Las agujetas de Xiomara

1. Me cuentan. Siempre me cuentan. Una niña de nombre Xiomara, no tenía tenis para Educación Física en primaria. Y la joven maestra de Educación Física  (EF) le dijo que se quedara en el salón, castigada. "¿No tienes tenis?", le preguntó la maestra titular (MT) del grupo. Sí, pero no tienen agujetas. Así dijo la niña, triste, casi a punto de llorar. Y la clase siguió como la vida: algarabía en la cancha de todos los que llevaban tenis y pants y camiseta, propia para la ejercitación del cuerpo, solaz del alma. 

2. Alguien debiera regalarle algunos tenis, sean nuevos o usados, dije. No puede ser que eso suceda. Ya imagino el sentir de la niña al dar la espalda a sus compañeros que estaban en la cancha, con los diferentes juegos que ponen los maestros y maestras de EF y caminar cabizbaja, encorvada y con los ojos llorosos hacia la solitaria aula. La maestra del grupo le dijo que no se fuera al salón, que se quedara con ella platicando en una banca y vieran los ejercicios. ¿De veras no tienen agujetas tus tenis? ¿O es que no tienes tenis? "Agujetas no tienen, maestra". Dijo la niña. Así dijo. Y habría que creerle. Aunque parece increíble que por algo tan simple no pueda disfrutar la clase que nos gustaba y gusta a todos.

3. Todo esto sucede en una escuela rural. La maestra de EF creo que tiene razón. Solo que la niña tiene sus tenis pero no tiene agujetas, a como dice. Y las agujeas no cuestan caras. Algo pasa. "Es que mi mamá no las compra. Se las encarga a mi papá y a mi papá se le olvida comprarlas". Así dice la niña, aunque no triste, pero sí deseosa de estar corriendo, brincando, haciendo piruetas, moviendo su cuerpo junto con sus compañeros y compañeras en la cancha, para solaz del alma.

4. La maestra del grupo me dice que le tiene unos tenis para regalar (número 3 coincidente con la medida de la niña), pero primero le llevará las agujetas, para ver si lo que dice es verdad o mentira piadosa, que le dé pena decir que no tiene tenis, que no es culpa de ella, sino de este sistema inequitativo en el que muchos tienen poco o casi nada, y muy pocos tienen mucho o casi todo. Pero esa es otra explicación, tema para otro texto. El caso es que el corazón de los niños es muy frágil. Y no olvidan ni el buen trato de sus maestros ni el mal trato de los mismos. Una ofensa la guardan bien y siempre. Y asimismo la sonrisa, la comprensión, la empatía de su maestra o maestro. Yo, por ejemplo, recuerdo muuuuy bien que en tercer año le aterrizó un avioncito de papel en su escritorio a la maestra Alicia, ella volteó a ver quien había sido, y sin investigar, se fue hacia donde yo estaba y me dio dos varazos en el antebrazo. Y yo no había sido. Debí de haber sido para que fueran "justos", digo, sus golpes. 

5. Sí eran las agujetas las que le faltaban a Xiomara. La maestra le llevó un par para ponerlas a los tenis. Y muy gallarda llegó al día siguiente, luciendo sus tenis. De seguro se los habían regalado usados, puede ser, y eso lo supongo por la falta de agujetas. Los nuevos siempre vienen con ellas. Pero ya los tenía completos. Vino la siguiente clase. Para esta estaba programado que llegaran las mamás para realizar las actividades físicas en dupla madre e hija, que no era asunto de cargarlas, sino de realizar actividades de coordinación, de acercamiento, de abrazos y cosas por el estilo. Solo que de ella, de Xiomara, no llegó la mamá. Y lo mismo.

