Violencia en las escuelas

1. Mediatizado, miro el video en el que una persona adulta de secundaria está sentada atrás de un escritorio. Junto a ella hay un adolescente. Luego se sabe que es en un grupo de secundaria. Que es en Ramos Arizpe, Coahuila (norte de México). Y que ella trabaja de docente de la materia Español. Luego ella se levanta y camina hacia la puerta. Y atrás de ella el alumno la alcanza por detrás y se mira que la empieza a golpear, luego se sabe que son navajazos y golpes hasta tirarla. El muchacho sale corriendo del salón.

2. Sin duda es injustificable el ataque a una o un docente. Y sin duda es injustificable un ataque a un alumno. Y hay tantas variantes en estas dos afirmaciones. Solo que no dejaremos de enfatizar que no todos los que trabajan en educación son maestros, aunque la mayoría sí lo son. Y no todos los alumnos llegan a la escuela a estudiar, aunque sí la mayoría. Y entre millones de alumnos y alumnas de educación básica y los docentes, hay miles y miles de relaciones distintas. Que van en un espectro amplio desde el cariño inconmensurable y agradecimiento, hasta el rencor, el odio y el desprecio.

3. Se entera uno por las noticias de balaceras en escuelas de Estados Unidos. Un niño o muchacho lleva un arma de su padre, y entra a los patios del edificio escolar y empieza a rafaguear a diestra y siniestra causando desolación, dolor y muerte. A veces se le detiene y enjuicia. Y en otras ocasiones, francotiradores lo matan en el mismo lugar para que no siga disparando causando más víctimas. Y como las vemos en las noticias. Y sabemos que es en Estados Unidos, lejos, muy lejos de nosotros, seguimos viendo las noticias, sin mirar dentro de nuestra casa, sin estar atentos a lo que pasa en el barrio o en la escuela de nuestros hijos. 

4. Hasta que hace algunos años sucedió una balacera en una escuela en Monterrey, también lejos de Tabasco, en el Norte de la república. Y seguramente no lo relacionamos que pueda suceder o bien en escuelas cercanas a nosotros. O que sean nuestros hijos o hijas víctimas o testigos de hechos como los anteriores. El caso es que en Ramos Arizpe un muchacho golpea y apuñala a una docente de la materia de Español. Y hasta allí nos quedamos. 

5. Hace unos meses en una preparatoria tabasqueña, un alumno hirió de gravedad, con una navaja, a un trabajador de la educación que le impartía clase. Entonces ya está más cercano a nosotros (desde donde escribo, Tabasco, México) el asunto de la violencia. Y cerrar los ojos, y sentir que son casos aislados, no ayuda, sino coadyuvan a generar condiciones, como caldo de cultivo. Hay violencia, y esta es no solo física, sino verbal asimismo. Y se van dando las condiciones. Entonces hay que reparar en ello. Poner atención desde la posición que nos corresponde: sea supervisor, director, docente, prefecto, psicóloga, sin deslindar a las autoridades educativas. Analicemos, no solo los protocolos de actuación, sino asimismo lo que hacemos, lo que decimos en el área escolar.

6. Víctimas ambos, el agresor y el agredido. Sin justificación alguna ni atenuantes para ninguno de ellos. ¿Quién agredió primero? Ambos son víctimas de una sociedad convulsa, con mensajes contrarios a la educación, que proliferan alrededor de todos nosotros. Millones de pesos como salario para quienes satisfacen el morbo y el espectáculo. Migajas para los educadores, que parte de su salario se va en transporte y material para sus clases (ni se diga proyector de imágenes). ¿Educación y cultura? "Ah, sí, recorta allí. Son secundarias esas actividades tienen muchos recursos. ¿Arte? Ah sí, de nada ayuda, si no se comen poemas ni narrativa". Y no recuerdan que no solo de pan vive el hombre.

