Cherish y el cholito sueco

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Estos días he salido a caminar. Ayer dos veces en el transcurso de la mañana. Mi trayecto matutino una parte , como un kilómetro, va paralelo a la carretera federal rumbo a Frontera. De tal manera que escucho dos tipos de sonidos. El de la carretera con los ruidos de autos, motocicletas y camiones. Y el de la izquierda, que es un caserío y árboles, con canto de pájaros, ladridos de perros y olas de personas que andan en lo mismo que yo o que van en ruta a su trabajo. Es un ensamble de sonidos. Como dos mundos paralelos en los que transitamos. El ruido de la modernidad con sus generadores de contaminantes en humo y sonidos cacofónicos. Y el bello sonido de los seres vivos. Pero los seres vivos tienen su campo de pensamientos distintos y distantes. Confluimos en mis mas geografías. Algunos son nuestros vecinos. y siempre el "Hola, qué tal". Y hasta allí nos quedamos.

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Donald James Smith tenía un historial delictivo en Florida. El siquiatra había extendido una carta donde recomendaba que se mantuviera en psiquiátricos o la cárcel. Por esos vericuetos burocráticos la carta se archivó. Y Donald siguió una ruta delictiva de entradas y salidas a la cárcel, como una ruta del destino. Andaba siempre a la cacería. Había salido de la cárcel apenas un mes antes cuando vió la oportunidad en 2013. Grace, una señora joven con tres hijos en una tienda departamental -General Dollar- estaba ante la caja para pagar un vestido en oferta de su niña, Cherish, de 8 años. Pero el vestido no estaba de oferta, y lo tuvo que dejar. Donald, cerca, todo lo vio y le brillaron sus ojos y sus neuronas del mal se cruzaron o ya cruzadas hicieron chispa. Se acercó amable y puso la carnada. Su esposa que estaba por llegar a esa tienda traía una tarjeta de regalo de 150 dólares y él con gusto se la regalaría. Ajá.  El caso es que esperaron y la dicha esposa no llegaba. Y la tarjeta de carnada era para gastarla en un Walmart. 

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Para eso ya eran las 9 de la noche. "Mi esposa se está tardando. Vamos al Walmart, si no le parece mal, vamos para allá, y le mando un mensaje a mi esposa para que vaya a dejármela allá". Cebado el pez mayor con la tarjeta de 150 dólares, ella accedió. Y se subió con sus hijas a la Van blanca, amplia y agradable. Llegaron a la tienda WM y le dijo: "mientras ellas llega, usted, Grace, busque las cosas que vaya a llevar. Es la tarjeta para utilizar en ropa y zapatos". Y esto hizo la señora. Pero ya eran las 10 y como que es raro. La señora Grace, güerita ella,  dijo: "las niñas ya tienen hambre, mejor nos vamos a ir". Donald sabía que ella estaba cebada, y ya con las cosas en el carrito para pagar con la carnada de la tarjeta de regalo. "Aquí venden hamburguesas, ahorita les traigo y refrescos", dijo él, presintiendo su goce animal y criminal horas más tarde". Ella pensó que si ya había esperado podría esperar otros minutos más, y mejor ya con la barriga llena. "Está bien", dijo. Solo que él dio el gancho final, el toque final, la estocada: "deja que me acompañe tu niña mayor porque no voy a poder con todo", e hizo el ademán con los brazos como si ya estuviera cargando las charolas con las cinco hamburguesas más los refrescos. "Claro, sí", dijo ella, que no sabía, no sabía lo que vendría después y en la desgracia en que desembocaría.

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Paréntesis. Hoy habrá un evento cultural recordando a Teodosio García Ruiz con motivo de su cumpleaños, en Casa Alebrijes. Mario Ávila -excelente artista plástico de origen oaxaqueño- y yo hablaremos sobre el Teo, quien dejó una estela poética luminosa, y murió joven, a causa de esas diabetes que bohemiamente olvidamos, o hacemos a un lado. Rosy Pérez y.... leerán de los poemas de Teo. Y se percibe que las vibras estarán de lo mejor, allí con Jaime Ruiz y Delia Cantoral, anfitriones que andan en una cosa y en otra, siempre activos.

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"A todos nuestros clientes les avisamos que ya se acerquen a las cajas porque es hora de cierra. Ya las puertas de entrada están cerradas, no entra ningún cliente más. Les agradecemos su preferencia, como siempre Wal Mart siempre a sus apreciables órdenes", se oyó en los altoparlantes de la tienda. En ese momento la Grace le dió un leve salto el corazón y aún pensó que podía estar Donald y su niña en la cola donde las hamburguesas y las Pepsis, y se acercó allá, pero ellos no estaban. Aún creyó que podrían andar entre los pasillos de la tienda y los imaginó, con las charolas en las manos con las hamburguesas y los refrescos. Los vocearon. Y nada. Pero aún tenía la esperanza de que estuvieran afuera esperándola y confirmó lo que su pálpito en salto del corazón le indicaba: la Van blanca ni sus luces, ya no estaba en el estacionamiento. Hasta ese momento llamaron a la policía. 39 minutos después de la desaparición. Empieza la búsqueda ya en la madrugada. Se da a conocer el alerta Ámber. Y se dan a conocer las descripciones tanto de Donald y su vehículo Van blanco.

