Albañiles

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Me tocó trabajar de ayudante de albañil algunas semanas. Eran vacaciones de verano. Y por alguna circunstancia yo andaba enojado con mi papá, sobretodo quizá por el orgullo de adolescente. El caso es que no iba a trabajar con él y le dije a Don Santos, un vecino, que si me agarraba de ayudante. "Claro que sí", me dijo bonachón, amigo de la familia, y además quien años después construiría nuestra casa. Yo estudiaba la Normal. Él tenía obra en la  colonia Popular, cercana a nuestra casa. Pasaba por mí a las 6:30 de la mañana. Y a las 5: 30 de la tarde ya estábamos de vuelta. "Hsta mañana Toño", "Hasta mañana Don Santos". 

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Y así fui todos los días durante seis semanas, a cargar pala y revolver cemento con arena y grava, y acercarle los blocs, una y otra vez, con un sol inclemente de julio y agosto, para saber lo que se siente, y terminar la jornada de casi diez horas horas completas (una hora para la  omida) para luego lavar la herramienta y regresar a la casa todo molido sin querer que amaneciera para mañana. Don Santos trataba de darme descansos tipo que fuera a comprar un refresco, tipo quédate cuidando mientras regreso, tipo ve a comprar este material y lo esperas para que vengas con el camión materialista. Pero eso no podía ser muy seguido y ni siempre.

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Así que, aunque por poco tiempo, supe lo que significa no solo trabajar bajo los rayos del sol, que de eso ya sabía por ayudar a mi padre que era jardinero, y estos no están en la sombrita, sino a trabajar bajo el sol, pero haciendo fuerza o cargando la lata de mezcla o los bultos de cemento. ¿Y cómo ha aguantado toda su vida en este trabajo?, me animaba a preguntarle. "No sé leer, ni escribir, me respondía no resignado, sino sonriente siempre.

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Las casas sencillas, los multifamiliares, las calles pavimentadas, las casas de lujo, las escuelas, los estadios, los grandes almacenes, y todo lo demás imaginable, ha sido levantado por los albañiles y sus ayudantes. Y antes de esa construcción está la imaginación, la creatividad en el diseño, del arquitecto y de los ingenieros que van conduciendo desde el inicio dichas construcciones, y las indicaciones y también interpretaciones de esas claves profesionales plasmadas en el plano. Todo un equipo de profesionales y no profesionales para que se levante lo que no había sido. Y para que resista aguaceros y huracanes.

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Y observamos las construcciones antiguas que tienen miles de años y permanecen intactas o con ligero deterioro. La de las primeras civilizaciones. Y las construcciones que casi rascan el cielo de allí su nombre que desafían toda lógica común y se alzan más allá de nuestra lógica. Pero además que son funcionales y bellas. En todas ellas, los hombres de la construcción entregaron su tiempo, su esfuerzo, dejaron su sudor y a veces su sangre para llegar a la inauguración de la construcción.

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Ahora cuando camines por colonias, centro de la ciudad, barrios, o centro histórico, o cuando viajes y estés frente a un edificio histórico, o frente a una pirámide u observatorio antiguo, ahora cuando estés frente a un alto rascacielos y uses su elevador y te eleves y luego te asomes por la ventana o mirador del mismo, lo mirarás de otra manera, al tener presente que todo ello es gracias al esfuerzo humano, fundamentalmente de los albañiles, de su fuerza, sudor y sangre, y que todo ello fue para llevar el sustento de su familia, entre la marginación y el olvido.

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No son anónimos en el presente: Juan, José, Jesús, Pedro, Santos. Lo son a los pocos años que pasen cuando quede terminada la obra. ¿Quienes construyeron esta magna obra? Dirán el nombre del arquitecto de renombre. Y junto a ellos decenas y cientos de hombres de carne y hueso, quienes casi nunca vuelven 

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Es común que desde ayer todas las construcciones tengan instalada una cruz de madera adornada, como símbolo de la celebración y agradecimiento por el trabajo. Asimismo es común que los patrones paguen comida y refrescos a los trabajadores. Es pues, día de fiesta, en reconocimiento a quienes construyen para otros. Tantos hombres contribuyen a la obra, en cada hombre un nombre y una historia, una familia, conjunto de saberes y tradiciones. Y ningún nombre queda de ellos, queda la obra. Así sea también en nuestro  paso por la vida: se olvide el nombre y quede obra, por más sencilla y modesta que sea.

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"No me ufano del trabajo/ qué me ha tocado en la vida/ de que es duro, eso sí/ téngalo por seguro. Así les digo a muchachos/ que pesa más un bote de mezcla/ que un lápiz con rienda. Y no es que sea malo el trabajo/ por eso están las construcciones/ aunque a nosotros sea causa de aflicciones./ Súmate a la.construcción/ para que sepas sin tanto cuento/ y busca otro camino/ te lo digo por experiencia./ Sí, la fama ya lo sé/ que somos tomadores/ , que somos mujeriegos/ no es por justificarnos/y qué esperaban, señores/. Si el trabajo es muy duro/ y hay que divertirse. Porque el día menos pensado/ llega el momento de irse..." Corrido norteño.

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Nuestra casa era de madera. Y mi madre con sus ahorros en 1980 llamó a Don Santos (no sé sus apellidos) y empezó a trabajar, yo de su ayudante en vacaciones de verano, ya maestro de primaria. Siempre alegría, siempre cantando en lo bajito una canción. Solo tenía una hija, era viudo. Para ella trabajaba, para ella era su esfuerzo. Pero un día llegó triste y cabizbajo. No hablaba. No quiso comer. Y menos cantar. Hacía su trabajo de manera mecánica, rutinaria. Mi madre se dio cuenta y se lo dijo. Se soltó a llorar: "mi hija desapareció o se huyó". No dijo más y siguió trabajando hasta terminar su jornada. Ya estaba casi por terminar la obra. Y no volvió. Nunca más se supo algo de él.

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