Amistad

 

A mis amigos y amigas

1.

Dice Borges, palabras más menos que la amistad no requiere presencias ni constancia, a diferencia del amor. Es un tema prolijo de reflexión. Y muy bueno para escudriñar sobre esos conceptos. Uno se remonta a los primeros recuerdos sobre la cercanía con los otros. La preferencia de caminar o jugar con alguien. Los grupos que se iban formando dentro de los salones de clases. O antes las alianzas dentro de la misma familia. O los juegos en los barrios. Siempre había alguna persona o personas que nos pasaban a buscar. Alguien que se alegraba al vernos. O si se trataba de hacer equipo dentro de los grupos de escuela, siempre ya teníamos a una o dos personas. 

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Quizá fue a los doce años, al final de la primaria y toda la secundaria, donde percibimos más fuerte la amistad. Sea con los equipos de rabajo que se formaban, los vecinos de nuestro asiento; y más cuando llegaba el 14 de febrero y buscábamos a una muchacha para entregarle una tarjeta o carta. Y a los amigos para chocar las manos y felicitarnos. También tratamos ser amigo de alguien y no fue posible. O hubo quienes dejaron de serlo. Ya para eso íbamos despertando a otro tipo de sentimientos. 

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Pero viene también la reflexión sobre las razones de los dichos populares. Hay uno que dice que en la cama (de enfermo) y en la cárcel se conocen a los verdaderos amigos. Y otro que dice que los amigos se cuentan con los dedos de la mano y nos sobran dedos. Lo cierto es que tenemos siempre pocos amigos y amigas. Y quiera el destino que no nos ponga en esas pruebas de enfermedad y encarcelamiento. Ni a uno ni a ellos y ellas. 

Los amigos de la infancia lo siguen siendo. A lo mejor con menos oportunidad de charla, pero siempre son bien recordados.  Ahora las redes sociales nos permiten ubicarnos. Y a veces nos cuentan una mala noticia. Fulano o mengano murió. Que raros nombres.

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A los amigos de la secundaria ya no los volví a ver. A excepción de los que coincidieron  conmigo en la Normal. Las redes me han acercado con varios de ellos. Y hemos tenido la oportunidad de recordar las peripecias que pasamos y a reírnos como cuando teníamos esa edad. Con los de la secundaria que fueron a la Normal, por las mismas razones de lo cotidiano,  se hizo mayor el acercamiento. Y allí conocimos a otros con los que la amistad se mantiene a la fecha. Quizá esa edad de los quince  a los veinte sea donde mayor se afianza ese sentir de la amistad y cada quien fue coincidiendo por la afinidad de gustos. 

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Finalmente la amistad está en la parte más humana del hombre. Es una parte del equilibrio; es nuestra base hacia relaciones con otras personas. Una ocasión una amiga compañera de trabajo en un periódico me dijo que la amistad no existe. Mi respuesta fue que aunque tuviera un solo amigo y ese amigo dejara de serlo, yo seguiría confiando en la amistad, con la esperanza de volver a tener un amigo.

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¿Y un amigo puede dejar de serlo? ¿O la amistad es para siempre? Dice el cuento: si deja de serlo es que realmente no era amigo. Y mucha verdad hay en eso. 

Una de las preguntas que me han hecho desde hace muchos años es de que si pueden ser amigos un hombre y una mujer. Siempre será un tema de discusión y reflexión. Yo creo que sí. Creo al respecto que cada quien dará su opinión de acuerdo a su experiencia más allá de la razón, que hay muchas. Tengo amigas a quien quiero mucho, aunque casi no las veo. Y amigos en la misma condición, de no verlos.

7

La canción Las malas compañías de Serrat lo dice todo y muy bien. Yo me atrevo a escribir este domingo de caminata y café, de sueños y vuelos, que conlos amigos y amigas, del barrio, de la infancia en escuela primaria, de la secundaria, Normal y Universidad, del trabajo, hemos pasado de todo. Hemos caminado veredas y transitado en auto y autobús por carretera; hemos andado poco en iglesias, y más en cantinas; hemos sacado notas musicales con lágrimas y risas a la guitarra, lo mismo en la bohemia que en serenatas. Hemos compartido el vino y el pan; hemos dado batallas académicas y políticas; nos hemos puesto el hombro recíproco para atenuar las penas;  y hemos compartido palabras escritas. Han sido ellos y ellas también nuestros maestros.

8.  No escribo hoy nombre de ellos o ellas. Cada quien lo sabe, sobretodo por la reciprocidad. Se han ido acumulando. La criba del tiempo y las afinidades ha hecho su parte. Me gusta recordar al respecto la canción de Joan Manuel Serrat:

Mis amigos son unos atorrantes./Se exhiben sin pudor, beben a morro, /se pasan las consignas por el forro/ y se mofan de cuestiones importantes.

Mis amigos son unos sinvergüenzas//que palpan a las damas el trasero,/que hacen en los lavabos agujeros/
y les echan a patadas de las fiestas.

Mis amigos son unos desahogados/ que orinan en mitad de la vereda, /contestan sin que nadie les pregunte/y juegan a los chinos sin monedas.

Mi santa madre/me lo decía: /"cuídate mucho, Juanito,/de las malas compañías".

Por eso es que a mis amigos/los mido con vara rasa/y los tengo muy escogidos,/son lo mejor de cada casa.

Mis amigos son unos malhechores,/convictos de atrapar sueños al vuelo,/ que aplauden cuando el sol se trepa al cielo/y me abren su corazón como las flores.

Mis amigos son sueños imprevistos/que buscan sus piedras filosofales,/rondando por sórdidos arrabales/donde bajan los dioses sin ser vistos.

Mis amigos son gente cumplidora/que acuden cuando saben que yo espero./ Si les roza la muerte disimulan./Que pa' ellos la amistad es lo primero. 

 

 

 


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