¡Quién supiera escribir!

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Sobre leer y no leer, y como se forman estos dos seres maravillosos, ya se ha dicho mucho. En este texto me enfocaré a como se forman los que escriben. Bajo la premisa de que es el invento de la escritura (y por consiguiente la lectura) lo que logró que el homínido diera el salto maravilloso (por no decir milagroso) hacia el homo sapiens, lo cual no es poca cosa. Aunque, viéndolo bien, a la naturaleza le hubiera sido indiferente si se queda en homínido, si evoluciona hacia otra especie, creo que hasta le hubiera ido mejor a la naturaleza.

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Escribir es pasar lo que se piensa, a un texto escrito, y que pueda ser entendido por las personas que saben leer; y por tanto ese texto puede perdurar, si es conservado, para otras generaciones. Nos ha pasado por ejemplo que cuando andamos buscando en la bodega, nos encontramos con cartas de amor que fueron escritas por los bisabuelos o tatarabuelos. ¡Qué letra tan más bonita tenían! O en un libro impreso hace 200 años leemos una dedicatoria, digamos también amorosa. Eso significa escribir: que haya comunicación en dos seres, sea en tiempo sincrónico, o en tiempos muy distintos.

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Recuerdo por ejemplo el poema de nombre "¡Quién supiera escribir!", en la que una humilde mujer va  con el  cura del lugar a que le escriba una carta de amor para el hombre que quiere. Es un poema de Ramón de Campoamor. "-Escribidme una carta, señor Cura. /—Ya sé para quién es./—¿Sabéis quién es, porque una noche oscura/ Nos visteis juntos? —Pues./ —Perdonad; mas . . . —No extraño ese tropiezo./ La noche . . . la ocasión . . ./ Dadme pluma y papel. Gracias. Empiezo:/ Mi querido Ramón:/ —¿Querido? . . . Pero, en fin, ya lo habéis puesto . . ./ —Si no queréis . . . —¡Sí, sí!/ —¡Qué triste estoy!  ¿No es eso? —Por supuesto/ —¡Qué triste estoy sin ti!/ -Una congoja, al empezar, me viene . . ./ —¿Cómo sabéis mi mal?/ —Para un viejo, una niña siempre tiene/ El pecho de cristal..."

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Y así va el poema, con el refunfuño de uno y otro, ella porque el cura sabe y va adivinando lo que ella siente, porque los ha visto juntos. Y ella al final dicta que sin él se quiere morir. El cura esa parte no quiere ponerla al papel porque es pecado. Y es cuando ella dice la expresión que da nombre al poema ¡Quién supiera escribir!

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Cuando nos referimos a escribir, no estamos pensando en ese aprendizaje básico que se dio cuando teníamos 6-7 años, en la escuela primaria. Sino al hecho de querer y sentir la necesidad de escribir de una manera casi cotidiana. Lo cual va ejercitando nuestro cerebro para mejorar la función de pensar. Y conscientes de que para escribir mejor cada vez, se debe asimismo adquirir el hábito de leer sobre temas que nos gusten, que disfrutemos cada uno de los capítulos o apartados del tema tratado. No es fácil, aunque tampoco es difícil. Solo se trata de tomar una decisión, claro si se quiere ser más hábil en esa actividad fundamental  para el desarrollo personal. 

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Ya lo decía el Nobel José Saramago: "es común escuchar que los doctores recetan hacer ejercicios físicos como caminar, correr, hacer algún deporte como fundamental para la salud física. Y nunca recomiendan leer y escribir como ejercicio para el desarrollo mental. Así vemos los gimnasios llenos y las bibliotecas y librerías vacías". Y por algo lo ha de haber dicho ese genio de la narrativa portuguesa y universal.

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Ya he comentado que mis padres eran analfabetas. Mas hago una precisión: mi padre sabía leer deletreando. No fueron ambos a la escuela. Nacieron en San Felipe Torres Mochas, Guanajuato. Se casaron y se fueron al norte a buscar el sueño americano. Y finalmente se quedaron de este lado del río Bravo. Así que de niño yo veía a mi padre leer el periódico, leer las revistas semanales de memín Pinguín, Lagrimas y risas y otras. Y lo hacía en voz alta, de le trean do porque no podía leer en silencio. Pero sí sabían ellos de la importancia de la educación y por lo tanto a todos sus hijos e hijas mandaron a la escuela.

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Hay, cierto, quienes escriben  ya como "escritores" y no tienen el hábito de la lectura. Sus textos se van quedando mancos o cojos. Tienen un tope en su nivel. Y bueno, esa es su responsabilidad. Y asimismo es conveniente especificar que cuando recomendamos adquirir el hábito de leer y escribir no es porque pensamos que vayan a ser escritores en toda la extensión de la palabra. Sino, y lo dije al principio, porque es desarrollo personal en el pensar. Al ser lector-escritores activos, se pueden expresar mejor, dar mejores opiniones en las juntas de trabajo y redactar mejor los oficios de oficina. 

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Pruebe un día. Decídase. Si ya aprendió a leer y a escribir allá por los años cuando tenía como 6 o 7, entonces empiece. ¿Sobre qué? Sobre cualquier cosa o tema, de cualquier manera y a cualquier hora. Así sean tres o cuatro renglones diarios. Pero siga leyendo cuentos, novelas, poemas. Así poco a poco su necesidad de expresarse se irá mostrando mejor en sus textos, al ir desarrollando la habilidad. Decían por allí. Miremos un árbol. Y escribamos "Hoy he visto un árbol. Tiene sus hojas verdes y un tallo café". Y allí lo dejarás. Al diá siguiente lo volverás a ver de nueve. Y miraras otras cosas. Quizá los distintos matices del verde. Lo frondoso. La forma de las hojas. Y escribirás eso. Al tercer día miraras quizá un nido y verás quizá la llegada de la pájara. Si hay hojas secas. Etc. Y así te irás. Se requiere es cierto, disciplina, fuerza de voluntad.

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También puedes contar un sueño. Puedes recordar alguna anécdota de la escuela secundaria, preparatoria. Habrá algún maestro maestra que te inspiró a estudiar. Un tío, tía, o abuela a quien quieres o quisiste mucho. Escríbele una carta. O cuenta sobre ellos. Poco a poco le vas agarrar gusto. Puedes hacer una lista de diez palabras: río, mar, nubes, escuela, cuchara, mesa, silla, etc. También sobre cada una de las cartas de la lotería: dama, sol, catrín, borracho, etc. Esto me lo sugirió la escritora Bárbara Jacobs en un Encuentro de escritores que se efectuó en Mérida allá por 1994.Y escribir sobre cada una. No importa si son tres renglones o una hoja. 

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Mi padre, por cierto, dictaba a mis hermanos mayores las cartas para mis tías o tíos. Al final decía: "hermana, mejor quiero verlos que escribirte".

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