Lecturas en el Café Parissi

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Cuando se comenta de los parques con altas arboledas, se dice "pulmones" de la ciudad. Ni se diga el campo, donde todo es pulmón, salvo las quemas. Y en el caso de la ciudad de pronto se miran podas irracionales y en otros casos árboles arrancados para construir planchas de concreto. Los "pulmones" se hacen más chiquitos, aumenta el calor y se degrada el oxígeno que respiramos.

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¿Y los pulmones del alma? Buena y necesaria pregunta. En todo caso serían los talleres culturales, los espectáculos de cultura, los centros recreativos y los lugares donde se reúnen personas a hacer lecturas públicas de poesía y/o narrativa. Uno de esos lugares es Café Paríssi, en calle Juárez y Martínez de Escobar, en pleno centro de la ciudad de Villahermosa. Hay otros lugares, claro. Pero este es uno de ellos.

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Estas lecturas son cada último viernes del mes, en punto de las 6 de la tarde. Un puñado de soñadores de las letras, poetas y rapsodas, bohemios y trashumantes, se reúnen ese día y a esa hora para leer sus textos poéticos. ¿A quién le toca ese día? La invitación es abierta. Se trata de que sea un foro libre, con el tema central de la poesía. Convoca el colectivo Tres soles, que coordinan Mario M. Ávila y Rossy Pérez. Bienvenidos todos.

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Son pulmones del alma, porque se respira humanidad, amistad, compañerismo, solidaridad. Es pulmón y alimento. Intangible sí, pero qué bien se mira al escritor o escritora, joven o menos joven, al frente, ante el micrófono, y lee lo que sus manos escriben pero que el corazón les dicta. Leer en público es valentía, no cualquiera. Porque leer en público es abrirse en canal, para que se asomen a las locuras registradas en palabras.

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Primero la llegada y charla antes de las 6. Ya están allí puntuales los organizadores. Y nos empezamos a reunir. La camaradería se siente como una vibración extrasensorial. El apretón de manos. El beso de mejilla. El ocupar una silla para la plática. El navegar en temas tan diversos, tan interesantes. Cada uno aporta lo que sabe, lo que ha escuchado. Un tema de los últimos ha sido el de los contactos extraterrestres, ovnis y otras cosas locas como el amor, las metáforas, la justicia, y cosas así por el estilo.

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Mientras, miro que van acomodando la mesa y las sillas donde será el lugar de las lecturas, de frente a los asiduos parroquianos. Un café americano, mientras tanto. Un panecito. Por allí anda Chucho López, Joaquín. Van llegando los participantes. Uno a uno. El espacio es para todos los que gusten.

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No es el único lugar, por supuesto. Está el café La Antigua, a un costado del palacio de Gobierno. Allí igual se realizan actividades de este tipo, talleres literario y de lectura. Está Manola Café, donde se reúnen las luciérnagas lectoras. Está Casa Alebrijes, Galería Ari. La biblioteca Universitaria. Y más. Reitero: son pulmones y alimento del alma, donde se fraterniza, se contagia amor por la vida.

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Otros lugares son así, para el alma: una función de teatro, de títeres, el concierto de un cantautor, las reuniones para cantar con karaoke, la orilla del mar y mojarse los pies, una plática al oído en murmullos dentro del cine, el amor con amor se paga, las pláticas de solo café. El café sin plática, solo miradas. Y más. Seguro que tú conoces más. Mientras tanto me refiero a las lecturas en público, sea donde sea el lugar. Y en específico a las que hacemos en café Parissi.

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Donde no haya actividad cultural, organízala tú. Donde no haya público, sé tú. Donde no haya lector para leer en público, lee tú. Sea de tu texto o de otros. Qué bien se escuchan los poemas de Sabines, de Efraín Huerta, de Alejandro Aura, de Walt Withman, de Dulce María Loynaz, de Teodosio y Pano, de Pellicer y Becerra. Leelas tú. No te dé pena. Y si escribes lee lo tuyo. Le viene bien a tu alma y a las de quienes te escuchan.

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Porque hay magia en las lecturas del Café Parissi. de pronto pasa un alegre bohemio que improvisa (de los que salen de un bar). A veces nos deleitan y alguien canta, alguien más declama. Y se arma el ambiente. Las almas crecen. La noche sigue su ruta. Nos despedimos después del penúltimo café. Y aquí se rompió una taza, y el auto se vuelve calabaza. 


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