Tucita
Tucita brilló un día y para siempre. Y no se fue, ni se irá desde que llegó. Su tiempo inmanente es el estar. Pa, tengo sueño. Pa, la araña. Pa, tengo hambre. Tengo seeeeed!!!! Y así hasta sacar de quicio al abnegado y paciente padre. Era ladera en la montaña. Fue pico de cumbre. Fué ciénega con flor nenúfar. Ahora, donde tantos le aplauden, también pocos le extrañan. La tucita sigue aquí, condecorada por la vida, en el tiempo de la eterna memoria. En mi corazón.
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