A cierta edad

1

Hoy me parece lunes siendo miércoles. La semana ya va entrada en sus días. Y el mes va rumbo a la mitad, acercándose las celebraciones del Día del maestro y la maestra. Y allí hay muchas cosas por celebrar, los que recorrimos ese trayecto en la enseñanza. Solo que el cristal ahora con que lo miro es el cristal de maestro jubilado. Y es otro tono dicho color. Solo que sea de paso el decirlo, el cristal fue pulido asimismo por maestros de la escuela y de la vida. 

2

Y es que con el paso del tiempo, a cierta edad se miran las cosas diferente. Lleva uno en la bolsa otros sueños, y el balance a diario hacemos para analizar lo que hicimos y lo que nos queda aún por hacer. Y si antes en la despedida nos decían hasta mañana y respondíamos igual, con cierta edad agregamos un conciente "Dios mediante", por si las dudas y el amanecer ya no estuvo a nuestra vista. Y es verdad, de cierto modo. Un asesino silencioso se agazapa en nuestro cuerpo y nos mina poco a poco y no sabemos en qué momento dará la estocada final. El "cuídate" que nos decían en la adolescencia, es distinto al "cuídate" de ahora. Antes por l dolencia o embarazos, ahora por la salud, las reumas, la polilla y la diabetes.

3

A cierta edad miramos los colores más tenues. Y la luz del sol nos lastima y por lo tanto empezamos a usar gafas oscuras por necesidad, ya de cualquier marca, cuando antes eran ray ban y sin necesitarlos los sacábamos a lucir con cualquier motivo, porque éramos artistas de cine en nuestra juventud, aclaro, de la película real de uno mismo. Sentimos que todos nos miran con admiración, ahora con inseguridad interna creemos que nos miran con piedad o misericordia.

4

A cierta edad tenemos el infortunio de caminar más lento, aunque decimos que el corazón es el mismo, que no envejece, y se emociona igual con atardeceres y amaneceres, sintiendo ya nostalgia por el día del futuro en el que no estemos y amamos la vida con más razón, sin faltar la ocasión en que lloremos al ver las nubes cargadas de agua y añoramos los tiempos de la humedad pertrechada en nuestro cuerpo, aquel que vibraba ondulante al paso de la vida y sin mediar justificación: una ola de mar, una sonrisa, la posibilidad de un verso, de un beso.

5

A cierta edad se vuelve al niño que dejamos por las prisas, que sonreía sin invitación, que se enfiestaba en el juego, que deliraba diálogos con personajes de historietas y se metía en los libros solo para vivir otras vidas en la fantasía de los colores, de los sonidos musicales y los viajes a otros planetas sin despegar los pies de la tierra; el cometa era el vehículo para transportarnos veloces a otros confines, o nos subíamos a las crines de un caballito de palo, o en el circular del los caballitos de feria. 

6

A cierta edad se piensan dos veces las cosas, no por miedo al qué dirán, ni otra torpeza como esa, sino para ver si la rodilla y la espalda responden cuando menos con menos exigencia, y si los pasos serán motivos de dolores, de sinsabores, de pretextos para decir aquí me quedo, ya no sigo, porque el soponcio presiento está por darme, aunque no lo diga- ay- me siga haciendo el valiente, y diga que aquí me siento en este lugar, ustedes vayan, porque haré una llamada, y sea solo el pretexto para respirar más lento y el corazón entre de nuevo a su ritmo.

7

A cierta edad aterrizan los sueños, se vuelven a veces más pedestres y se desinstalan las aplicaciones de algunas utopías. No todas, por supuesto. Se reacomodaron el pensamiento. Se ubican mejor las rutas, se revisa la brújula, y el destino es un presente impostergable. A cierta edad el amor se encuentra en otras direcciones, menos ambiciones, menos exigente, más realista. 

8

A cierta edad la historia toma forma de presente, la filosofía, como el animal, se sosiega, se mira el universo de otra manera, la noche estrellada dicta de otro modo en el pensamiento. Los azules sos más límpidos. Los caminos más seguros. Las piernas inseguras. Y la mirada filtra los ocasos.

9

A cierta edad vamos a la deriva, solo el amor escaso y la rara amistad se mantienen. El puerto que sigue es la esperanza de atracar más sabio, más paciente, menos exigente. Y admiras las gaviotas en su vuelo. Y la alta ola ya no la desafías como antaño, en que la saltabas porque sabías que de ese tamaño es el reto de la vida. Es verdad la añoranza, un viejo reto la vida. Y el recuerdo viene de nuevo a provocar sonrisas. No tragaste de un trago el mar de la adolescencia. Y allí sigue majestuoso, con peces muertos y más olas y más orillas.

10

A cierta edad la vida se mantiene al día, el verso tiene otro sonido. la fama sigue siendo perra rabiosa. Se escudriña el horizonte como acto reflejo. Y el pensamiento va, vuela y regresa. "Qué informal el señor, mira viste de rojo, y de verde su rabo, cuando su color de por edad debe ser el gris, café o negro, ya en aviso del luto presentido. Y la gente no calla en su mal decir, crítica sin sustento, como cuando niño, adulto y ahora viejo. Preciso entonces a cualquier edad seguir soltando las bridas al caballo, el pelo suelto, quitarle freno al deseo, las trancas a la puerta, y dejad que el viento siga dando en la cara y si es posible hacer reír a las muchachas, aunque desdentado y sin acento sea el chiste, el verso será sin duda menos fallido, porque ahora la sonrisa sigue siendo motivada por la risa misma.

11

A cierta edad el amor no desmerece, sigue siendo el rey del sentimiento, el organizador del universo, y con la amistad sean en definitiva los verdaderos sentimientos humanos. Organizaos, que a cierta edad  seguimos poniendo la mirada en lontananza, y el saco gris fue cambiado por un azul intenso. Aunque cierto, los lentes negros por las letras grandes. Y la lupa ni la pluma falten en el bolsillo. Ese es nuestro brillo, aunque nadie ya lo mire. Porque de vez en vez seguirá volviendo la palabra a pronunciarse desde el silencio de la hoja. 

12

A cierta edad la vida y la muerte se demuestra que son tan solo un espejismo, un sueño, un mito, un delirio.




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