Mona (2)

 1. "Para comprender lo que significa el pasado uno debe hacer el ejercicio de volverse atrás en el ejemplo de tener padres y abuelos. Y que ellos también fueron niños y tuvieron padres y abuelos. Y ellos, al igual, también fueron niños, y así podemos seguirnos hasta detenernos en el tiempo que nos interesa. Somos una generación que en sucesión dejaremos de ser, e irnos, para que emerjan las nuevas generaciones; sí, como eslabón de una cadena que empezó allá hace muchos años, pero no por generación espontánea. ¿Qué significa esto? Que de la nada no puede surgir nada. Lo que es no puede nacer de lo que no es, y viceversa". Yo escucho atento.

2. Mona me explica todo eso. Y saco a cuento la canción de Coincidir, entre el tanto tiempo y la tanta geografía, hoy estamos aquí: Yo escribiendo un texto diario y recordando. Y ella volátil, etérea, yendo al pasado y regresando, y sobretodo riendo como loca, hablando con las plantas y los pájaros. Yo buscando un dato, un recuerdo, una señal. Estructurando un no sé qué. Ella dando equilibrio a estos tiempos tortuosos entre la utopía y la realidad tensa, morbosa, acuciante. Palabras que riman: poesía, filosofía, utopía, ambrosía.

3. "Adonde mires hay belleza -dice Mona. Y lo mismo, a donde mires hay tristeza. La mente selecciona lo que quiere ver. Porque es lo que cada quien carga muy dentro. Es una construcción de la personalidad. Y todo ello es la suma de experiencia, de abrazos, de roces, de los tratos con los demás. Te decía, nada es por generación espontánea. Lo mismo sucede en las personas, los acercamientos o los alejamientos. No hay un solo hecho que determine un resultado. Sino es la suma de todos, que confluyen".

4. Me gusta cuando se pone a explicar las cosas que bien comprende. Es su filosofía, una mezcla de tantas cosas. Tuvo una tía hechicera, un tío navegante y convivió con su abuelita, sabedora de la tradición en el curtimiento con hierbas. Mona trae todo eso como cultura personal. La sonrisa es su arma pública. A veces estamos platicando y se queda callada, absorta. No sé de qué. Como si quedara en trance. Y vuelve a los dos o tres minutos. Y sigue como si nada. No se explica lo que pasó, ni busca explicaciones. Solo sigue en la ruta de escuchar y hablar, como si no huibiera pasado ese paréntesis de silencio.

5. "Sé de ópera como si hubiera nacido en Moscú, o Nueva York. De niña cantaba en la escuela". No para de contar. Parece que es mentira todo lo que dice. Y lo dice con tanta seguridad. Y se pone a cantar algo de Verdi. No se afina bien, es cierto. pero sí tiene voz de cantante. Quizá con algunas clases, mas disciplina y entrega, tengamos una cantante d espera de gran importancia. Y escribe. "No sé, alguien me dicta", dice para asegurarse que si hay errores en lo que escribe no se le achaque a ella, sino a ese que le dicta en sueños, "como a Parménides", le dije. "Ajá, ajá", responde como si supiera, o a lo mejor sí.

6. "A Parmenides en un sueño lo condujeron bellas mozas que dirigían las riendas de un carruaje con briosas yeguas. Y lo llevaron ante la diosa sin nombre. Dice el eleata que en un sueño le fue dictado ese poema. Y la diosa le tomó de la mano y le dijo que era de los pocos mortales que conocerían el secreto de lo que significa la verdad, que esta es solo conocida por los dioses, y que a los mortales les queda solo saber de opiniones y suposiciones, y aunque sean verosímiles nunca serán la verdad, porque el hombre solo aprende a través de los sentidos, y estos son engañosos".

7. Me ha contado de sus amores, de sus fracasos y sus sueños. No pide consejos ni se ata a los recuerdos como atarse a una piedra y entrar al río a sabiendas que nos hunde el peso de la roca. Es poco para ella lo vivido y lo por vivir está de frente y será de a poco en poco, sin aspavientos ni pretensiones fuera de lo humano. Y vaya, que parece no humana en lo de vivir plena, sin arrogancia como si fuera una planta del campo, con el oxígeno en su justa medida, con la limpidez del viento, con el verdor de la esperanza en el campo esperanzado.

8. Y escucha, Mona sabe escuchar. Y con la mirada brillante mira a los ojos sin detenerse. Y no interrumpe. Solo que sea algo que necesita complementar y con una señal de los dedos mete una palabra que es como la que falta en el hueco de la comunicación. Y agradezco esa manera tan sutil de acercarnos. "Lo demás es silencio" (AM). "La luna en el mar riela" (J de E). Y así jugamos a títulos y versos. Y aunque noto que ella confunde autores, no lo hace por quedar bien su intento de saberse todos los nombres de autores de novelas y versos. Solo es parte del juego. Como aquel cuento de Julio Cortázar donde cambia el género y rol de los personajes: la mamá es abuelo, el abuelo es el hijo, la tía es la hermana y cosas así por el loco estilo.

9. Mona estuvo lejos varios años. Desapareció sin dejar mensaje a nadie. Que se fue a las montañas a reflexionar, decían burlones los vecinos. Que está internada en un sanatorio mental. Lo cierto es que cuenta que tuvo un cáncer de estómago. Y era inminente su muerte. Acudió con oncólogos, recibió quimioterapia, le dieron diez meses de vida. "Era muy agresivo", me aseguraron. "Y yo me quedé dormida no sé cuanto. Pero tuve un encuentro con mi abuelita curandera. No sé si fueron varias horas o días. Y me dio a detalle la manera de curarme. No tengo la explicación ahora si no ayudaría a tanta gente que lo necesita. "Y te harías millonaria", le digo. Frunce la cara como diciendo eso no me interesa. "Solo sé que desperté en la montaña, pedí auxilio a una familia muy pobre. Me dieron posada, tampoco sé cuánto tiempo. Lo que sí es que salía a caminar por las tardes unas dos o tres horas. Quizá el aire puro y helado. Quizá el cambio de vida lejos de la civilización. Quizá mi abuelita como ángel de la guarda. Algún té de esos lugares que viví. Lo cierto es que el cáncer se fue de mi vida".

10. Yo le cuento de mis sueños. El de anoche. Iba en rait en una carretera amplia de ciudad, como la Ruiz Cortines, con sus puentes y salidas a la de baja. Y en un momento me quité los zapatos y los tiré en la misma carretera. Y más adelante bajé. pero estaba sin zapatos y me di cuenta que había que ir a recuperarlos, por si los encontraba. Y remonté caminando por el pequeño espacio que está entre el carril de rodada y la barandilla. Y allí voy, había subidas y unas eran muy inclinadas. No lo iba a lograr. Hast que al fin llegué al punto. Ya los había recogido un indigente y los llevaba puestos. Solo sonreí y me regresé descalzo a seguir mi vida. 


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