Robo de libros

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Yo tenía 27 años. Entré a la librería del CICOM. Me encontré con el maestro Lácides García Detjén (qepd), que me había dado la materia de Desarrollo rural en la Ujat. Ya tenía yo dos libros en la mano para pagar. Yo contento de lo barato que estaban. Edición FCE de Juan Rulfo. Pasta dura. 5 pesos. Así que caminé junto con el maestro Lácides a la caja. Y al momento de pagar ven el precio 5 pesos, y me acusan que yo le cambié el precio. Por supuesto no. ¿Y por qué lleva dos? Porque esa edición me gusta. ¿Pero por que dos? ¡ Usted le cambió el precio! No convencí ni a la cajera ni a la encargada, una mujer chaparrita. El maestro Lácides sonreía. Yo abochornado, con mi palabra trataba de convencer. No me vendieron los libros. El maestro Lácides me abrazó. Yo quería llorar. Y salimos. "No te preocupes. Yo te creo a ti", me consoló. 

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Hoy mi tema era sobre el Día Mundial del Arte. Pero lo cambio por lo de robo de libros, lo cual ha sucedido y seguirá sucediendo. Solo que hay un elemento preocupante en el caso que me ocupa hoy. Veamos:

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El ladrón de libros por lo general -repito, en lo general- es una persona que tiene sed de leer, y no tiene dinero para comprar. Pero ojo, si hay bibliotecas y puedes, con simple trámite, llevar libros a tu casa, y escoger entre miles, entonces es lector, pero le gusta atesorar libros. Digo, yo los conozco bien. Antes de las redes sociales algunos eran asiduos asistentes a eventos culturales. Y además promovían actividades culturales. Ahora, ya con este trajinar de mensajes en las redes, sus textos y demás cosas que suben están relacionados a eventos culturales, reseñas de libros, suben poemas, recomiendan libros, etcétera.

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Solo que si un día los cachan y atrapan, la primera reacción es de vergüenza plena y total, incluso piden perdón, más que disculpas, y ofreciendo que no lo vuelven hacer, y lo jura. Aquí los encargados tienen dos opciones: creerle o no, y de allí depende lo que sigue. Lo que decidan es lo que corresponde.

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Le pasó en octubre de 2019 al embajador mexicano en Argentina Ricardo Valero, de 77 años.  Ocurrió en la prestigiosa librería El Ateneo, gran Splendid, una de las de mayor prestigio de Buenos Aires. Sin necesidad económica, por supuesto, metió entre un periódico un libro de 10 dólares (200 pesos mexicanos). Había seleccionado varios discos compactos, los cuales pagó, pero el libro no. La cámara de seguridad lo registró. El hecho se hizo público, y tuvo que renunciar. 

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Al enterarse, el canciller Marcelo Ebrard había fijó postura institucional: "Por lo pronto he ordenado regrese a casa. De comprobarse que el video es veraz, será separado del cargo inmediatamente. Cero tolerancia a la deshonestidad". Cuando  Ebrard, su jefe, le aceptó la renuncia, publicó el siguiente tuit: "Ricardo Valero es una gran persona, está sujeto a tratamiento neurológico, le deseo pronta recuperación".

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Si no se conoce el contexto, lo primero es que se tiende a romantizar el hecho. "Ladrón de libros", dicen que no hay. Y si alguien roba libros, entonces como que se tiende a justificar y no considerarlo ladrón. Si por ejemplo, yo dejó en un auto un teléfono celular y varios libros, el ladrón romperá el vidrio y se llevará el teléfono, no los libros. Ese es el sentido común.

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Ayer jueves leí en un diario local que una persona robó libros en la librería del CICOM de Villahermosa, sin dar más elementos de contexto en la nota. Así, sin más. De bote pronto mi pensamiento me lleva a buscar entender la situación. ¿Ladrón de libros? Robo es robo, sin justificación. Y merece por ese solo hecho atenerse a las consecuencias que comprenden denuncia y cárcel. Sin más. Dichos robos, si no son detectados o denunciados, meten en problemas a los trabajadores.

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Solo que hoy conozco detalles del contexto de la situación a través de un texto público en las redes los detalles por una persona apreciada que trabaja en ese lugar. Y me doy cuenta que no es un lector ladrón de libros. Porque como escribía al inicio, el ladrón de libros pide perdón, avergonzado y ofrece no volverlo hacer. Solo que este hombre, lo hace de manera abierta, intimidando. Y con actos, para reflexionarlo, como el de tomar un libro con portada de revólver, y apuntar a esa persona trabajadora de la librería, y reírse. O decir otras cosas. O tomar los libros abiertamente, delante de las trabajadoras y salir, como burlándose. Traía una bolsa colgada y una biblia.

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Pero aparece otro elemento, y en esto hay que fijar nuestra atención, lo veo en una captura de pantalla, que es lo que él ha publicado antes en su muro y son mensajes que solamente un pensamiento torcido puede escribir. Evidencia odio a las mujeres. Y no es lector, porque los textos que publica son con mayúsculas y sin el manejo de los signos ortográficos correspondientes. No es lector, ni el clásico ladrón de libros. Aquí lo preocupante es lo que escribe, los mensajes que dirige. Y es allí donde las autoridades de la librería, encargados o dueños, deben de tomar las medidas necesarias para evitar que las trabajadoras queden en situación de vulnerabilidad ante dicha persona.

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Mi solidaridad con las trabajadoras de la librería FCE del Cicom, y mi apoyo irrestricto.


 




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