Chicos "malos". S. A

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Era mi primer día de clases en una escuela telesecundaria a donde me dieron mi cambio. Era 3er grado. La edad de los alumnos era entre 14 y 17 años. Mocetones altos y muchachas de la misma talla. Antes de entrar al salón, el maestro saliente me hizo entrega de la lista del grupo. "Para ayudarte, te marqué con punto rojo los siete alumnos más difíciles, con los que vas a batallar mucho por su mala conducta", me dijo el maestro Severo. Y agregó haciendo alusión juguetón a su nombre: "debes ser severo con ellos".

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No hice caso a esos puntos que señalaban un alerta para el trabajo educativo. Ignoré la sugerencia olímpicamente. A los quince días los alumnos más grandes del grupo eran mis colaboradores más diligentes. Me ayudaron a pintar el salón, a limpiar una bodega que convertí en "dirección". En un recreo estaba yo parado junto a un pozo de agua repleto de basura (esta le llegaba a la superficie y desbordaba como el copete de un cono de nieve). Se acercaron: "¿En qué piensa profesor?" En que me ayuden a buscar algún trabajador que limpie pozos para que este sábado venga y lo limpie. Dije. "Nosotros nos dedicamos a eso los fines de semana", respondieron ufanos. "Pero no quiero tener problemas con sus padres".

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Todo grupo escolar tiene una cantidad variable entre 4 y 8 alumnos y alumnas muy o demasiado inquietos, tendientes a hacer relajo, a incomodar a sus compañeros, a interrumpir la clase (y más si esta es aburrida, como suele suceder, al menos para ellos). Y la actitud con la que responden, si no todos, sí la mayoría de docentes, es con llamarles la atención, regañarlos, aconsejarlos, hacerles reportes, turnarlos a la dirección de la escuela, y mandar a llamar a sus padres, padrastros o tutores. Algunas veces funciona. No siempre. O en muchos casos no. En ocasiones el padre o madre de familia delante del director y el maestro le quiere pegar o lo amenaza que le va a pegar en su casa. Y generalmente lo que prometen lo cumplen. 

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Comento de mis experiencias sobre este tipo de situaciones, no para plantear que es fácil el trabajo con este tipo de estudiantes, sino por si algo de lo que pasé y la forma como lo resolví puede ayudar. De hecho para mí no fue ningún trabajo. Y ha sido satisfactorio como logro personal. Puedo ufanarme de ello, pero no para afirmar que sea la única forma o la mejor. Solo que a mí sí me dio buenos resultados, siempre.

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No es una lucha con ellos. Y menos contra ellos. Lo que sí es cierto, es que si no se logra ser líder de ellos, entonces el día a día será de estrés permanente. Entonces como no "se puede" con ellos, lo más sencillo es aplicar lo que señala el libro trillado: reporte, enviarlo a la dirección, citar a los padres, expulsión por uno, dos y hasta tres días. Entonces el niño o muchacho siente rechazo por parte de la familia (lo menos, la indiferencia), siente el rechazo en la escuela y finalmente escucha y le escuchan fuera de la escuela, en el barrio, y no siempre es para invitarlo a buenas acciones, sino al contrario. Y lo vamos perdiendo desde la casa, la escuela para finalmente "recuperarlo" el barrio.

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Entonces urge que el barrio tenga (no importa si este es un grito en el desierto) gimnasios donde se practique lucha y box, halterofilia; casas culturales con talleres de teatro, lectura, escritura, danza, fotografía, etc. Si la familia no pudo dar el abrazo a tiempo, y la escuela no los pudo liderear, entonces que los lidereé el barrio bueno y no el otro, que esta a la espera de refuerzos.

