La poesía llena y hiena

Poesía:

Te escribo, porque te busco. Y a veces te encuentro sin reconocerte. Sé que andas por todas partes y a todas partes vas. Se que a nadie discriminas, como la muerte. Eres fácil para quienes te comprenden y te quieren. Y difícil para el avaro, para el banquero, para el usurero. Se que duermes en los rincones y en almohadones de plumas. Y eres como una damisela tonta aunque noble y buena porque no cobras. Te das por amor sin compasiones.

Y mira cómo anda el mundo. Aún así te escribo carta aunque los carteros llevan solo misivas de la usura y el comercio. Y esos textos fríos y dolorosos solo hablan de deudas por morosidad, de ofertas de seguros y servicios funerarios, de propaganda, de espectáculos banales y de moda que promueve y alienta la bulimia.

Te cuento, soberana y humilde poesía, que de niño he sabido encontrarte, porque no te buscaba. Miraba las hormigas en fila, la lluvia caer sobre los techos de zínc y a mi madre moler el nixtamal. De adolescente te encontré en los humectantes labios de la muchacha que se acurrucaba en mi pecho, en la sensibilidad de mis manos al tocarla; en el beso sublime de cualquier color. Tu voz era cantarina y con sonrisa de diosa. Te escuchaba, poesía, en los concursos de declamación, mirando el rostro del ganador y los rostros tristes de los demás participantes. Pero comprendía que a todos ya los habías tocado con tus sonidos cantarinos; incluso a los que solo escuchábamos como público.

Y déjame que te cuente, que he andado en mercados, colonias marginales y barrios. Y te miro en el niño durmiendo apacible al lado de la tejedora. En la sonrisa desdentada del muchacho que mira la luna. En el viejo que cae y se levanta a duras penas, y sonríe porque sabe que así es el destino del hombre. Te miro en el café humeante y en la taza vacía luego de largas pláticas y sueños. 

Sabes, te quiero más en los salones de clase, donde ronda el futuro anunciando próximas tempestades. Te quiero en el palacio nacional de todos los países, donde se toman decisiones. Te quiero en los partido políticos donde tienen como propiedad la bandera de los pobres, y trabajan en su mayoría para los ricos. Te quiero en las estaciones de radio y televisión y en todos los muros de las redes sociales.

Pero sé que no basta con querer. Porque siendo democrática estás donde está la humanidad libre de ideologías y banderas políticas.

Yo sé muy bien que quien te busca no te encuentra. Y que estás donde no te buscan. Sé que no te aferras a entrar donde no te llaman. Y como en el juego donde pierde el que apuesta por necesidad, no estás en las urgencias, ni en los apremios. Porque eres de un material intangible que se adhiere donde menos lo esperan.

Me han dicho que estás en los caminos, en la siembra, en hoteles y moteles, en el campanario, en las iglesias vacías a donde entran de vez en cuando los desesperados., y en donde se escucha a cada rato por las noches "chato son mil pesos".  Que estás en las oraciones a Dios. En las cartas de amor y en los recados amorosos escolares. Me han dicho que eres la mariposa en el vuelo, el colibrí en la flor, el carpintero cuando su pico  como formón abrió grietas en el tronco de los árboles. Que vas en la oruga hacia la mariposa. En el silencio y en la palabra.

Me han dicho que haces volar, soñar, anhelar. Que sí, que no, que quizá, que a veces. Pero que nada te es indiferente. Y que también te asomas a los bancos y al comercio, pero allí en los trabajadores que comen de pie y no en sus horas. Entras a las cárceles y a las escuelas donde están los condenados a vida y condenados a muerte. Y que navegas en mares calmos y procelosos. Y entras al fondo del río para encontrarte con cadáveres devorados por peces. Y andas en la frontera con los indocumentados. Ríes con los peces y delfines. Abrazas al elefante y a la hiena. Y asistes a los enfermos de amor que invocan a la luna llena.

Sé, poesía, que te puede parecer ridículo que te dediquemos un día específico, como el día de la hamburguesa, de la nieve de limón y de la felicidad. Pero sé que comprendes también el espíritu humano plagado de lugares comunes. Comprendes todo lo que se hace y deshace en tu nombre. Y nada te abruma ni apesadumbra. Porque más allá de los discursos y las buenas maneras, estás donde debes estar y en el momento en que debes estar. Por decirlo así, en el nacimiento, en el amor platónico y carnal, en la reproducción luminosa y eres mucho mejor que Los Santos óleos en la muerte. Y sospecho que asimismo estás más allá del polvo y de la eternidad y de la nada.

Déjame, poesía que te abrace en mi silencio. Permite que te lea y te anuncie. Y de vez en cuando asómate a mi vida. Y que te sienta, no importa que no te nombre.

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