

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Bien dejó dicho la biógrafa británica Evelyn Beatrice Hall, aunque generalmente atribubida al genio Voltaire: "puedo no estar de acuerdo en lo que dices, pero defenderé hasta con la vida tu derecho a decirlo".



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