Yo tengo un sueño

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Vivir sin sueños de mejor futuro, es un desperdicio. Hay dos tipos de sueños: el que se nos presenta como película cuando estamos dormidos. Y el que armamos cuando estamos despiertos. Ambos son importantes. En este caso me refiero a este último. Cuando estamos acostados en una hamaca, en la sombra bajo un frondoso árbol. Y empezamos a armar nuestra propia película de futuro. Y nos vemos en una circunstancia generalmente de sosiego, armonía y tranquilidad. ¿Y por qué no?, de fortuna.

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Uno de este tipo de sueños es muy famoso; fue dado a conocer en un discurso. Martin Luther King, en 1963, en la ciudad de Wahington, junto a la estatua de Abraham Lincoln,  ante miles de manifestantes, disertó su mensaje y lo hizo con vehemencia (para alcanzar los sueños hay que ser vehementes). He aquí un pequeño fragmento: ..."Yo tengo un sueño de que un día esta nación se elevará y vivirá el verdadero significado de su credo: 'Creemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales'./ Yo tengo el sueño de que un día en las coloradas colinas de Georgia los hijos de los ex esclavos y los hijos de los ex propietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la hermandad./ Yo tengo el sueño de que un día incluso el estado de Mississippi, un estado desierto, sofocado por el calor de la injusticia y la opresión, será transformado en un oasis de libertad y justicia..."

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Impresionante, ¿no? En el ámbito en el que uno se desempeñe; en el camino que uno transite; en el ambiente en que uno se desenvuelva; en el trabajo que uno realice; uno debe de tener sueños de vigilia. Tener el sueño de ser mejores, de contribuir a un mejor ambiente, de que haya armonía, de que se construya la paz, etc. Así podríamos seguirle. El enfermo tendría el sueño de la sanidad. Los afectados por la corrupción, el sueño de que esta termine. Los que están en un trabajo que no les gusta, que lo sufren día a día, de encontrar un trabajo que sea de su agrado.

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Perr la clave para alcanzarlos no está solo en vislumbrar ese sueño, sino en trazarse una ruta por alcanzarlo. No cruzarse de brazos, seguir en la hamaca, y esperar que el sueño mío se realice sin esfuerzo. Para que nos den los rayos del sol, hay que salir fuera de casa. Para encontrar el amor hay que aceptarse y amarse a uno mismo. No de otro modo sucede. Si queremos que sea sueño de todo un equipo, entonces ese sueño debe ser colectivo. Si no logramos que se construya como un sueño colectivo, aunque unos quieran, no se va a lograr nunca. 

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Va aparejado el soñar, con el hacer. El solo soñar es hueco, vacío, infundado, inútil. No tiene asidero alguno, no tiene sostén alguno. Al soñar debe adjuntarse como inseparable el hacer. Para alcanzarlo, para lograrlo. Y esforzarse cada día en esa ruta para alcanzar el sueño. Fijense en lo contrario: hay quienes se esfuerzan día con día, pero ¡no tienen un sueño claro! Y así tampoco se alcanza nada.  

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Se cuenta del tirador de arco griego que se pasaba las tardes disparando las flecha a la luna. Y todos se reían de él. Lo tachaban de loco. Y así pasaban los días. El "loco" en su afán de dispararle con vehemencia a la luna. Es claro que nunca le iba a llegar. Es lógico. Solo que cuando vinieron las competencias de distancia en tiro con arco. Y fue este, al que llamaban loco por tirarle a la luna, el que ganó al hacer llegar la flecha más lejos. Eso significa tener un sueño que sobrepasa nuestras fuerzas. Pero se alcanza el sueño intermedio que es llegar más lejos que los demás.

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O el otro cuento griego del niño flaco (descriado) que dijo ante todos que él iba a llegar a participar en el boxeo olímpico. Y todos se rieron al verlo en su nada bella escualidez. Y se burlaban en su estrategia. Solo que él tenia el sueño (llegar a participar en los juegos de Olimpia y tenía asimismo su estrategia: cada mañana se iría a su trabajo de cuidador de ganado cargando un becerrito apropiado a su edad, es decir, con peso de unos diez kilos. La gente se seguía riendo.Él sordo y ciego a las críticas burlonas. Y pasaron las semanas y los meses. El becerro iba creciendo en progresión recíproca con el cuerpo del muchacho. Hasta que el becerro pasó a novillo y este a toro. Eran ya 350 kilos los que cargaba. Y así llegó a los juegos selectivos. Pasó la prueba y ganó su lugar en los Juegos Olímpicos.

