Para leer en Café Pariss
Mi madre era simple como la lluvia
Simple como las flores del campo
Y era la tibieza con su abrazo
cuando el duro invierno
nos calaba en el alma y en los huesos
Y era paz en la guerra
de la pobreza cotidiana
Yo la miraba flotar dentro de la casa
Sí, flotar, no hacía contacto con el suelo.
Y volar cuando nos llevaba al parque
Sí volar, testigo soy de eso
Nos quedábamos quietos
Sentados en el pasto o las bancas
Y la veíamos platicar con las nubes
No de lo que pudo ser
Sino de lo que fue
Heridas, cicatrices, sueños y esperanzas
Cuando murió mi madre
Yo estaba a minutos luz de distancia
Eramos tan cercanos
que igual sentí el dardo fulminante
en el momento preciso,
un rayo gemelo
del otro qué a ella derribaba
Ella días antes andaba
por las casas de los vecinos
iluminando los patios y las fachadas
Les daba luz con sus sonrisas
con sus palabras y miradas
"Aquí falta algo de luz", les decía
Y ellos asentían dóciles
Ella había tenido once partos
Había parido once hijos
¿Y todos vivos?, Doña Leonor
Le preguntaban
Y ella reía,
“unos vivos y otros no tanto”
Era su respuesta
Yo en cambio andaba por los caminos
Tratando de parir una idea
Qué difícil es pensar para parir ideas
Y así me entretuve
Mientras mi madre se hacía vieja
Que quiero decir iba hacia la vida
Buscando la muerte en la vida misma
Haciéndose vieja
Haciéndose niña
Esa tarde yo fui testigo
Me asomé a su mirada
Y ví cómo ella le clavó el diente a la muerte
Y vi cómo la muerte empezó a sonreír
Muerte de mierda
la muerte empezó vivir con su vida
Y yo piaba delante de ella para que cantara
Yo no sabía que los pájaros
no cantan si ya no vuelan
Allí fue cuando me di cuenta
Y fue entonces que mi madre empezó a morir
Y sonriente empezó a vivir la vida eterna
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