7. Peor que disminuyendo los recursos para cultura, educación y arte, y haya menos pan en la mesa de muchos, se van dando condiciones, aunque no reparamos en ellas. Y con uniformes gastados, la barriga vacía, zapatos gastados o rotos o grandes al pie, y color de piel no blanco, o rasgos distintivos distintos a los españoles de ojos azules, el ariete de la palabra ofensiva del adulto lastime al niño o adolescente, y que al hacerlo se evidencia que no eres maestro ni maestra, y que llegando el reporte a la dirección, el jefe de esta oficina minimice el asunto, y espere que los padres no se enteren, y peor si al enterarse estos, por las razones que sean no van a la escuela a decirle al director que esta pasando esto o lo otro, y que hay qué detener las agresiones verbales, sean de quienes sean, y se levante acta, y se lleven talleres de sensibilización para los que trabajando en educación, impartiendo clase, no sean maestros de a deveras, que estos no agreden ni ofenden, más al contrario.

8. Ningún alumno o alumna agrede a su maestra o maestro, que admira y hasta quiere de grande ser como ellos. Ningún adolescente agrede al docente que imparte la materia con emoción y hasta ganas le dan de estudiar una carrera afín a la materia impartida. Ningún maestro agrede a sus alumnos menos física, pero tampoco verbal sea por sus equivocaciones, errores, color de piel, religión, preferencia sexual, pobreza, ropa gastada, zapatos viejos o huaraches de llanta, estatura. Ningún Maestro o Maestra lo hace, de eso no tengo duda. Los otros, algunos sí, se sabe, aunque nadie lo diga, hasta que pasan casos. "Problema que se soslaya, estalla", bien lo dijo Don Reyes Heroles, el viejo. 

9. El Maestro o Maestra recibe a un grupo a veces muy  grande de estudiantes. En ocasiones el salón requiere un aparato de clima acondicionado, que no hay, o se descompuso. El calor tropical llega a los 45 grado en abril y mayo. La materia es árida a veces, el alumno anda con hambre o hubo pleito en sus casa, si es que hay casa, si es que hay padres ambos o solo uno o ninguno. Y la situación es compleja en el conjunto de emociones que se reúnen en el aula, así que se requiere tener no solo conocimientos, sino desarrollar habilidades para cautivar a los alumnos. Sé que no es fácil, lo sé, porque lo viví, lo vi, lo entendí. 

10. Solo que si el alumno no tiene condiciones en su casa en donde le generen buenas emociones, y si ni casa tiene a veces, ni familia, sino que viven con los tíos o abuelos ya grandes de edad, y en la escuela encuentra muros metafóricos en la forma de ser de algunos de las personas adultas que le imparten clase, y si sumado a ello lo agreden verbal, entonces se dan casos como los que hemos citado, que ni son deseables, ni se justifican, ni se atenúan, pero suceden. Y en ocasiones juzgamos sin ser jueces. Y le echamos la culpa total a una parte o a la otra, sin reflexionar o reflexionando que el alumno está mal en su conducta, que no debió hacerlo, y en efecto no debió hacerlo, pero en su cerebro no encontró otra salida. Debemos aprender a leer miradas. Allí se ve el vacío, la tristeza, la alegría, el rencor acumulado.

11. Pero estábamos que a veces se disminuyen recursos en educación, en arte, en cultura, sin pensar en el daño que se hace a la sociedad. Y no lo relacionamos que se requiere la música, el teatro, las artes plásticas, como pan para el alma de todos y todas. Y que alguien que practica arte, se emociona con el arte, tiene menos disponibilidad para pensar en violencia. Busque usted videos de las bandas de música infantiles de Oaxaca -de seguro hay en otros estados-, niños entre 7 y 15 años, de origen humildes, como excelentes intérpretes de música, muy contentos, tocando un instrumento musical, y en conjunto la orquesta, con el "Dios nunca muere", de Don Macedonio Alcalá; o "Sobre las olas", de Don Juventino Rosas", sin olvidar "La Llorona", o "El feo", etc. Y he visto la emoción de las y los muchachos en obras de teatro o concursos de declamación y oratoria. O en los dibujos y pinturas. Hay esperanza. Sí. 


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