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"Nosotros le vamos a traer por escrito el permiso de nuestros padres, porque nosotros queremos limpiar el pozo y usted se sienta orgulloso de nosotros". Así quedamos. El sábado siguiente (a los 15 días que yo llegue a esa escuela) a las 10 de la mañana ya estaba ellos allí, con sus permisos por escrito, ropa apropiada, además el pozo no era muy hondo, apenas unos tres metros. Y yo pegado con ellos, sin quitarme ni un minuto (con algo de miedo, sí, claro). Empezaron a sacar mochilas podridas, latas, bolsas de Sabritas (era como un basurero), esqueleto de pupitres, cubeta vieja y hasta los restos de una radiograbadora. Luego vi cómo iban sacando el agua sucia, cubeta tras cubeta. Hast que luego de casi cuatro horas, ya estaba saliendo el agua transparente, inodora. Ya habíamos bebido pozol, ya tenía listo un pollo para compartir. Y antes de proceder contra el hambre, les pedí que sacaran una cubeta con agua, la levanté y les dije: "miren, quiero que miren bien". Y a contraluz dejé caer despacio el agua limpia, que hizo arcoíris. Parecía escena de película. "Y esto es gracias a ustedes, a cada uno de ustedes, y fue diciendo con  el nombre de cada uno de ellos: "Gracias, Juan"; "gracias Esteban"; "Gracias, Carlos"; "Gracias, José"; gracias Rubén"; "gracias, Jesús". Y luego le dimos duro al pollo asado, entre risas y algarabía, y sobretodo, con el orgullo de ellos de ser importantes en la mirada.. 

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Cierto, esto que cuento fue hace como 20 años. Ahora es más complicado, lo reconozco. Y creo que es más difícil en las escuelas secundarias generales, donde el maestro y maestra atienden por grupo a 40 alumnos cada 50 minutos, entre 200 y 300 cada día. Como cuando va uno en auto y mira los árboles que pasan. Es cierto. Y no es fácil detenerse a atender a cada uno de los alumnos. Y me parece correcto que haya un asesor responsable de cada grupo. Aunado a esto, para agravarlo hay muchos distractores, siendo el más complejo el internet y las redes sociales, que percibimos el mal que hacen en la adicción, aunque no sabemos de la gravedad de esos contactos con personas que ni conocen, y ni saben quién está detrás de esa pantalla de computadora o de teléfono.

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Y siendo más difícil este manejo de los alumnos a los que aludo, nunca está por demás seguirlo intentando, escuchándolos, asomándonos a su mirada, a sus gestos, a sus dichos, a cómo se mueven en la hora del recreo. Ellos necesitan a alguien para admirar, vienen de familias disfuncionales, indiferentes a sus inquietudes y a su destino. Solo que a veces no estamos preparados como padres, ni como maestros para poder atraerlos. Y para esto ayuda mucho ser empaticos con ellos, programar en la materia actividades que les interesen, no señalándoles, dándoles roles de buenas personas. Me cuentan de que hay maestros que desde que entran a la clase, se dirigen a ellos: "cuidadito conque te descontroles en mi clase, porque te levanto un reporte". O en homenaje: "Allá está Antonio, como siempre, haciendo relajo. Ya tranquilízate, si no ya sabes qué te va a pasar". Y los demás alumnos se ríen. Entonces estamos condenándolos de antemano al hacer los señalamientos. Y debe ser al contrario.

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No no es fácil. No se me mal interprete. Cuento mi experiencia. La música ayuda mucho, el teatro ayuda mucho, el aprender a contar, la lectura libre,  el deporte ayuda mucho. Platicaba hace poco con un colega: "los mecánicos tienen conocimientos y sus herramientas para solucionar el fallo del auto. Y vienen autos más sofisticados tecnológicamente, que requieren nuevos conocimientos y nuevas herramientas". Y eso hay que aplicarlo en el trabajo escolar. ¿Cuáles son esos nuevos conocimientos? ¿Cuáles son las nuevas herramientas?  

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Ellos son los despreciados. Ellos son los humillados. Los violentados que violentan. Ellos son los que hacen bulling. Son los que incomodan en la clase. Son los golpeados en casa. Son los que a veces desayunan y a veces no, porque no hay encima casa. Son los que no pueden llevar cuadernos con artistas en portada. Son los que tienen autoestima baja. Son los que tienen mirada triste. Andan acongojados. Huelen mal. Nadie quiere jugar con ellos. Ellos tratan de llamar la atención y no saben cómo,. Son los constantemente reportados, asiduos a la dirección. Los padres ya están fastidiados que a cada ratos los mandan llamar para darles la queja. Necesitan que los escuchen, que les digan que existen. Que hay un mejor mundo para ellos. Ellos son los que se cuicidan. Los profesores  trabajarían mejor sin ellos. Los maestros buscan estrategias y las encuentran, para hacerlos sentir que son personas, importantes en la clase. 

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