6. "Las niñas que no vinieron con su mamá, se regresan al salón, castigadas". Y de nuevo la niña de las agujetas quedó fuera de las actividades de EF. Y no solo ella, pero no muchas, solo dos. Xiomara y una compañerita de nombre Estrella. La maestra del grupo abogó por ellas. Que como eran en par que hicieron ellas pareja e hicieran las actividades. La maestra de EF se aferró a que no y se impuso. Y la maestra de grupo les dijo que se quedaran con ella a platicar allí en una banca frente a la cancha. Y estaba todo muy alegre en la cancha con madres e hijas. Solo que esta vez el director se dio cuenta. Preguntó a la maestra de grupo que por qué, si esas dos niñas estaban castigadas o qué. "Castigadas no, más bien qué, que no vinieron sus mamás.", respondió la maestra. "No. Que hagan las actividades ellas dos en pareja. solo cuando se trate de cargarse una a otra, eso no lo hagan." Y así quedó, salomónica la decisión. La maestra de EF no dijo ni pío.

7. Recuerdo bien que cuando yo estaba en la Normal, algún maestro nos dijo: "siempre vean la manera de integrar a los niños, y con más razón a los más golpeados emocionalmente por la vida. Porque si en su casa no se interesan por ellos, ellos tienen que encontrar alegría y consuelo en el salón de clase. A los niños y niñas nunca se les olvida el buen trato de un maestro y nunca se les olvida un mal trato, una palabra ofensiva o una discriminación por su cuerpo o alusión a sus características físicas: (flaco o gordo), color de piel (negro), pelo morucho (nido de pájaros), estatura (jirafa o pulgarcito)". 

8. Uno de los consejos que nos dieron: "si un niño o niña se limpia los mocos con su mano, y con esa misma amno les ofrece un taco, de lo que está comiendo, acéptenselo aunque les dé asco, aunque luego se lo regalen a otro niño o, en el extremo, lo tiren, pero sin que ellos se den cuenta. Nunca se les olvidará el desprecio, a contraposición de sentirse bien de compartir con su maestro o maestra de su desayuno". Palabras de mis maestros de Normal.

9. Es cierto. El maestro no tiene la obligación de arreglar todo lo que viene mal de casa. Es más, le sería imposible o casi imposible. Solo que el amor a la docencia, el amor a la educación, la vocación al trabajo educativo, (ya no el apostolado), la sensibilidad hacia el semejante, y más al niño y niña, o al menos el sentido común, hace que se realice el milagro de empatía. Si a los niños y a las niñas los maltratan en casa, o les son indiferentes lo que les pase en su interior; si en la escuela no los escuchan, ni los comprenden; si no leen en su mirada sus maestros los mensajes de necesidad de auxilio emocional, entonces ellos y ellas van encontrando la comprensión y empatía engañosa, poco a poco, en el vecindario, y en la calle, y muchas veces los van llevando a actividades ilegales, sin que sus padres se den cuenta y mucho menos la escuela. Aún hay tiempo. Hoy veía o ayer en un diario el alto aumento de consumo de alcohol, los embarazos prematuros, la edad promedio de quienes delinquen y, en el extremo, la alta incidencia de suicidio infantil y juvenil. Y preocupa, para que nos ocupemos.

10. Pd. Les cuento ayer sonó mi teléfono. Me llamó mi maestro de civismo en secundaria. A él le debo parte de mis inquietudes y afanes. Se llama Raúl Torres Torres (originario de Miquihuana, Tamaulipas). Y me pregunta que para cuándo voy a Matamoros. Que me invita a desayunar y platicar. Y yo agradecido y contento con la vida. Esa llamada me renueva. Él es autor del Himno al maestro jubilado, que me imagino hay muchos, pero uno de ellos es autoría de él: "...Por tu experiencia, tú supliste al arquitecto/, al deportista, al danzante o al doctor/...con gran paciencia tu siempre estuviste presto/ dar a educandos la enseñanza con amor..." Eso es, educar con amor. Lo que bien se requiere y urge en las aulas es  la pedagogía del amor.




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