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El Pancracio, fue así llamado este deporte por los griegos. Es la lucha libre donde se enfrentan rudos contra técnicos. Tradición milenaria donde se concentra la pasión popular por ver a los luchadores enfrentarse entre brincos, vuelos y maromas, donde sin limite de tiempo gana quien domina en dos de tres caídas. Así lo anuncia el animador. Así se va desarrollando la función organizada para los niños por parte del Centro de Estudios de la Cultura Olmecas. Lugar, Lienzo charro de Villahermosa.

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Deporte, teatro de masas, espectáculo, simulación, acrobacias, tradición, entretenimiento. Todo eso y mucho más es la lucha libre. Suenan los cuerpos al caer a la lona. Se corretean fuera del ring para encontrarse y seguir la batalla. Se suben a las cuerdas para de allí lanzarse como avioncito. Animan al público, niños y niñas con sus padres y madres, con sus abuelitos y abuelitas, a gritar a favor de un bando u otro. Corean a los técnicos. Se escucha fuerte: "¡ten-ni -coos!", "¡ten-ni -coos!". Los rudos hacen señales que pretenden ser obscenas. Las hacen para provocar al público que responda con chiflidos y "Fue-ra. Fue-ra. Fue-ra!" y "Uuuuuu!".

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Varios niños y niñas del público ya traen su máscara puesta de los más famosos luchadores de la historia: Huracán Ramírez, Santo, Blue Demond, Mil máscaras. Y gritan emocionados al mirar a los gladiadores sobre el ring, en esa batalla programada por parejas, pero que se enfrentan en esa combinación de uno a uno, dos a uno (los rudos haciendo de las suyas), y dos contra dos, para beneplácito de los espectadores.

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El Lienzo charro es un gran escenario para espectáculos. Es popular. Es cómodo. Desde hace años es sede una de las Asociaciones de los charros de Villahermosa. Por allí han pasado charros de la región centro y sur  del país en eventos propios de esa actividad que es parte importante de la identidad mexicana. El 13 de septiembre es una de esas fechas de espectáculo de la relación de los hombres y mujeres con los caballos. Y vaquillas y novillos son lazados y tirados. Charros y carritos en lo individual hacen su espectáculo con el manejo de la riada y otras suertes. Son espectáculos sanos, de pensamientos nobles. Es muestra de la vida del campo. De los vaqueros en su trabajo diario. El Lienzo charro es privado, propiedad de Manuel Ordoñez Galán. Y tiene fecha de espectáculo de charrería asimismo para celebrar a los los niños. Y asimismo para otro tipo de actividades. En este caso Lucha libre para festejar a los reyes del hogar.

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El Centro de Estudios de la Cultura Olmeca tiene entre sus fines el valorizar nuestros antepasados para valorarnos en el presente. Difundir lo que somos y de quiénes provenimos. De la grandeza que hemos sido y pareciera que se desdibuja en la aparente normalidad de los días. Y hay que volver la vista atrás para mirar con claridad presente y vislumbrar un mejor futuro. Olmeca es la cultura madre. Es la génesis de lo americano. Es cuna y nacimiento de la civilización.

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Nombres de los luchadores participantes: Lucero Mortal, Sayco, Aplanadora, Ninja, Thunderman, Super Wong y Octagoncito, y otros. Helos allí, realizando el espectáculo, ya decíamos, el deporte de los saltos y vuelos. Los niños gozando de todo ello. Y sus madres gritando a favor de los técnicos, y abucheando a los rudos, que se valen de todo para ganar, aunque asimismo caen derrotados. Es una escenificación de la lucha de los malos contra los buenos. Y alternan triunfos y derrotas. 

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Se cuenta que los combates griegos se suspendían al ponerse el sol. Para determinar ganador, de manera alternada cada luchador golpeaba al oponente sin oponer resistencia, y además acomodándose a como pedía el golpeador en turno. Creugas, de Epodamno contra Damoxeno de Siracusa. A Creugas toca el turno primero. Y pide que Damoxeno baje los brazos y recibe el golpe en la cara. Cae este y se recupera. Entonces en su turno pide que Creugas levante los brazos y se ponga de costado. Damoxeno entonces con su mano derecha extendida le encaja la palma en forma de puñal y la encaja, sacándole los intestinos y lo mata. El golpe era ilegal, y declaran vencedor al luchador muerto. El razonamiento de los jueces es que fueron cinco golpes en lugar de uno (uno por cada dedo).

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Ahora los combates de la lucha libre son una especie de espectáculo para entretener. Y vaya que los niños lo saben. En la batalla final Super Wong haciendo pareja con Octagoncito se enfrentaron a los rudos, grandes y fuertes. De tal manera que haciendo burla de la diferencia en peso y estatura, se bajaron del ring, teatralmente. Y a punto de ser descalificados por el réferi, volvieron a subir. Y subieron para ser apabullados, perdiendo dos de las tres caídas. El público alentaba a Octagoncito y a Súper Wong, con el clásico de "¡Sí se puede!", "¡Sí se puede!", "¡Sí se puede!", gritaban todas las gargantas del lienzo charro abarrotado. Niños y adultos en coro alentaban a los técnicos contra los rudos. Y al final Súper Wong y Octagoncito se alzaron con la batalla. Porque sí se pudo.

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Al final del espectáculo, ya con los regalos para la rifa en el centro del ring, se pidió a Súper Wong que subiera para dar un mensaje e hiciera entrega de los regalos. Luego de que dio un mensaje educativo y de esperanza para los asistentes, le pidieron que se quitara la máscara y descubriera su rostro. Hasta allí nos dimos cuenta que realmente Súper Wong es el Oftalmólogo y humanista Feliciano Wong Ortíz. Y fuertes y prolongados aplausos para el médico, quien sonriente hizo entrega de los regalos para alegría de niños y niñas. El animador, Manuel Rodríguez, integrante del Centro de estudios de la Cultura Olmeca, puso el tono de fiesta con sus palabras. Y resaltó la presencia de Doña Conchita, viuda del extinto músico popular Caco Ché, quien participó en la entrega de regalos.

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Los niños sean la inspiración. ¿Que mundo le vamos a dejar? Sean nuestro motivo para caminar, con la esperanza de que todo será mejor. Para ello hay que hacer más que decir. para ello hay que caminar, movernos, poner la palabra que construye, no la que destruye. Contribuir a la armonía general. Cada que miro a un niño jugando, pienso que está haciendo bien. cada que miro a un niño leyendo, crece mi esperanza de que todo irá mejor. Cada vez que veo talleres culturales infantiles y juveniles, sonrío. y me sumo a esas actividades. ¿Quién tiene un canto para mi corazón?




 


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