Carta a Lucio Almazán

 Lucio

 

1

Qué crees, canijo, estuve en tu casa. Si. Ya se que lo ideal era que tú estuvieras allí y echar plática por horas acompañados por unas cheves, música de fondo y unas carnitas asadas, tal como lo planeamos, pero hay situaciones que no decidimos y lo real es que no pudimos reunirnos. Pero ya en otra ocasión será, ¿No crees, canijo?

2

Me atendieron excelente tu esposa, la maestra Fidelia y tus hijas, Alhely, Nohemí y Anna Jenny. Fue algo breve, rápido, pero dejamos constancia, sin que nadie la pida,  de cumplir de corazón con la cita, y tu ausencia notoria fue menos porque en casi  todas las pláticas el único tema eras tú, desde lo poco que platicamos tú y yo, Lucio, luego de nuestra salida de la Normal, hasta tu infinita siembra de amistades en lo general en tu trayecto de vida laboral activo y jubilado, y en lo particular, de valores en tu familia, como el patriarca responsable que fuiste, que es más notorio en tu ausencia. Así las cosas, canijo.

3

Pasó por mí en Matamoros tu hija menor Jenny, que iba a Reynosa. En el trayecto empezamos a platicar otras cosas, y al rato estábamos hablando de ti, ¿de quién más?, si eras tú el que nos estaba movilizando. Iba también Yarely, una joven mujer muy atenta y amable, que sabe mucho por su experiencia laboral sobre el Covid. Que como te imaginarás, fue tema inicial rompehielo. Cada quien con las experiencias. Y cada quien escuchando atento al que hablaba.

Ya estaban a la espera tus otras dos hijas con sus esposos, y tu esposa. Yo contento por estar en tu casa, como lo planeamos, aunque la circunstancia fue muy distinta por el imponderable de tu muerte.  Y más, canijo, porque no estabas enfermo en hospital o casa . Todo fue tan de pronto una mañanita al amanecer en un día de marzo, que te quedaste callado, hecho que fue como un rayo que partió el corazón de tu familia.

5

Que guapas tus hijas. Y que sociables como  tú. Las tres brillantes, aunque con una chispa diferente. Orgullosos padres ustedes de ellas. Orgullosas hijas de ustedes dos, Lucio y Fidelia. Rápido entramos en la dinámica de la plática interminable con palabra arrebatada por la emoción. Yo, un amigo de su padre ausente. Y ellas la familia de mi amigo que coincidimos en la secundaria y en la Normal. Y que estábamos cumpliendo una cita del destino.

6

Como te decía, la plática, canijo, fue larga y tendida. Hasta nos arrebatábamos la plática con respeto. Porque todos queríamos hablar algo de ti. Yo muy atento conociéndote más. Sobre tus inicios laborales en Puebla de los ángeles, y el destino que te hizo coincidir con la joven Fidelia, futura maestra, y siempre tu fiel compañera de vida. Y que aún con la suave brisa y contra los vendabales de la vida supieron construir una familia en la que ahora faltas, pero sabemos que vigilas, cuidas y aconsejas desde el lugar entre nubes donde te encuentras feliz y descansado.

7

Yo les comentaba en lo general de los jubilados. Algo que se me ha ocurrido en lo cotidiano de mi incipiente jubilación. Que estamos por muchos años, entre 30 y 40, dentro de una órbita laboral que incluye horarios, trato con compañeros y padres de familia, documentación y graduaciones, elecciones sindicales, etc, y que salimos de esa órbita como jubilados y tardamos varios meses o algunos años en construir una nueva órbita de ocupación y emocional. Y que muchos no la superan porque no están conscientes de ello. Que no fue tu caso, estimado Lucio, porque tú tenías claro tu papel de patriarca para mantener unida a tu familia y luego las actividades políticas. 

8

Pero el caso es que te fuiste. Y donde estás me esperas para reunirnos en otro espacio sideral. Más temprano que tarde, solo que no me apuras ni me apuro. Todo a su debido tiempo. Y que haya lo mismo que planeamos aunque sea solo de manera simbólicas: carnita, música, risas y contar anécdotas sin fin.

9

Reitero sobre la forma de ser de tus hijas: muy amables, muy cordiales y atentas. Te rayaste con tus hijas y esposa, Lucio, canijo y entrañable.amigo. Y ellas se rayaron contigo: sencillo, alegre, amiguero, fiestero, apapachador. Que dolor de ellas en tu ausencia. Qué ausencia tuya tan más sentida. Pero son fuertes porque les enseñaste a ser fuertes, y han sabido seguir adelante, porque seguramente es tu deseo, que se doblen ellas pero no se quiebren, como decimos.

10

Y bien, Lucio, termino esta carta dictada por la razón y el corazón. Sentí tu abrazo fuerte en tu casa. “¿Te molesta el humo del cigarrillo, canijo?”, me dijiste. Y yo “no, claro que no”,  y empezamos a platicar, ya no ellas conmigo, sino tú conmigo, como aquellos viejos tiempos, en que compartimos salón y maestros en la secundaria federal 2 y en la escuela Normal, que nos forjaron como maestros para iniciar en el medio rural y dar la batalla contra los fanatismos y la ignorancia. Y que nos hizo ser como somos con cada año de experiencia laboral, y que al sembrar ideas y valores en familia y en nuestros alumnos, se grabara nuestra profesión para juntarla merecidamente con nuestro nombre. “El profe Lucio”, “el profe Toño”.

Decía sobre el concepto de amor y amistad de Jorge Luis Borges. Que el amor requiere presencia constante, y en cambio la amistad no, como sucedió con los amigos egresados de la Normal, que luego de 40 años de no vernos, y encontrarnos en el mar de las redes sociales, continuamos platicando como si nada, como si fuera en diciembre pasado la última vez que nos vimos. Y nos vemos, espero que no sea pronto, mi estimado Lucio.

De Antonio

Comentarios

Entradas populares de este blog

lecturas 20. Poemas de Carlos Pellicer Cámara

De cartas

¿Por qué así, señor periodista?