Fátima me quitó el tartamudeo

Fátima estaba en tercero. Bella, bellísima. Yo en segundo. Hablo de la secundaria. Los grupos estaban en un edificio de tres pisos. Ella en el tercero. Yo en el segundo. Yo estaba atento cuando ella bajaba. La miraba embobado caminar ondulante, suave, y con una risa de ensueño. El uniforme guinda falda con tirantes y blusa blanquísima le quedaba muy bien. Como modelo. Su dentadura como para publicidad de dentífrico. Pero el 10 de mayo me armé de valor. Me crucé con ella (venía, yo iba). Y en el preciso instante de nuestras miradas encontradas le dije tartamudeante "Fe Felicidades!, Fa fátima". Ella se sorprendió y sonrió. No me respondió nada. Y pasaron los días. El viernes dos días antes del Día del padre se asomó por la ventana de mi salón y me llamó. Acudí nervioso. Ella me preguntó "¿por qué me dijiste felicidades el Día de la madre, Antonio?". "Por mami, mamacita", le dije y salí corriendo antes que me insultara. ¡Qué nervios y ya sin tartamudear. Ah, la bella Fátima, mi medicina. El mero Día del padre cayó en domingo. El lunes temprano al pasar por mi salón de nuevo me llamó. Acudí temeroso. Al momento de encontrarse nuestras miradas me dijo: "Felicidades, papi". Yo me sentí el hombre más feliz del mundo. Por esas dos palabras de Fátima. "¿Y mi abrazo?", dije. Y nos abrazamos fuerte. Como de película. Nunca olvido su tibieza de cuerpo junto al mío. El encuentro y cercanía de dos corazones palpitando acelerados. Pero sobretodo que su cariño me quitó lo tartamudo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

lecturas 20. Poemas de Carlos Pellicer Cámara

Rigo Tovar y Chico Ché

Max in memoriam