Luis Alonso es de los que no mueren

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Ya el segundo año sin Luis Alonso. Ese 27 de mayo de 2020 fue la nota que corrió como reguero de pólvora en Villahermosa, con dolor entre familiares y amigos. Ya sin Luis, el generoso, el amable, el buscador de dudas, el conocedor de certezas, el motivador de sueños, el escritor, el autodidacta, el estudiante de sicología, el científico, el dibujante y pintor, el amoroso coordinador de talleres, el amigo, padre, hermano, esposo: "el Di Vinci tabasqueño", dijo Jaime Ruiz.

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Y ayer familiares, amigos y estudiantes correspondieron a su memoria con un homenaje, en donde se le recordó, se le añoró, la nostalgia estuvo presente, entró humo en los ojos, y donde por parte de los participantes de la mesa, Jaime Ruiz, Francisco González, Rebeca Díaz Suárez y Miguel Angel Ruiz Macdonalizo, se hizo un recorrido breve por la andanzas de su vida, esta que fue divergente, multifacética, alegre y sembradora de ideas y palabras, de colores, curiosidades y propuestas, además de ejemplo del ciudadano que sabe convivir y compartir.

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Y ayer, en voz de estudiantes de la División de Educación y artes, Dacea,  escuché uno de los mejores cuentos de mi vida, y vaya que he escuchado muchos. Perdón, he leído muchos. Sobretodo desde que me aficioné a leer la revista de Edmundo Valadez, precisamente de nombre "El cuento", donde se publicaba de los mejores cuentos del mundo, antiguos y nuevos. Y se convocaba a seguir escribiendo ese género, vaya la redundancia, generoso, dúctil, y de extensión apropiada para quienes andamos con prisas. Vaya que el cuento es una joya, fantástico, sí, donde desde el inicio el lector u oidor se vuelve cómplice del escritor. El que escuché ayer, autoría de Luis Alonso, se llama "El hombre que perdió la cabeza por su mujer".

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¿Cuento el cuento? Un apretado resumen: Un hombre pierde en apuesta la cabeza y así entra a la cantina. Su mujer lo busca, lo encuentra en la cantina y ve que no tiene cabeza. Y se desatan jocosos diálogos en su búsqueda, hasta que la encuentran y rescatan, y se la ponen de nuevo, ahora curtida en alcohol. Fantástico, ¿no?. El caso es que cada palabra, cada situación, cada diálogo de los personajes, su esposa, el cantinero, él mismo, el cantinero, el campechano y la abuelita, son verdaderas joyas, para dar como resultado, palabras de Miguel Ángel, y vaya que sabe, como uno de los mejores cuentos del mundo. Y yo me sumo a esa apreciación.

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Rebeca, quien fue Presidente de la Sociedad de Escritores tabasqueños, maestra y escritora, promotora cultural, evocó a Luis Alonso Fernandez, desde dos vertientes, tanto del familiar lejano en esa coincidencia delos Suárez, como la trascendencia de su obra narrativa. Hizo un repaso por los tipos de narrativas dentro de la perceptiva literaria, y reiteró sobre lo fantástico de parte de su obra. "Generoso", Luis.

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El Doctor Francisco González Giorgana, platica que en una ocasión con su texto en la mano, le había comentado a Luis sobre la dificultad que tenía en una parte del cuento que estaba escribiendo para subir a una muchacha al auto. "Muy fácil, escribe: le hizo una seña y ella se subió". Risas del público. Luis me enseño a subir a una chica a un auto, cuenta serio. Y en otra ocasión, más: "imagínate que como escritor tienes una bola de cristal, y puedes ver el futuro, y en él, te enteras que nunca vas a ganar el premio Nobel de literatura. ¿Seguirías escribiendo o dejarías de hacerlo?" El Doctor Giorgana daba a entender que le expresaba sus dudas e incertidumbre sobre el escribir personal de él mismo. "Y mi respuesta fue de que sí, de que seguiría escribiendo". El doctor Francisco González Giorgana es actor, maestro y director de teatro, dramaturgo, promotor cultural, premio Celestino Gorostiza  y más.

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Yo estaba sentado en la tercera fila. Adelante de mí la esposa de Luis, doña Delfina Villegas, su hijo José David, un hermano y un amigo de la infancia. Más adelante estaba la escritora Amira Rosas. El auditorio estaba lleno de maestros y alumnos. Todos muy atentos a cada palabra dicha en el evento. El moderador Miguel Ángel Ruiz Macdonel, Director de Promoción cultural, de la UJAT, muy puntual leyó una semblanza del amigo fallecido dos años antes. Y destacó las coincidencias del 27 de mayo, muerte de José Carlos Becerra con Luis Alonso Fernández Suárez. Así como el reconocimiento del cuento por leer como uno de los mejores cuentos del mundo.

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Pero además, aunque los participantes comentarían sobre la fase literaria, Macdonel contó, sobre la faceta científica de Luis, de cuando como autodidacta técnico, trabajador del tecnológico de Villahermosa, participó en un concurso de experimentos que podrían realizarse en el espacio, con motivo del próximo, en ese tiempo, viaje del mexicano Neri Vela a dar vueltas en el espacio. Y de más de quinientos participantes, Luis Alonso obtuvo el lugar 25, especificando que la mayoría de participantes eran investigadores de universidades, Centros especializados, del Politécnico nacional (IPN) y otros. Y del técnico de Villahermosa, "nadie más participó, solo Luis". Asimismo se presume, se dice, se especula, se asegura y afirma que fue el creador del cubo que se apropió e hizo famoso Rubick, ese rompecabezas cuadrado conformado a la vez por nueves cuadros por cara de diversos colores. Luis Alonso, personaje que callar callando, es de los forzadores del ser tabasqueño, con sus enseñanzas y obra científica y literaria. Sobretodo en el ejemplo predicado de que sí se puede, pero hay que hacerlo.

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La muerte enamorada, La encuesta, Historias del principio, El libro de la manada, El hombre que perdió la cabeza por su mujer, e incluido en varias antologías, entre otros, es la producción de Luis Alonso Fernández Suárez, oriundo de Tenosique, de Pino Suárez ( 1952-2020). Al finalizar su vida era estudiante de Psicología en la Universidad local (UJAT). Fu emiembor fundador de la Sociredad de Escritores Tabasqueños Letras y Voces de Tabasco. Fue coordinador de diversos talleres literarios, entre ellos del Centro titular y del penal de mujeres. Fue el primer coordinador del taller La cueva de los Alebrijes, nombre que él le puso.   

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Llegué a las doce. Y me entretuve en la entrada platicando un poco con mi amigo Pablo Gómez, doctor en pedagogía y activo académico de la UJAT, con temas sobre pedagogía y aprendizaje en las comunidades indígenas. "Te invité y no viniste a mi evento", me reprochó amigablemente. "No pude", alcancé a balbucear. "¿Qué andas haciendo?" "Hay en el auditorio un homenaje a un amigo", le respondí. En eso Amira Rosas ya estaba por subir las escaleras. Me despedí de Pablo. Y saludé a Amira. Ambos egresados de esta escuela de Ciencias de la educación, y Comunicación. Subimos juntos las escaleras. "Aquí viene Luis con nosotros, abrazado a nosotros", le dije. Así lo siento. Luis es de los que no mueren. 



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