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Los anteriores son cuentos ilustrativos. Debemos tener un sueño y la estrategia para lograrlo. No tienen qué ser sueños desproporcionados, como aparentemente eran los contados en lo anterior. Los sueños son objetivos viables. No mirar y envidiar al que los va logrando. Sino concentrarse en uno, en el objetivo de uno. Y seguir con disciplina y entrega. Eso nos falta como individuos, a la mayoría, y por ende nos falta en lo colectivo. Nos falta un sueño colectivo, y hacer todo lo posible por lograrlo, por alcanzarlo. Y no nos suceda como esa enseñanza de un vehículo atascado en el lodo. Y tres empujando en un sentido y los otros tres empujando en el sentido contrario. Que sucede en las familias. Que sucede en equipos. Y sucede en colectivos laborales.

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Los sueños no precisamente pueden ser extraordinarios. O a cuáles podemos considerar extraordinarios. El niño pobre que sueña con estudiar la universidad. El niño al que le gusta el dibujo y/o tocar el tambor. La niña que sueña ser doctora. No precisamente se tiene que ser pobre para tener sueños y esforzarse en alcanzarlos. Hay quienes económicamente lo tienen todo y no tienen sueños de futuro. Y se la pasan sostenidos en función de la fortuna de sus padres. Cada quien. El caso es tener sueños. Y no esos groseros de ser pobre y soñar solo en ser ricos. Eso es muestra de una sociedad perdida, sin brújula. Porque entonces vienen ese consejo dañino de maquiavelo, de que "el fin justifica los medios", y anda cada ladrón en el gobierno, o dedicados en asuntos ilegales para alcanzar la fortuna en poco tiempo. Y el sueño colectivo de algunos por una sociedad mejor, se hace añicos.

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En la película mexicana "El estudiante" (véanla, se las recomiendo). El personaje principal, un viejo de unos 70 años tenía desde joven el sueño de estudiar la universidad. Y hasta esa edad se dio, o se dieron las condiciones. Aprovecho una reunión en el comedor con sus hijas y esposa, y les soltó la noticia: "voy a estudiar la universidad". "No papá, vas a hacer el ridículo", etc. Solo que él ya estaba decidido. (Vean la película). El actor es Jorge Lavat. Los sueños pueden ser sencillos, como hacer la revolución de conciencias (se empieza con uno mismo, por eso digo que es fácil), o difíciles como dejar de tomar alcohol, atender otro idioma, aprender a tocar un instrumento, dejar de comer carnitas, levantarse en las mañanas y hacer ejercicio, hacer un viaje para visitar un amigo o familiar, debutar como actor, estudiar una maestría y cosas así.

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Veo que hay muchos y muchas que viven sin sueños de vigilia. Veo que hay quienes andan sin brújula, de un lado a otro, sin encontrarse, sin saber quiénes son. Sueña en lo pequeño. Y cuando alcances dicho sueño estructura otro, dibuja otro, lánzate a alcanzar otro. Y sigue esforzándote en alcanzarlo. Sé que hay quienes no saben lo que es un sueño de vigilia. Hay que ayudarles si se dejan ayudar. Vivir sin sueños son vidas desperdiciadas. Te lo digo yo que de niño soñé con aprender a leer y me convertí en habitual lector. Y que quiero seguir leyendo el resto de mi vida y aprendiendo. Puedo afirmar que una sociedad que no enseña a soñar a los niños, niñas y adolescentes, es una sociedad qué va al fracaso.

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"...Yo tengo el sueño de que mis cuatro hijos pequeños vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su carácter. ¡Yo tengo un sueño hoy! Yo tengo el sueño de que un día, allá en Alabama, con sus racistas despiadados, con un gobernador cuyos labios gotean con las palabras de la interposición y la anulación; un día allí mismo en Alabama, pequeños niños negros y pequeñas niñas negras serán capaces de unir sus manos con pequeños niños blancos y niñas blancas como hermanos y hermanas. ¡Yo tengo un sueño hoy!"






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