Ficción entre las sombras

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La sucesión presidencial a finales de 1924, desató la pugna por ocupar su lugar, entre el ministro de la Guerra, Ignacio Aguirre y el Ministro de Gobernación, Hilario Jiménez. Aguirre está consciente de que no es suficiente tener la aceptación popular de obreros y campesinos, o más bien de sus líderes, sino que se requiere principalmente la aceptación del presidente saliente, a quien Martín Luis Guzmán, el novelista, lo identifica como El Caudillo. La novela fue llevada al cine en 1960, por el director Carlos Bracho, y por el tema que trata, las pugnas, traiciones y acuerdos en la política, fue enlatada, hasta que finalmente en 1990, en la presidencia de Carlos Salinas De Gortari, fue autorizada su exhibición. 

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Yo la había visto como unas cuatro veces. Y anoche precisamente la vi de nuevo. Magnífico el guion basado en la novela homónima. Y excelentes las actuaciones de Ignacio López Tarso, como Hilario Jiménez y Tito Junco como Ignacio Jiménez. Y un elenco brillante, que da un panorama amplio y preciso del destino que cada hombre asume en la lucha encarnizada por el poder, con sus propios códigos, en los que la amistad se encuentra siempre en segundo o tercer plano, y los intereses por hacerse de la posición son los que van determinando las acciones. Ninguno cree en la sinceridad, si la hay, del otro.

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En México la sucesión presidencial es cada seis años. Y siempre al final de cada periodo de gobierno suceden situaciones que se cuentan luego, al ser develadas por los participantes. Creyentes de un bando y otro se enfrentan en disputas, y finalmente aparece la realidad mostrando las costuras de los acuerdos palaciegos, de cúpula. La lucha por el poder justifica las acciones. El poder al servicio de las causas de facciones, independientemente de los discursos. Siempre hay algo que se oculta a los ojos del público. Siempre hay información reservada para años después, cuando haya pasado el vendaval. Y sean las nuevas generaciones las que se encuentran en los entretelones de las nuevas luchas.

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Ignacio Aguirre, el poderoso Ministro de la Guerra determina someterse a los designios de El Caudillo. Sabe que él no será el candidato. Y decide hablarlo con Él. Le expone con franqueza las razones para retirarse de la contienda. Una de ellas, porque no cuenta con Su respaldo. En todo caso "si llega a ser Jiménez el candidato, no lo será por mi respaldo, sino por el respaldo del pueblo", le responde el presidente. Todo está dicho. Al buen entendedor pocas palabras. Entonces Aguirre decide hablarlo de frente con Hilario Jiménez (López Tarso) y ponerse a sus órdenes. Las razones son las mismas. El favorito del presidente le pide como prueba que destituya a dos o tres jefes de las principales plazas militares y que ponga a sus  (de él, de Jiménez) militares leales. Aguirre le dice que solamente que se lo pida el Presidente. Se despiden con rispidez. Aguirre con el rostro desencajado. Ninguno de los dos confía. El destino se va cumpliendo.

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Toman la decisión de golpear a Aguirre donde más le duela: secuestran a su amigo Axcaná, periodista, alter ego del autor de la novela, lo golpean y emborrachan. Aguirre investiga y sabe mediante declaración jurada del autor material, que las órdenes directas fueron dadas por su contrincante Jiménez, el favorito de El Caudillo. Entonces la lucha se recrudece. Aguirre renuncia al cargo que ostenta, con la esperanza de que las fuerzas a su favor lo lleven a imponerse al designio de El Caudillo y por lo tanto a su rival que busca la misma posición. El presidente recibe información tergiversada de que Aguirre se ha levantado en armas. La prensa afín al régimen así lo destaca en sus titulares. El teatro de los acontecimientos se sigue desarrollando. Aguirre recibe la información del plan secreto del régimen para asesinarlo a él y sus amigos. Analiza la situación y deciden refugiarse en el cuartel militar de sus generales leales, con quienes une amistad. Entre Guadalajara, Puebla y Toluca, se decide por este último, donde es recibido por el titular de esa región. Y le ofrece su respaldo. 

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Tengo diversos grupos de amigos que se encuentran enfrentados por el presente, unos a favor de los blancos, otros a favor de los rojos. Cada grupo expone sus consignas sin razones, a las más igual de creíbles y asimismo lo contrario. Yo trato de no opinar. Me pregunto: ¿Qué diría mi padre, o tal maestro al respecto? Y llego a la conclusión que nadie tiene la verdad completa. Que son más las cosas que no sabemos. Y que la propaganda está diseñada precisamente para asegurar a los propios, y desmantelar a los indecisos. Y que en ese sentido la verdad se dice parcial o media, según la medida que se requiera. Hasta el punto que las mismas mentiras son presentadas como verdad.

