Los supremos

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Como si Daniel Ortega y Rosario Murillo se hubieran despertado una mañana luego de pesadillas de pobreza, como los que acumulan cosas, por miedo a la pobreza, y en este caso por miedo a estar fuera del poder y lo que significa en bienes materiales y domar esclavos o siervos, decía, como si se hubieran despertado con las primeras palabras de Yo el Supremo, solo que en plural: “Nosotros, los supremos”, y así empezó la pesadilla que vive desde hace años Nicaragua.

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Las próximas elecciones orteguistas, que no democráticas serán en noviembre próximo, y para eso se preparan Ortega y la Murillo: Ortega de candidato por una reelección mas, contra un candidato orteguista a modo, bien sea que gane Daniel Ortega o que al perder deje toda la estructura de poder intacta para el regreso de la dupla dictatorial Ortega-Murillo.

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Para el caso está deteniendo y sometiendo a proceso a los principales candidatos que estaban estratégicamente debatiendo para lograr llegar a consenso con candidato único. Y el nombre que mayor se iba perfilando era y es el de Cristiana Chamorro, hija de la expresidenta Violeta Chamorro Barrios y del periodista asesinado por la dictadura somocista,  Pedro Joaquín Chamorro Cardenal.

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Cada día una o dos detenciones mas, entre ellos cinco precandidatos presidenciales y miembros distinguidos de la oposición civil. Como un juego de ajedrez, capturando opositores acusados de ser traidores a la patria al promover elecciones democráticas y legales, donde la ciudadanía nicaragüense exprese su sentir y elija a su presidente o  presidenta. La lista de los detenidos entre precandidatos y otros dirigentes es la siguiente:  Cristiana Chamorro, Arturo Cruz, Juan Sebastián Chamorro, Félix Maradiaga, Violeta Granera, José Adán Aguerri, José Bernardo Pallais Arana, Dora María Tellez Argüello, Suyen Barahona,  Ana margarita Vigil Guardián, Hugo Torres Jiménez. Y no sé si ya detuvieron al comandante Víctor Hugo Tinoco, pero ya su casa estaba rodeada y también grabó un video para alertar por si lo detienen.

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Hugo Torres es un general retirado. En un video que difundió horas antes de ser detenido, porque su casa ya estaba rodeada, señaló que arriesgó su vida para liberar a Daniel Ortega en 1974, que llevaba 7 años de preso político, así como a otros, formando parte de un comando guerrillero que asaltó una fiesta de los Somoza, tomando como rehenes a varios altos mandos del gobierno que intercambiaron por sandinistas presos políticos. Y que en 1978 volvió arriesgar su vida para liberar otros presos como Tomás Borge y René Núñez.

“Tengo 73 aós de edad. Nunca pensé que en esta etapa de mi vida iba a estar luchando  de forma cívica y pacífica contra una nueva dictadura”, en referencia a Daniel Ortega y Rosario Murillo.

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Así inicia la novela Yo, el Supremo, de Augusto Roa Bastos: "«Yo el Supremo Dictador de la República Ordeno que al acaecer mi muerte, mi cadaver sea decapitado; la cabeza puesta en una pica por tres días en la Plaza de la República donde se convocará al pueblo al son de las campanasechadas al vuelo. Todos mis servidores civiles y militares sufrirán pena dehorca. Sus cadáveres serán enterrados en potreros de extramuros sin cruz ni marca que memore sus nombres. Al término del dicho plazo, mando que mis restos sean quemados y las cenizas arrojadas al río….

¿Dónde encontraron eso? Clavado en la puerta de la catedral, Excelencia. Una partida de granaderos lo descubrió esta madrugada y lo retiró llevándolo a la comandancia. Felizmente nadie alcanzó a leerlo. No te he preguntado eso ni es cosa que importe. Tiene razón Usía, la tinta de los pasquines se vuelve agria más pronto que la leche. Tampoco es hoja de Gaceta porteña ni arrancada de libros, señor. ¡Qué libros va a haber aquí fuera de los míos!..."

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La lista de dictadores en latiniamerica es larga y amplia. Cada cual más brutal que otra, con historias de derrocamientos militares conocidos como golpes de estado, sublevaciones populares, y ríos de sangre regados en todo lo ancho y largo de los países. De estos fenómenos políticos de horca y cuchillo no escapan Argentina (Jorge Rafael Videla), Bolivia  (Hugo Banzer), Brasil (Humberto de Alencar), Chile (Pinochet), Costa Rica (Federico Tinoco), Dominicana (Rafael Leonidas Trujillo), El Salvador (), Guatemala (Efraín Ríos Montt), Haití (Duvalier), Panamá (Omar Torrijos), Paraguay (Alfredo Stroessner), Uruguay (Juan María Bordaberry), Perú (Ricardo Peres Godoy), y Nicaragua (los Somoza Padre e hijo y hoy Daniel Ortega y Rosario Murillo.

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Yo imagino a Daniel Ortega en una de sus mansiones, como ayer Somoza, y como cualquier otro dictador latinoamericano, con mapas en mesa o pared, señalando ubicaciones de casas de una larga lista de opositores al gobierno, entre políticos y dirigentes  de grupos representativos, y ordenando sus detenciones, como si capturara torres o alfiles, con las uñas largas, desmejorado en su salud, alentado por su esposa la señora vicepresidenta, instigando, intrigando, seduciendo, señalando, indiciando, a hombres y mujeres que hablan y escriben sobre la necesidad de ir a elecciones limpias y libres con el sufragio efectivo como arma ciudadana, y Ortega desde el poder recordando qué otros métodos utilizaba su mentor Somoza padre, el hijo de puta de los Estados Unidos, así lo dijo Kissinger, para Tachito, y antes Roosvelt, para el Tacho grande. Imaginoa Ortega demacrado, derrotado lanzando gritos como la caricatura de Hitler que utilizan de meme en cada oportunidad que hay, desesperado, perdido, lanzando culpas a todos de su inminente derrota, a ojos vistos de todos los países. Mientras las cárceles se llenan. "Señor presidente, por Ley no podemos hacer eso" "Yo soy la ley, pendejo, yo mando, yo soy el Supremo".

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Se dice, se asegura, se afirma que durante el Boom latinoamericano de los 60 y 70, los escritores más conocidos acordaron escribir cada uno una novela sobre los dictadores latinoamericanos. Algunas de las siguientes así nacieron, y otras forman parte de este tema muy representativo de América Latina, los dictadores: El otoño del patriarca, de Gabriel García Márquez: Yo, el Supremo, de Augusto Roa Bastos; La fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa;  El señor Presidente, de Miguel Ángel Asturias; El recurso del método, de Alejo Carpentier. Y una de las novelas mexicanas más conocidas sobre el tema es La sombra del caudillo, de Martín Luis Guzmán.


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