Dolor y risa: ¿le ha pasado?

1.- Ahora me río. Cuando algo me duele, no. Los sillones que utilizamos para mecernos tienen en su base dos salientes que se encuentran al dedo gordo nuestro y saltamos en ese choque y decimos cualquier onomatopeya o palabra que nos permite dar cauce al dolor que sentimos en el umbral último previo a nuestro desmayo. Los segundos de tiempo en los que va disminuyendo el dolor los sentimos eternos, y aunque seamos ateos, agnósticos o poco creyentes, nos acordamos De Dios, o al menos lo mencionamos, o de nuestra "madre mía". Ha sido un dolor intenso, inimaginable, tal que hasta el testigo siente casi lo mismo que uno.

2. O cuando estamos distraídos y nuestros dedos de mano están en el trayecto final de la puerta del coche, y sin fijarnos cerramos dicha puerta o alguien la cierra y saltamos literalmente de dolor aullando como lobo en los últimos segundos de su vida. Es algo terrible, inimaginable, y doloroso a grado sumo.  Me ha pasado y siempre digo que para la otra tendré más cuidado. El sillón lo regalé y cuando miro la puerta del auto abierta antes de cerrar vigilo que mis dedos y cualquier otros de persona no estén en ese lugar donde quedan muy lastimados.

3. Es tan fácil caer en eso de nuevo, aunque de manera distinta. Dos dedos míos estaban en el trayecto de dos leños ya cortados pero unidos por la corteza, y al tratar de separarlos dándole vueltas y luego golpeándolos uno por otro, tonto de mí, me los machaqué en el extremo donde duele, se hinchan y van cambiando de color de moreno latino a morado llegando al negro marrón, y quedando allí para miedo de que algo más quedara secuela.

4. Pienso apesadumbrado que debí ir por el machete y separar los leños, pero la flojera hizo que mi mente tratara de separarlos a la fuerza, y ni los separé y me llevé el golpe de mi vida en los últimos años. De inmediato busqué en internet archivos de lo que se debe hacer en esos casos de emergencia (dedos golpeados). Y ninguno dice que acuda a un médico y menos llame una ambulancia, sino que tome agua con sal, que el dolor irá disminuyendo en el transcurso de tres días, la hinchazón lo mismo y la coloración oscura tardará disminuyendo como una semana, un poco más que el moretón que dicen queda en el cuello ante la succión pasional de la pareja.

5.- Pues llegué a la casa, no dije nada. De manera natural, el esfuerzo en el trabajo realizado de corte de leña con hacha, caminaba un poco rengo, así que oculté mis dedos con el dolor y miedo diciendo que me iba a tomar una pastilla par el dolor de huesos en general. Afortunadamente hizo efecto de inmediato. Aunque el color violeta, morado, o marrón, ya ni sé, estaba intacto y los dedos parecían inflados, no en exageración, pero quizá por el efecto del dolor yo los miraba el doble de su grosor.

6. Nos pasa con los golpes de martillo. Vamos a clavar algo, sostenemos el clavo, pero como no tenemos práctica, le atinamos al dedo primero que al clavo. Y dejamos de hacer lo que estábamos haciendo, hasta que de nuevo lo intentamos. Y queda el dedo clavado, y nos duele el clavo, o clavamos el clavo y salvamos el dedo. o cosas así por el estilo. "Mejor no hagas nada", me dicen en casa. Pero sé que lo dicen para presionarme a que lo haga, para retarme, para picarme el orgullo. Y terco que soy vuelvo a las andadas.

7. Nada grave el golpe en mis dedos. Solo que tres días estuve preocupado. Y la dolorosa lección de tener siempre cuidado al hacer trabajos caseros. Dicen las estadísticas que los accidentes de casa son recurrentes y graves, con secuelas y muerte. Lo que son fugas de gas, las instalaciones eléctricas, el subirse a escaleras, lo mojado del piso, siempre requieren que tengamos el extremo de precaución. O saltar de partes altas, recordemos que no tenemos ni 30 y menos 15, cuando parecía que éramos de goma y nos sentíamos Supermán. 

8. Si va a cambiar una llanta ponchada, hay que poner el auto con freno de mano, y obstáculos en las llantas, asegurarse que el gato hidráulico esté bien fijo, y en lo posible que no haya niños cerca que se metan bajo el auto cuando se les va una pelota, y ni uno mismo confiarse. Y cosas por el estilo. Si llega a casa uno luego de varias horas fuera, y siente olor a gas, antes de cualquier cosa abrir las ventanas y puertas, para que entre aire y disminuya el peligro de una explosión que puede darse con el encender un foco (deveras) y nunca encender un cerillo.

9. Yo con mis dedos machacados sentía miedo de que se pusieran cada vez más morados en lugar de disminuir la coloración, o que se pudrieran por dentro, y cosas así catastróficas. Imaginaba gusanillos creciendo dentro de mí. Sí, yo sé que exagero. Pero por el miedo mismo me hacía estar atento para salir corriendo al médico en caso de que viera que en lugar de irse mejorado se agravaba. A tres días del suceso puedo decir que todo ha pasado bien. Que el cuerpo es una maravilla y su recuperación ya está prevista, y queda la lección de no confiarse. Las herramientas hay qué usarlas siempre bien, de acuerdo a sus instrucciones. Nadie estamos ajenos a accidentes.

10. Solo tenemos la riqueza de nuestro cuerpo. Y lo queremos con salud. Todo un tema son sus procesos. Los internos de respiración, circulación, digestión, enlaces entre neuronas, las conexiones nerviosas en todo el cuerpo, la sensación de dolor y cómo se transmite hasta el cerebro, la luz que entra por los ojos y cómo desciframos los lúmenes para saber color, forma, tamaño, de lo que nos rodea, el intercambio de oxígeno por el gas viciado en los pulmones, la función de los riñones en la expulsión de lo que no sirve y sin duda la reproducción humana, todo un proceso perfecto en la unión de células y su multiplicación y perfecto crecimiento para el nuevo ser. 

11. Secretos que la medicina y la fisiología conocen, pero no conocen la fuerza primera que mueve todo en su perfección. Ni la conoceremos. El dolor es parte e la vida que nos hace refunfuñar contra todo, todos o nosotros mismos. La felicidad mueve el motor de la risa. Ahora ya me río de ese machucón de dedos del domingo pasado. Pero en el momento del machucón no. En ese momento no supe quién era yo. O más bien yo era el dolor mismo. Ahora soy la risa.

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