Que duro es ser albañil

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Yo también tuve mi época de pelo largo. Andaba yo quizá entre los 16-18 años. Y los amigo de mi papá, los vecinos, al verme, sonriendo me de ían "ya dale de comer al peluquero. Lo decían de broma, por supuesto. El peluquero era un veracruzano de Alvarado, por lo tanto mal hablado. Así que cuando decidía a contármelo porque nos pedían fotos oficiales en le escuela, iba con él a que me lo cortará y me decía: ya no habías venido para que yo coma". Y se reía agregando el " no es cierto". 

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Todo lo anterior para señalar sobre los oficios que Dan de comer y nos solucionan problemas, sea el plomero, el carpintero, el jardinero y todos los demás que usted recuerde. Pero sin duda alguna uno de los más pesados es el de albañil. Ya le diré por qué.

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Como buen norteño me encanta comer carnes asadas y asarlas yo. Con cualquier pretexto descongela carnes y algún embutido y enciendo la lumbre. Me he especializado en ello con las tantas formas de hacer fuego. Me siento todo un cavernícola fraccionado dos pedernales hasta que sale la chispa. Y de pronto ya está encendiendo el cabrón carbón.

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Y nunca he comprado asadores caros, una porque soy tacaño norteño y otra porque me gusta que sea algo rústico. Desde un rincón adaptado, hasta la parrilla de los hornos de estufa. Y claro que también he asado carne poniendo unos bloques como base para la parrilla. Por cierto un amigo me enseñó a asar carne atravesada esta en varas de tamarindo, que es mader dura y le da un sabor mejor a la carne.

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El caso es que decidí desde hace muchos meses hacer un asador de ladrillos pero con diseños del programa de Youtube "hágalo usted mismo". Entonces me dije pues lo haré yo mismo para satisfacción  personal y orgullo de la familia.  Ya me imagino cuando mis hijas asen carne, sus amigos o amigas: "ay, qué lindo asador, se ve que lo hizo un buen albañil". Y una de mis hijas con irgullo: "lo hizo mi padre".

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No está por demás decir que de niños no había carne para asar en nuestra casa. ¡Ay!. O cuando había era vigilia. Así que cuando leí o escuché, me puse a investigar qué era ser pobre. Porque de niños no lo sabíamos. Es verdad ¡Proletarios del mundo, uníos!

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Me jala el tema por otros rumbos proletarios. Pero decía de oficios y asadores. Pues decidí ayer empezar a hacer mi postergado asador personalizado. Ya tenía grava y arena en la casa. Ya tenía pala y nivel. Y compré un bulto de cemento y diez bloques para empezar. Dios mío que caro está todo. 345 pesos todo ello.

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Me asesoré con el citado tutorial de Youtube. Y a distanc8a vía teléfono con una ingeniero de casa. Por cada tanto de cemento, van dos de arena y tres de grava, me instruyó. Lo primero es seleccionar el lugar, y hacer un firme. Así se le.llama a una base que va sobre la tierra. Claro había que trazar medidas. Y la escuadra, que nunca falte y el nivel. Pero qué dificil y cansado es ser albañil. 

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Emparejar la tierra. Aplanarla. Hacer la mezcla. Previo tener una jarra de limonada cerca, por eso de las insolaciones. Y luego acarrear los tantos de arena, cemento y grava. Y para eso ya sentir que todo es tan pesado, que uno ya no está para esos trotes, e imaginar el destino de millones de hombres en todo el mundo que se ganan la vida de esa manera, construyendo casas y edificios que nunca habitarán y que no habrá quién se acuerde de su nombre y su risa.

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Yo quería rendirme a las diez paletadas haciendo la mezcla. Y veía que todavía le faltaban como treinta paletadas más. descansar diez minutos. Luego sentir temor de que se endurara. Y otro vaso más de agua limonada. Y secarme el sudor a chorros. Para eso el sol daba en su punto. Y sentía arder mis brazos. Y terminando de hacer la mezcla, sonreír. Me dije: esto es lo más duro. Ya solo quedaba echar la mezcla en el rectángulo preparado. Y luego pasarle la cuchara para alisar. Pero oh, me faltó mezcla y hacer otro tanto, aunque como la mitad de la anterior. Y allí me ven de nuevo.

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Cierto. Pesa más la pala que un lapicero. Se cuenta de un ingeniero que tenía un hijo que terminando la secundaria dijo que ya no quería estudiar. Que mejor le ayudaría en las obras. Veía a su padre en su camioneta Cheyenne visitando las obras. Dando órdenes. Y así se imaginó. Solo que no contaba con la astucia del padre. Al día siguiente lo levantó temprano. Lo llevó a una obra. Lo entregó al maestro albañil, "un ayudante más, Pedrito". Ya antes le había dicho que mandara a su hijo a cargar el bulto de cemento (50 kilos nomás), acarrear arena y grava. Y hacer mezcla. Tres días le duró la rebeldía al muchacho. Al cuarto día, todo ampoyado de las manos y adolorido de todo el cuerpo le dijo a su papá, el inge, que quería seguir estudiando preparatoria. 


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