Masacres

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Hay nombres que saltan a la fama con base en tragedias. Ahora no olvidaremos el de Uvalde, pequeña población del sur de Texas, apenas a 195 kilómetros de la frontera con México, con veinte mil habitantes, población mayoritariamente de origen latino. Un muchacho de apenas 18 años disparó contra su abuela. Y luego contra niños y niñas, matando a 19 y dos maestras e hiriendo al doble, en la escuela primaria  del lugar, la Bobb Elementary.

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Cada vez que un individuo en solitario irrumpe en un centro comercial o escuela y dispara a diestra y siniestra y se hace un conteo de personas abatidas por las balas, me quedo pensando en lo que han (no hemos) hecho como sociedad consumista, generadora de ganancias para unos pocos, sin importar los daños directos y colaterales que se hacen al medio ambiente, donde está incluida la mente de los hombres y mujeres que han sido educados, no para ser solidarios, sino para la competencia y la ganancia, en la que si no "no vales", no tiene importancia tu vida. Como si el eslogan fuera: "Consume y vivirás".

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Pero bueno, el asunto por escribir no es para sermones, ¿quién soy yo para ello?  Solo como tema para reflexionar sobre lo que hacemos, y si lo que hacemos me conviene a mí en lo particular, o si esto que me conviene nos conviene a todos en lo general. Reflexiones que no llegan a mucho.

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Estos actos de asesinatos masivos no solo se dan en Estados Unidos, lo cual no los justific. Aunque sí en su mayoría y en otras geografías de vez en cuando. Lo que sí es que hay otro tipo de actos que generan odios, como por ejemplo las guerras e invasiones de los países potencia que tienen un conjunto de países bajo su dominio, y si uno de ellos se quiere salir del huacal, entonces le tiran para su dominio al ejército sin importar las muertes a las que eufemísticamente le llaman "daños colaterales". Decenas, centenas, miles. Y en la suma de la historia millones. El individuo no importa, importa el poder para el dominio. Y para este  la explotación de recursos naturales incluyendo al hombre que les genera ganancias para los amos que están por arriba de los señores de la política y la guerra.

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Todo lo anterior para destacar la matanza más reciente conocida hasta este momento en una ciudad de Texas, Estados Unidos. Un muchacho de dieciocho años con un AK 45 dispara a su abuela, con quien vivía,  y se dirige a un centro escolar; la abuela, herida, avisa a la policía. Este muchacho se dirige a un centro escolar, antes de llegar le disparan y él dispara, se pertrecha en la escuela, entra a un salón y dispara  a diestra y siniestra, asesinando a 19 niños y niñas y dos maestras, e hiriendo a una cantidad mayor.

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Sucedió en Texas. Lo mismo ha sucedido en otros estados de la Unión americana. a veces son hechos perpetrados con días o semanas de diferencia. Una noticia se sobrepone a la anterior y así seguimos. La actual es tema por unos días -quizá semanas-, y luego nos olvidamos de ella, no así las familias de las víctimas. Hasta que aparece una nueva tragedia.

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Uvalde es una población pequeña. De unos 40 mil habitantes de origen hispano,  Un buen porcentaje de mexicanos. Su nombre de pueblo es apenas conocido. Pero de pronto sucede un lamentable hecho y su nombre está en boca de todos. Y es cuando recordamos de nuevo que las armas las venden como un derecho para la defensa de la familia, y que hay una poderosa Asociación nacional del Rifle, que tiene apoyo -y este es recíproco- en los grupos políticos, mayormente republicanos. De hecho una de sus figuras principales y orador estrella en sus convenciones es un tal ex presidente llamado Donald Trump. Sí, ese que fustiga en sus discursos a los migrantes e incentiva la rabia contra ellos, dando fuerza a la ideología de la supremacía blanca.

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Unos breves datos para activar la memoria:1927. A causa de una explosión en escuela primaria,  mueren 45 personas en Bath, Michigan. Andrew Kehoe, miembro del comité escolar es el culpable. En Columbine, 1999, los alumnos Eruc Harris y Dylan Klebod,  dispararon contra sus compañeros dejando como saldo a doce compañeros muertos, un maestro y luego se suicidaron.  Minessota 2005, escuela secundaria Red Lake, un chico de escasos 16 años mató a cinco compañeros, un profesor y un guardia, y luego se suicidó. 2006, escuela West Nickel, Mines, Pensylvania, un hombre de 32 años mató a cinco y luego se suicidó. 2007 en el campus de la Universidad de Blacksburg, Virginia, un hombre mata a 32 personas y se suicida. 2008 en la Universidad del Norte de Illinois, un estudiante de 27 años acribilla a cinco personas y se suicida. 2012 en la Universidad de Oikos, Oakland, California, un hombre de 43 años y mata a siete adultos. 2012, en la escuela primaria Sandy Book, en Newtown, Connecticut, seis empleados del establecimiento y l propia madre del victimario, mueren a tiros. 

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Y así sigue la cronología de la muerte: 2013, en el colegio Santa Mónica, un hombre de 23 años asesina a cinco personas y es abatido a tiros. 2014, escuela secundaria de Marysville, en el estado Washington,  cuatro personas mueren a tiros por un adolescente de 15 años, luego se inmola él mismo. 2015, en un colegio comunitario en Unpqua, Oregon, ocho estudiantes y un profesor, víctimas. En 2018, escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas, en Parkland, Florida, 17 personas murieron, a causa del ataque a tiros de un ex alumno. Y pare usted de contar.

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Eso sin contar los asesinatos colectivos en centros comerciales y centros religiosos. Estados Unidos no es el inconveniente país. Por supuesto. En todas las áreas geográficas se asesina de una manera u otra. Las explicaciones pueden hacer referencia a diversos factores. Todos ellos creíbles. 

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La masacre empieza en casa. Es una opinión tan solo. Pequeña. Obtusa. Sin estadisticas. Empieza en casa el desaliento. La injuria. La furia desatada. Y de allí a pocos pasos está la escuela. Si es que está. Y allí se juntan veinte o cuarenta chicos, quienes mezclan sus visiones de aliento y desaliento. Sus temores y amores. Y entonces esperan a un maestro o maestra. Que igual vienen de aquellas casas cuando infantes. En una cadena de emociones entre generación y generación. Eslabones de la cadena de especie. Y allí en el aula es donde sucede lo que se tranforma o se fortalece, en ambos sentidos.

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Las masacres inician en casa, donde la niñez aprender, bombardeados por ideología de consume y triunfa, por sobre todas las cosas. Úsese y tírese. Cacería de animales. Rifres y municiones a la mano.

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Una vez entré a una tienda departamental. Hace unos treinta años. Apenas ayer. Y un padre con un mando de juegos en el área de electrónica dirigiendo un auto mataba peatones. Diez puntos por cada peatón atropellado. Su hijo lo miraba. Y le tocaba su turno. Y tomó el mando del juego. Y a darle. Emocionados padre e hijo. Claro que he visto a padres en bibliotecas y centros deportivos. También. En efecto. Así es. Todo empieza en casa. En el hogar. Solo que algunos no tuvieron hogar. Tampoco casa.

 






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