Las cosas sencillas

1

Están junto a nosotros. Las utilizamos a diario. En ellas y su uso está el secreto. Son las cosas sencillas. Parecen no componer mundo. Pero sin ellas nada tiene sentido. Prueba a vivir sin ellas. Y verás su valor imprescindible para la buena vida. Aquí destaco solo algunas. Cerca de ti tienes estas y muchas otras. Reconocerlas y valorarlas depende de ti. 

2

Valora la compañía. Pero más la soledad. Ella está contigo, es parte de tí. Intrínseca. Como tu misma piel, la cual si te la quitan dejas de ser tú. Imagina tu rostro sin la piel de tu cara o el cuerpo todo.  Sólo imagina. Así es la soledad. Viene contigo desde antes del nacimiento. Va contigo durante años. Y al final te acompaña en tu trance final. La entierran junto contigo y con el paso de los días ambos se funden: soledad y polvo.

3

Insisto: la soledad. Porque con ella tienes todo el tiempo para pensar en ti, analizar las estrategias de vida, definir las metas, rumiar cuitas. En soledad puedes escudriñar sobre el qué, cómo, cuándo por qué y para qué de la existencia. Duele, sí, pensar. Porque nos acercamos al abismo, frontera con el vacío y la nada. Y la mayoría le rehuye. Tan pronto entras a la casa, la mirada busca los controles del equipo de audio y de la televisión. También, claro, sirve para compañía la mascota, si es que tienes o te tiene. Y de allí ya abandonas a tu yo, para fundirte en la serie de moda, la canción de moda, la croqueta de moda.

4

Valora el aire. No refunfuñes si te despeina. No te enojes si se ha detenido y por tanto las hojas quedan quietas y la bandera nacional está solamente colgando. De todos modos el aire circula, como moda. Y entra a ti para llevar el oxígeno vital, y con él la vida hacia los extremos de cada milímetro de ti. De preferencia respira profundo las más de las veces. Y verás que la calma se apodera de ti. Tanto ha fallado la educación en general que no nos enseñaron a respirar bien, a observar los detalles, a amar lo sencillo y ni a lavarnos perfectamente las manos. Todo lo demás es secundario. Lo anterior es vital.

5

Valora el agua. Tibia o fría. Líquida, en vapor o sólida. En hielitos para la limonada. Con la que te refrescas en el río, laguna o mar. La que tienes a la mano en la llave o regadera, aunque no sea potable. Hay quienes la tienen que ir a buscar a kilómetros de distancia. O llega a cuentagotas en las colonias de la periferia. Y muchos tenemos el "privilegio" de tenerla disponible tan solo estirar la mano.  

6

Valora la luz. A raudales la tenemos en el día, aún con con nubarrones, aunque menos. Nos permite activar la vista, y comprender formas, lineas, colores. Nos permite admirar la risa, el guiño. Y detectar las miradas vacías, la tristeza y angustia de los otros, para acercarnos, dar un abrazo, decir unas palabras de aliento, poner nuestro hombro, ser bastón del que sufre. La luz nos cobija, nos devela secretos. Nos irradia. Cuando tengas oportunidad lee la alegoría de La Caverna, de Platón. Con ella comprenderás lo que significa la luz en su más amplio concepto. Solo vemos el movimiento de las sombras, porque vivimos en la oscuridad total. Es la caverna donde estamos. El atrevido, el visionario, el artista, camina dando tumbos, hasta llegar a la entrada, y se da cuenta que las cosas tienen colores, y con tantos matices. Regresa a contarles a los que están en el confort de adentro, encadenados a las apariencias. Y nadie le cree. Lo tachan de loco. 

7

Tu casa. Dale el valor a tu casa. Sea la más humilde o la más espaciosa. Los lujos de la creatividad y misericordia están en tu mente y corazón. La casa es accesorio para cubrirte de las inclemencias del tiempo. Es como la cueva para el pre y el homínido. El Sapiens le ha puesto adornos, la ha espaciado y llenado de inútiles cosas. Pero es tu casa. Sea un Partenón, una modesta casa de interés social, o un cuarto rentado de azotea. Te cuento que mi padre se sentaba en un viejo sillón de madera, en el patio de la casa, de frente al callejón, para ver pasar y saludar a las personas. Teníamos una casa de madera vieja y láminas de zinc. Al centro del patio un alto pino canadiense de unos 20 metros de altura. "¿Qué haces, Juan?" "Aquí tomando el fresco en mi palacio", era su respuesta. Era él un Rey, y su casa era su palacio. Y como todo rey, murió un día. Y la casa allí sigue. Le sobrevive.

8

Valora la cuchara, el vaso, la taza y el plato. Si te das cuenta, todo ello forma parte del ritual de la alimentación, de la que no has perdido la costumbre de realizar. Dichoso y feliz si te alimentas tres veces al día. Hay familias que solamente dos. Y hay quienes solamente una vez. Ya no me quiero ni imaginar las que no tienen manera ni siquiera para una vez. Y entonces el hambre es canija, y más el que la aguanta. "La comida es la mejor medicina para el hambre", dicen que decía mi abuela materna, a quien no conocí. Por eso valora a tu abuela y abuelo. Son memoria, historia. Yo fui huérfano de ellos.

9

Valora el suelo. Con nuestros pies nos mantenemos en contacto permanente con la naturaleza. Aún a través de calcetines y zapatos. Aún con el calcinan concreto y chapapote, la tierra hace su parte y no pierde el contacto con nosotros.Y más: es el suelo donde todo pasa, todo se asienta, todo germina y cerca, es donde posa el agua, descansa nuestro cuerpo. Hay quienes  utilizan el suelo en horizontal para hablar de amores muy cerquita al oído. Incómodo, sí. Y al final el suelo nos recibe para fundirse con nosotros.

10

Valora ver películas en casa. Mas no sea por escaparte de ti mismo y de los tuyos. Pregunta al que sabe, sobre algunos temas que te interesen. Así te recomendarán alguna de historia (Espartaco). Alguna de romance (Casablanca, Cinema Paradiso). Acción. De superación. De ciencia ficción. Fantasía. Algún documental sobre Palestina, pulpos o estrellas. Alguna biográfica de personas que a pesar de las circunstancias adversas salieron adelante. Algunas sobre la libertad. De lucha de toda la vida. Sobre la vida y vicisitudes de algún artista o político estadista. Sobre Cristo, desde la visión de los grandes directores. Sobre la miseria extrema. El amor y la amistad. La ambición humana. Luchas por el poder. Adereza esos momentos con unas palomitas de maíz.

11

Hay cosas sencillas y pequeñas. Hacen nuestra cotidianidad. Serrat: "...Como un ladrón/ te acechan detrás de la puerta/ Te tienen tan a su merced/ como hojas muertas/ Que el viento arrastra allá o aquí/ que te sonríen tristes y/ nos hacen que lloremos cuando/ nadie nos ve." 

12

valora los caminos. A través de ellos llegas a casa de amigos. Vas lejos y vuelves. Valora la silla donde descansas. Los lentes, gracias a ellos lees, miras detalles, curvas, miradas. Valora el pañuelo con el que te secas las lágrimas, limpias el granate de labios impreso en la mejilla. Valora el jabón, el gel. Valora el libro. La pluma. No olvides valorar la cama, tálamo, en el que se dijeron consejos, se tejieron intrigas, por las que imperios cayeron o se levantaron. Valora sobre todo la vida, en las formas y manifestaciones que sean: plantas, animales. Valora tu vida, única, irrepetible, fugaz y efímera.




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