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Sergio García Ramírez era el Secretario del Trabajo cuando el presidente era José López Portillo (1976-1982). Y era precandidato para la sucesión. Había ya el enfrentamiento dentro del partido único entre los nacional revolucionarios, por decirlo de esa manera, y los neoliberales, cuyo precandidato visible era Miguel De La Madrid. Solo que las señales de quien decide, se envían para ocultar lo más posible a quien va a ser. Por esos días de efervescencia preelectoral era cumpleaños de Don Sergio. Cuentan las crónicas que en la madrugada de ese día de fiesta, a su casita llegaron camiones de todos los estados de la república con música de banda y mariachi, suficiente para alegrar a los miles de asistentes, porque algunos gobernadores habían interpretado que el bueno en la sucesión era García Ramírez. Este salió a recibirlos, pero sabía que era señal equivocada, porque el presidente no le había dicho nada. Semanas después destaparon a De la Madrid, y se inició la etapa del neoliberalismo rapaz.

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Carlos Salinas se impuso electoralmente a Cuahutemoc Cárdenas en 1988, con maniobras resumidas en una frase como "la caída del sistema". En el último día del año de ese 88 el Congreso autorizó la quema de toda la papelería electoral. Ah, cómo no recordar que esas elecciones se llevarían a cabo el 6 de julio, pero el día 2, fueron asesinados Xavier Ovando y Román Gil, operadores del sistema de la campaña de Cuahutémoc Cárdenas. Ellos habían diseñado una estrategia, mediante la cual tenían a 2 representantes en cada casilla que les iban a reportar vía telefono incidentes y resultados. Y el 23 de marzo de 1994 fue asesinado el candidato presidencial del PRI Luis Donaldo Colosio Murrieta, en Lomas taurinas, Tijuana, BC. Y esto es apenas una pequeña muestra de lo que se sabe públicamente. Aunque es mucho más lo que no se sabe. 

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Volviendo a la película. Ignacio Aguirre y sus amigos llegan a Toluca. Se hospedan en un hotel. Hasta allí llega el general a cargo de esa plaza.  Le expone la situación por la que están pasando. Les asignan un pelotón de guardia "como si fuera candidato presidencial". Solo que pocas horas después cambian las indicaciones. Los desarman, los mantienen en celdas, donde les hacen llegar un periódico donde los titulares hablan del levantamiento armado, y de su detención por parte de los leales militares mexiquenses y los llevan rumbo a la Ciudad de México. En Huixilac, Morelos, son esperados por un grupo de soldados y fueron vejados y asesinados.

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Largo sería el recuento de hechos conocidos en la lucha por el poder, en todas partes del mundo. Lincoln asesinado; los Kennedy, John y Robert, asesinados; Martin Luther King Jr, asesinado; Nelson Mandela, 27 años encarcelado. Madero y Pino Suárez, asesinados. Salvador Allende, asesinado.  Mahatma Gandhi, asesinado"Tú también, Brutus", dicen que dijo Julio César estupefacto al recibir las puñaladas y ver a su amado hijastro entre sus verdugos. Daniel Ortega, cuando perdió las elecciones en los 90 ante Violeta Chamorro,  dijo "cuando volvamos al poder no lo vamos a soltar, por lo que el año pasado encarceló a sus contrincantes políticos y hace semanas declaró apátridas a cerca de 300 nicaragüenses, entre ellos ex amigos y compañeros de lucha. Y la lista es interminable en toda la geografía y todas las épocas. Es la lucha por el poder el vínculo entre todos los hechos consignados. Es la motivación por alcanzarlo, detentarlo, usufructuarlo y mantenerlo.

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La novela "La Sombra del caudillo" y la película homónima basada en ella, no cuenta a manera de historia hechos reales, sino toma hechos reales y los recrea mediante licencia literaria. Martín Luis Guzmán, de hecho, reconoce que suspendía la escritura de sus novelas, porque otras causas de lucha lo distraían. Y cuando perdía, lo desterraban o exiliaban, se dedicaba a recrear, ayudado con su memoria, testimonios de amigos, y la ficción que acomoda los hechos, y al recrearlos, los presenta de nuevo, como sucesos reales, cuya geografía es el papel o el celuloide. 


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