Divagaciones
1
Imagino al pájaro viejo. El que vuela con sus últimas fuerzas de vida. Y que poco a poco se refugia en los árboles viejos como evocando el nido de donde salió un día, con las alas listas para el vuelo. Y que anduvo por mil mares y cielos, revoloteando entre nubes blancas y negras, distribuyendo su simiente como un poema de gratitud a la vida, agradecido, pagando la deuda. Un buen día, cansado del tiempo que le tocó vivir, austero como el que más, así fallece y queda tirado en el camino. Un gato, cauto y marrullero, piensa con algarabía: “solo Dios es el que provee”.
2
Imagino al monje que anda por el camino, cantando alabanzas, agradecido y terco en su andar por hacer el bien sin ver a quien, agraciado en su alma, conciliado en su dicha, amante de la soledad y las oraciones. Lo imagino viendo al alacrán que se ahoga, y lo salva sin pensar en las consecuencias que se presentan raudas, con el intento de piquete del alacrán en su mano. Y así al día siguiente, historias repetidas. Hasta que lo detiene un testigo de todos los dóas y de todos los hechos, para decirle que es un tonto, él, salvar al alacrán que ya salvado lo pica. “Mi naturaleza es salvarlo, su naturaleza es picar”, responde muy seguro de su misión en la efímera vida.
3
Imaginar es recordar en tiempo futuro. Hacerlo en pasado es un lugar común que cualquiera lo hace. En cambio asomarse a lo por venir, a lo que no ha existido y puede suceder, puede hacerse realidad, es lo formidable y hace la diferencia entre el yo que existe como parte de todo un gran grupo, y el otro que mira solo las piedras del camino y se tropieza con ellas, aún estando prevenido. El futuro es un alegato de salvación, es un escudriñar en lo posible y lo probable. Y tensar la lógica para hacer nacer una nueva idea, un nuevo proyecto, forjar un hombre nuevo con una visión de paz y esperanza.
4
Imagino que todo puede ser posible, que siempre han de coexistir los contrarios. Que a la luz se contrapone la oscuridad, y que sin esta no existiera aquella. Que las nubes por si solas no representan nada si no es en comunión con los pájaros y las plantas. Que la humanidad germina siempre y se sostiene en los corazones de las personas buenas. Otra cosa no puedo imaginarme solo que los animales también se comunican, que lo hacen como parte del instinto de conservación. Y que todo pudiera coexistir en armonía, salvo algunos casos concretos que es mejor no mencionar.
5
Imagino a la esperanza que no desespera, y en su turno, que siempre se aleja, insufla vida a todos sin distinción alguna. Nombrable y nombrada, transita de generación en generación como una señal de que todo es posible en lo positivo, en los resquicios que nos dejan las prisas y lo vacío de la existencia humana. No hay otro destino para la vida que la muerte misma, y que esta es necesaria para el recambio, los nuevos rostros, que en el paso del tiempo conocen angustias, alegría, tristeza, nostalgia, y extrañamente cuando alcanzan a comprender algunas claves del destino humano, de nada les sirve esa experiencia porque llega la estación final que conduce a la nostalgia de lo que fue y más no es.
6
Imagino el tiempo por venir de cuando yo no exista. De pronto la noticia que corre de un lado a otro, y la extrañeza que se expresa con el que “lo vi ayer muy bien y platicamos”. Luego unas palabras públicas por el pesar. Algunas lágrimas de alguien en la lejanía que se entera y recuerda, solamente eso, recuerda. Y con el paso de los días de a poco en poco, como goteo intermitente, el olvido. Y ante una fotografía vieja, unos niños preguntarán y ese quién fue. Y habrá quizá alguna respuesta. O el silencio que coronó al fin de cuentas la existencia de uno.
7
Imagino las almas viejas divertidas, seleccionando dónde entrar de nuevo, en qué cuerpo, en qué tiempo, en qué circunstancias de geografía, y de perfiles. Las imagino deshojando margaritas, si se les quiere o no, si es bueno continuar o no, si es preciso y necesario, además de justo, que continúen en una tercera, cuarta, o quinta vez, y bajo que condiciones, para seguir transitando en el destino del hombre. ¿Será niño o niña? El alma no tiene sexo. ¿Será amo o siervo? Al alma vieja eso le es indiferente. ¿Será pianista o esclavista? El alma vieja sonríe ante las preguntas inútiles por no tener importancia para la ruta por seguir de las almas viejas.
8
El gato ronda al ratón. Hasta que lo caza. El hombre está hastiado de las moscas y con el matamoscas se lanza a la aventura de sentirse Dios de equilibrio, ni colérico y acaso bondadoso. Hoy descansaré leyendo un libro, se dice, luego de matar tres moscas que le carcomían la piel por la tanta miel adherida de las lindas rosas.
9
La piedra es testigo. No dice nada. Ni observa. Solo espera que en algún momento, el viento, o un niño la lance al río -¡albricias!- para ser arrastrada y pulida para una nueva forma en su existencia de piedra solo. Y la transparencia del agua, y la humedad que provoca. Y los tantos recuerdos. El agua es vida.
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