Sueños y realidades: entre la pesca y los Clinton

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Era cierto. Yo lo vi. Me consta. Con mis propios ojos. Con mis propios oídos lo escuché. Se acomodó el Teo en la guitarra. Estábamos en mi casa. Estaban mis padres y hermanos. Había llegado no sé, como entre sueños. Pero era real. Y empezó a requintear. “Cuando mi cariño, llegue hasta tu puerta”, de Rigo Tovar. Impecable, como producto de tantas prácticas. Como si le fuera natural. Y yo al escucharlo, quería explicarle a mi padre y hermanos que estaba ciego, que a pesar de, que con la dificultad vencida de no ver, estaba allí tocando como si nada. Como entre sueños.

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Y fue algo curioso, dejemos esto. Estaba en la Universidad, de visita, de mirón, estaban presentando examen como para obtener plaza docente. Y ví que uno de los que salieron primero fue el Dany. LO seguí entre pasillos y vericuetos, como del sueño, asimismo, y volteó y me reconoció, rápido. “Qué tal, Profe”, fue su social y cordial saludo. Y yo le pregunté que cómo había estado el examen. “Bien, fácil”, me respondió seguro de sí mismo. 

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Con esta afirmación seguí de largo, caminando hasta que salí de la universidad, ya más adelante me encontré a José Luis y Asunción. Nos saludamos. “Vamos a pescar camarones”, dijo uno de ellos, no sé cual. Y yo seguí caminando con ellos, bromeando, cuando llegamos a unos lugares que ciertamente no eran pantanosos, sino como esquinas del patio de mi casa, por fuera, y ellos empezaron la faena de buscar y encontrar los animales de pesca, y yo viéndolos, cuando vi asombrado que empezaron a sacar unas langostas como de un  kilo cada una, y me dio envidia que yo solo les había acompañado, desdeñando pescar con ellos.

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Estos han sido sueños de anoche. No les busco interpretación porque me pierdo en la canción que tratan sobre el tema, de trova la muy conocida, con serpientes de mar, de cierto mar ay de serpientes sueño yo, canción conocida de Silvio. Pero siento que la vida así va transcurriendo entre sueños, ficción y realidad, y que llega un momento en que no sabemos cuál es cada cuál, y en sueños mezclamos realidades, y en la realidad andamos elucubrando sueños, discurriendo ideas, imaginando cantos de sirena que nos hacen que nos lancemos al mar para escucharlas más de cerca.

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La pesca no ha sido para mi. Conozco amigos que tienen ese hobby y su plática es de anzuelos, carnada, caña de pesca, mar, señuelos, agua de mar y agua dulce, lagunas, arroyos, ríos, jurel, y todo lo relacionado con esa actividad que siento que produce paz y tranquilidad en quien la practica. A veces me invitan y aparte de la asoleada, he logrado tomar algunas fotografías de la naturaleza en esos ambientes, que digo de broma “un día estas fotos van a ser publicadas en el National geographic. 

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Un día fui un domingo a pescar en el río grijalava, cerca de la ciudad. Iba con unos ex alumnos de telesecundaria. Recorrimos desde la salida de la ciudad, río arriba hasta llegar a Parrilla, unos seis kilómetros de distancia. Yo estaba contento, era 1990. Al finalizar el día pescamos unas 50 mojarras de regular tamaño que las repartimos entre tres. Llegué a la casa, y lo primero fue que no me creyeron que hubiéramos pescado, que las habíamos ido a comprar al mercado y que quizá yo anduve en otras actividades más creíbles y menos aceptadas. Y como de castigo me pusieron a aliñarlas, sin tener yo práctica, haciéndome leves heridas con las aletas, y un esfuerzo descomunal para quitarle las escamas, luego lavarlas y dejarlas listas para el caldo o asarlas.

 

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Otra vez entre vecinos salimos de pesca, esto ya en el 2000. Fuimos cuatro amigos vecinos, conseguimos un cayuco, le dedicamos toda la mañana en una poza grande en Tabasquillo, rumbo a la ciudad de Frontera. Y entre las peripecias de cayuco que por poco se voltea, un compañero cayó al agua, perdió sus lentes y llaves de la casa y el carro, y nos tuvimos que regresar en camión, pero antes compramos, allí sí, mojarras suficientes para repartir y no dar a conocer nuestro fracaso como pescadores.

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Paréntesis: de las novelitas muy conocidas sobre pesca es la de El viejo y el mar, de Ernest Heminway. Un viejo sin suerte para la pesca se hace acompañar de un muchacho. Y dentro de todas las peripecias por haber, logran pescar un pez descomunal. De tal tamaño que no lo logran subir a cubierta. Y toma el viejo la decisión de llevarlo remolcado. Solo que al llegar al atracadero, ya solo arrastraban casi solamente el esqueleto porque los otros peces depredadores ya casi habían dado cuenta de él.

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Volviendo a mi peripecia de pescador:

Íbamos de regreso y se había acabado la bebida. Teníamos solo el cartón con los envases vacíos. Así que nos dispusimos a cooperar para no llegar así, desprovistos de líquido para beber. Propusimos una coperacha. Y sí, cada quien sacó su billete, fuera de veinte o cincuenta. Uno de ellos, dijo “yo pongo la boquita”. E inmediatamente me acordé de Mónica Lewuinsky, becaria del presidente de estados Unidos, Bill Clinton.

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Por cierto cuentan sobre él, Bill Clinton, que una vez llegó con su esposa Hillary a una gasolinera. Y esta le dijo: "mira, ese hombre fuerte fue mi novio cuando la high school” “Has tenido suerte de no casarte con él, si no, fueras la esposa de un gasolinero.” Y ella con chispa le respondió: “al contrario, él fuera el presidente de los Estados Unidos de América”.

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