Mona 4

¿Miro hacia el futuro o hacia el pasado? La pregunta me la hago con frecuencia. Porque duermo y vivo en los sueños. Despierto y miro una realidad en la que estoy sujeto. Y cuando recuerdo, vuelvo a vivir esos momentos de mi pasado que me confortan, me reconfortan. Por eso me pregunto si no estaré volviéndome loco. Si no es que ya estoy al borde del precipicio donde larazón se confunde con la sin razón. Solo que Mona fue realidad me digo. O fue un sueño, como diría Calderón de la Barca, que la vida es un sueño y los sueños, sueños son.

"¡No!", responde enfática ante mi observación. "No es eso". Entonces justifica ese ocultamiento con pudor, lo que es posible. Y lo dejo allí. Entonces le respondo que es brillo e inteligencia. Que el alma mora en el cuerpo, que sin este no puede manifestarse. Que primero es imagen y le recuerdo de la primera vez que le vi, como a los niños que antes de dormir les gusta que les contemos un cuento, aunque sea el mismo cada vez. "Había una vez..." Y traigo esos recuerdos aún ahora en la distancia.

Mona duda de sí. Su extrema delgadez le hace buscar la semi oscuridad. Y con la luz se cubre, con toalla o playera. Los huesos iliacos le sobresalen y nos golpeamos en el ir y venir del columpio, en el ir y venir del péndulo, en el ir y venir carnal de la vida centrada en el instinto, como llama que no se apaga. ¿Para ti soy imagen o cuerpo?, pregunta. Como esperando una respuesta definitoria para saber a qué atenerse. Yo la miro y admiro.  

"¡Basta!, ¡ya basta!". Despierto. Me alisto con el baño y el desayuno para salir. A veces quisiera salir de mí mismo, como si eso bastara. Pero salir a dar una caminata. Y ver a mi alrededor, en el movimiento lo que va sucediendo. Y lo que al caminar voy dejando atrás. Un parque. Una escuela. Casas de una planta y ocasionales de dos. Los pequeños jardines entre bien cuidados y abandonados. Plantas secas o radiantes, vigorosas. Y me olvido del pasado, mas bien lo dejo en reposo para volver de nuevo cuando el café lo amerita. O estas tardes de otoño entre pálidos reflejos del sol o lluvia intermitente.

¿Es usted Germán? Mi nombre no es Germán, solo que suelo identificarme con pasaporte y este nombre. Hubo la oportunidad de hacerlo. había provocado un accidente donde murieron varias personas. Logré huir. Aunque en las madrugadas revivo el accidente. Y ya no puedo dormir. Y me quedo callado. Me repiten la pregunta sobre mi nombre. Y les digo que sí, Germán De la Rosa, a sus órdenes. Ah, mire, le hablo de Emergencias del Distrito Federal. Encontramos su credencial en el bolso de una mujer que estaba dormida en la calle. Hace frío, es de madrugada. Sí yo estaba durmiendo cuando la llamada. No iba a contestar. Pero luego de tres llamadas me imaginé que podría ser una urgencia. Sí, Mona se había ido al DF, según a entrar a estudiar Filosofía, solo que es confiada y luego me dijo que en una bebida le habían puesto algo y quedó tirada en la acera de una calle cualquiera. Por eso me llamaban.

Doce horas en camión, un vuelo disponible para mañana estar en una hora. No me es posible ir en este momento. No se preocupe, señor. Muy amable la mujer muchacha que me hablaba. Era de madrugada. Yo soñoliento. Ella muy amable. Qué bella voz. Mientras la vamos a tener en resguardo médico en un albergue para personas de calle, pero sí sería conveniente que viniera lo más rápido posible. este sí, claro que sí, mañana en la tarde estaría por allí. No se preocupe, uno o dos días no hacen la diferencia. Ella está en buenas manos.

A veces me siento en el patio trasero de la casa. Es un patio mediano con jardín y rosas. Un árbol grande, del que siempre ando diciendo que es el de la canción Mi árbol y yo. Leo, principalmente. Tengo cafetera al lado. Y me escapo a mi infancia. Es la frontera, la frontera, la frontera, cantan en la radio, donde usted es más feliz como quisiera, etc. Y repaso algunos momentos de mi niñez, la fobia a las alturas, las profundidades, al fuego y a la electricidad. La primera lectura. Mis maestros y maestras. El hambre. El goce con las frutas. Y ya algo más grande mi despertar instintivo. "Ya te quedaste dormido", me dicen. Y despierto como si despertara a otra vida que es la mía y no lo es a la vez. No temo a la muerte, ni a la enfermedad ni a la vejez. Temo que la capacidad de pensar huya. Temo que la imaginación se paralice.

En esas aventuras del pensar en la niñez de 12 y 13 años me escabullía hacia el futuro. Y vivía otra realidad alterna. Me soñaba sí, como recuerdos del porvenir, en una sala grande, un perro guardián a mi lado. Un verde campo en la sierra con árboles frutales y plantas de ornato. El aire frente a mí. ¿Y escribirás?, me pregunta Lety, mi compañera de banca. Nos sentaban niño con niña. Y yo le comentaba de cómo me miraba en el futuro. Creo que sí, era mi respuesta no muy convencido.

Un día Lety me llevó un cometa como regalo en mi cumpleaños. Le había dicho a su mamá que yo cumpliría años. ya había estado en sus asa haciendo tarea, que tardábamos más por la plática, pero vivíamos cerca. Y su mamá le sugirió que me regalara algo. Unos calcetines, una playera, un desodorante o algo así. Y Lety le dijo que no, que algo especial, como algo para volar en la imaginación. Y coincidieron eu fuera un cometa. Era color naranja con una cola azul, muy bien hecho. Lo hizo mi papá, me dijo. Y yo contento con mi cometa para volar.





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