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Por radio y televisión daban los pormenores del caso y las descripciones para que si alguien viera ese vehículo lo reportaría. Y sí. En el transcurso de la mañana del día siguiente ubicaron una camioneta circulando en las carreteras de Florida. Y hacia su captura se enfocaron las fuerzas policiales. Lo alcanzaron. Lo detuvieron. ¿Y la niña? Ella no estaba en el vehículo. ¿Qué niña?, decía él como para despistar. Las características de él y del vehículo coincidían con lo que se buscaba y lo arrestaron. Desde ese momento y días después se mantenía callado. Indiferente a los señalamientos. Su cerebro ya estaba sereno. Solo se le escuchaba decir "en el agua". Y tantos cuerpos de agua que tiene Florida. Como buscar una aguja en el pajar. Hasta que alguien recordó haber visto una camioneta parecida junto a una iglesia y detrás de esta estaba un arroyo. Allí era. Cuando la policía acudió encontrado a la niña en condiciones de terror: quebrada en sus extremidades, ultrajada, violada, huellas de golpes en todo su cuerpo.

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Las pruebas de adn eran congruentes e identificaban a él como el perpetrador, sin duda alguna. El juicio tardó casi cinco años y la condena fue pena de muerte. Por ahora me informan que está en celdas del pasillo de la muerte y que esperan las diligencias finales, porque su defensa alega enfermedad mental y "que en todo caso la madre es la culpable porque si no se la hubiera dejado para ir por las hamburguesas... etc." Sí, cómo no. ¿Y su nieve de limón?

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Los padres de Sherish se habían separado cuando la niña tenía tres meses. La custodia a cargo de ella. A Mike el padre, le correspondían visitas. Solo que él vivía en California y ella en Florida. De extremo a extremo. Los primeros traslados fueron a boleto doble, para que Cherish fuera acompañada por la madre que se regresaba sola y el padre la iba a dejar. Luego descubrieron que los menores podían viajar solos con custodia de una tripulante del equipo del avión. Y un día antes de esos viajes sucedió el fatídico caso. La madre quería comprarle algo de ropa, con su dinero limitado. Y por eso fue primero al General Dollar, y luego a la tienda departamental Wall Mart. Lo demás ya lo saben.

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Pero veamos el otro extremo. Una familia de ciudadanos suecos por motivos de trabajo se trasladaron a un pueblo de Bolivia. Tenían un niño de semanas de nacido. Ya en Cochabamba (por decir una ciudad)buscaron una mujer que les ayudara a cuidar al niño, y encontraron a María, mujer guapa, treintañera. El aprendió a caminar y hablar con el cuidado y atenciones amorosas de su nana. Ella le decía "mi chorlito sueco". El sonriente se abrazaba a ella y le respondía "mi nana".

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El trato maternal es indiscutible en la persona que lo cuida de semanas hasta los seis años. Y me refiero a trato como cuidado y conjunto de enseñanza aprendizaje. Y si a esto le acompaña el cariño amoroso, entonces todo se vuelve realmente inolvidable. Por eso las maestras de preescolar y los primeros años de primaria son precisamente eso, inolvidables. Sí, claro, los maestros también. 

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Pues eso precisamente quedó de manifiesto en el caso de la chola Ana y el niño blanco a quien ella lo llamaba cariñosamente como "mi cholito sueco". pero los años pasaron. Cuando él tenía apenas seis añitos la familia se regresó asimismo por asuntos de trabajo a Suecia, su lugar geográfico y cultural de origen. Y no se supo más. Cada quien en su ruta y destino.  La nana Ana y el suequito hicieron sus vidas. 

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Pasaron 42 años, y él, imagino yo gracias a las redes sociales, a este internet que nos ayuda (lo mismo perjudica), se logró comunicar con el hijo de ella. Y planearon darle una sorpresa a ella. 

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Por supuesto que ella no lo reconoce en el encuentro. Él le dice quién es. Juanito, el niñito sueco. Y se abrazan como de película. Luego del abrazo ella levanta las manos hacia el cielo, agradeciendo a la vida o Dios el haberle permitido reencontrarse con ese niño al que cuidó amorosamente. Sembró cariño. Cosecha cariño.

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Lo demás es lo de menos. Solo que estos dos casos muestran la moneda de la vida en sus dos caras. Los millones de células en cada cerebro se comunican de manera diferente. Los neuroconductores hacen su función. Y a veces se cruzan, los cables, a veces. Causas  y casualidades. Azares y probabilidad. 



 


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