Las llamadas

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Antes era el teléfono de casa (para los que tenían). Luego vinieron los teléfonos celulares, siendo los primeros una especie de ladrillos negros. Y poco a poco fuimos testigos cómo les fueron poniendo nuevos aditamentos y aplicaciones, hasta llegar al concepto de teléfono “inteligente”. Si bobos los empresarios no son. A través de la publicidad logran hacer sentir la necesidad de tener no solo un teléfono y en lo posible dos, sino el tener el más nuevo.

 

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Trato de imaginarme cómo hacían nuestras madres para saber dónde andábamos, si salíamos en la mañana, y regresábamos ya de tarde, y a veces a media noche. Seguro que se guardaban sus preocupaciones. Ahora con el celular es muy fácil. Basta una llamada o un mensaje. Y si queremos que pasen por nosotros, hasta mandamos la “ubicación”, que a través de una app (aplicación) nos va diciendo santo y seña del lugar donde nos encontramos.

 

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Pero lo mismo es el desarrollo de la telefonía, que el uso delictivo de los datos nuestros que por todas parts tenemos, incluyendo a lo que se llama “nube”, lugar que el mismo Cornelio Reyna ya lo había adelantado con su canción, “me caí de la nube en que andaba como a 20 mil metros de altura”. Yo no sea si sea en esa altura donde se hallan nuestros datos en la “nube”. Por andan así, en las alturas.

El caso es que nos llaman de los bancos y de las tiendas departamentales para recordarnos que ya está cerca el venciminetode nuestra deuda, o que ya se venció, “pero que hagamos caso omiso si ya hicimos el pago correspondiente”.

 

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Suena el teléfono. Lo contesto. De aquel lado se escucha una voz con acento de los mexicanos que tienen algunos meses o años en Estados Unidos. “Hola, primo, soy Javier”.  Yo trato de hacerle una broma al desconocido. “¿Javier Solís?”. “Ese mero primo. Soy Javier Solís. Y fíjate que voy pallá en la troca. Pero me quedé sin gas ya llegando a “Jiuston”, y te quería pedir el favor que me mandaras 50 dólares. O lo que puedas”. Y en efecto, tengo dos primos que se llaman Javier y se apellidan Solís, mas otros dos conocidos que nos decimos primos porque se llaman Javier Solís, y todos ellos radican en estados Unidos, que ni sé dónde. Y uno de los verdaderos Javier siempre me ha echado la mano. No le pregunté cuál de todos era. La alegría de escuchar a mi primo hizo que facilito me acordara que tenía guardados 25 dólares desde hacía años, y qué mejor destino y causa  que fueran ayuda a un primo.

 

5

Suena el teléfono. De aquel lado se escuchan gritos de dolor. Se nota que son de una mujer joven. “Papá, soy tu hija. Me tienen secuestrada, papito”. Inmediatamente el corazón tiembla de más, se agita la respiración, empieza uno a sudar. Se escuchan golpes. Y entra una voz ronca que dice: “compa, tenemos a tu hija, no le vamos hacer nada; necesitamos que nos deposites 500 mil pesos”. Uno nunca cree que le suceda a uno, a alguien de nuestra familia. Volteo a ver a la sala. Mis hijas están una leyendo, otra viendo la televisión.

 

6

Está dentro de la habitación de un hotel de pueblo, de los que tienen ventilador en lugar de clima acondicionado. Había ido a presidir dos graduaciones, una en ese pueblo, y otra, en el contiguo. Una de tarde noche, la otra al día siguiente en la mañana. Ya siendo las 10 de la noche, suena el telefóno. “De la administración, Lic. Queremos avisarle que hay un operativo policial y tienen rodeado el hotel. No se asome y menos salga. En cualquier momento se va armar una balacera. Cualquier cosa le avisamos. No apague su celular”. Quince minutos después. “Sigue el operativo. Hay muchas patrullas de la policía y del ejército. Andan siguiendo a unos delincuentes. No se asome ni salga”.  Así como cinco llamadas con mensajes parecidos. A las dos de la mañana. “Está usted secuestrado. Ya tenemos el nombre de su mamá y papá y la ubicación en Coatzacoalcos. No trate de escapar. No apague el teléfono y siga nuestras instrucciones. No conteste ninguna otra llamada.”

7

Al día siguiente estaban esperando al funcionario para la clausura de generación. Era hora de inicio y no llegaba. Ya sabían que había estado la tarde del día anterior en el pueblo contiguo en la clausura y que en la noche ya estaba en el hotel del pueblo. Una maestro se imaginó: “lo tienen en secuestro virtual”.  Y fueron al hotel, hablaron con el recepcionista. Subieron al hotel y todo impecable. Revisaron la grabación de cámara y lo vieron salir temprano y subir a un taxi.  Buscaron al chofer del mismo, lo localizaron. Y les dijo que lo había llevado a un hotel del pueblo vecino. Y que no había hablado nada con él, era un servicio que le encargaron. Se trasladaron al otro pueblo, llegaron al hotel. No había registro de alguien con su nombre. Pero en esa hora se había registrado un contador, de aspecto delgado y canoso. Que coincidía con la fisonomía de nuestro personaje. Subieron al cuarto, lo abrieron y allí estaba él.

Ya para eso su esposa había depositado una cantidad de 50 mil pesos para su rescate.

 

8.

Suena el teléfono: “Somos del Banco (aquí el de usted). Le avisamos por prevención que con su tarjeta en este momento están tratando de comprar en internet desde Grand Rapids, Michigan. Solo llamamos para verificar que es usted el de la compra.” “No no soy yo, gracias”.  “Para no cargarlo a su cuenta necesitamos que nos de algunos datos. Esta llamada está siendo grabada por seguridad”  “Sí, gracias. Mis datos son ….”

 

9

Y el teléfono siempre nos da la posibilidad de comunicación estando lejos. En las comunidades había una tienda a donde llegaban las llamadas de otros lugares. Era la única posibilidad de comunicación del maestro con sus familiares. O del migrante en Estados Unidos con su esposa, hijos, novia, madre. Sin que tenga nada que ver el asunto de la canción La llamada con los temas aquí tratados, solo en el sentido de comunicación por teléfono, recuerdo la melodía La llamada, de Sergio y Estíbaliz, cantantes españoles: “Óyeme, el niño ya nació, yo estoy bien/lo malo ya pasó./ Y no temas, él ya nunca lo sabrá,/ disimula, no volveré a llamar”

10

Cuando en la niñez nos decían que el teléfono en el futuro iba a ser inalámbrico y que cada quien tendría la posibilidad de tener y portar uno de ellos por las calles, nunca nos dicen ni dijeron que lo armarían desechable para que cada uno o dos años tengamos la “necesidad” de renovar equipo.  Pero además tampoco creímos que hubiera esa posibilidad de comunicarnos por esa vía. O hacer videollamda. Y que de alguna manera esta telefonía, o el internet, fueran clave para remediar en algo el servicio educativo en estos tiempos de pandemia. Pero, por sobretodas las cosas,  como dice Oscar Chávez en una de sus canciones: “pero aquello de que hablamos, que no lo dejen de hacer (presencial) aunque sea sin amor”.

 

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Mucha atención con las llamadas. La alerta cuando son números desconocidos. Y localizar siempre la ubicación de las ladas. Y registrar el número como “No contestar”.

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