¡Vivan los Maestros rurales!

 1.

Todos debemos algo a los maestros rurales. Y todos los maestros tienen sus historias de vida y laboral. Ellos son quienes al egresar de su escuela Normal (otros empezaron como maestros después de secundaria) o regresaron a su ambiente de origen, o siendo de ciudad fueron a trabajar a las comunidades rurales. Y llegaron allí muy jóvenes más menos a los veinte años. Capullos en flor, pero una apuesta en la vida profesional de la enseñanza. Iban con todas las herramientas pedagógicas, además de su entusiasmo y afianzados en el potro de la utopía. A galope tendido, mínimo a trote, en el día a día.

 

2. Todos debemos algo a ellos, de alguna u otra manera. Si no directamente, sí de manera indirecta. En nuestra educación primaria o secundaria, la mayoría de ellos vienen de ese origen laboral, y poco a poco, a través de los años se fueron acercando a las escuelas de la periferia y luego al centro de la ciudad. A esto se le llama derecho escalafonario geográfico. Aunque a decir verdad, quien tenía “palancas” lo acercaban más rápido. Pero la forja del espíritu está en el área rural. Además que quizá sea el lugar donde más requieren al maestro, y especificando, a la entrega del maestro.

 

3. Ahorita escucho a Debussy. Me asomé a las noticias del día de ayer. Y algunas de hoy. Aquí en Tabasco hay cierres de caminos y carreteras en diversas partes, porque son una mezcla de ciudadanos que se inundaron o no en la contingencia reciente, pero piden ser censados, y tener accesos al bono de 10 mil 500 pesos de resarcisión de daños. Me preparo un café. Y recuerdo mis inicios como maestro rural. Que ya he contado parte de ello. Pero en resumen: nací en Matamoros. Y trabajé 40 años en educación. Gran parte en aulas y otra parte en oficinas. Mas mis pies están en el aula. Desde las palapas en Huimanguillo, Macuspana y Nacajuca como maestro de telesecundaria. Sin olvidar mis primeros cinco años laborales en primaria en Jalpa de Méndez. Todo ello conforma mi experiencia. Por eso decía: cada maestro tiene sus propias historias de vida, sus anécdotas, sus satisfacciones, y sus experiencias difíciles.

 

4

Ente estas últimas, está la separación a los veinte años del medio donde crecimos. Los meses casi el año para que nos pagaran por primera vez. Yo de broma digo que los fines de semana de esos meses me iba a algún crucero de Villahermosa a pedir apoyo en monedas para mis gastos, lo cual evidentemente no es cierto. Pero sí fueron meses muy difíciles, que se suavizaban por la solidaridad de los compañeros que ya habían pasado por lo mismo uno, dos o tres años antes, y nos apoyaban de muchas maneras con casa, comida e invitaciones bohemias de viernes o sábado. Y en ocasiones algún problema de falta de comunicación con la comunidad, o de empatía con los mismos compañeros ya de edad, que es el menor de los casos, y me refiero a las disputas delegaciones. Ellos acomodados al status quo sindical. Y los nuevos entre algunos que se mimetizaron con ellos, y otros que vislumbrábamos otro horizonte en la utopía de democracia sindical. Por cierto leo que le autorizaron el registro al nuevo partido de la maestra Elba Esther: Redes SP. Pero ese es otro tema.

 

5.

Cuando una de mis hijas cumplió veinte años me dijo: “asu, papá, a esta edad te saliste de tucasa para venir a trabajar a Tabasco. ¡Qué valor tuviste!”. “El mismo para hacer cosas que tú haces y yo no me atrevo”, le respondí. En efecto. Veinte años es nada, como dice el tango, o es mucho, depende de la circunstancia y el cristal conque se mire. En esos años había sin duda mejor seguridad. Y algo que cuento mucho: mayor poder adquisitivo del salario del maestro. Estoy hablando de 1979-1985. Y sin duda, las experiencias de vida al conocer otra habla, costumbres y cultura distinta a la nuestra, forma parte de lo que somos.

6. Sierra, pantano, llano, selva, caminos, lodo, desierto, quedarse toda la semana o el mes en la comunidad, con las picaduras de mosquito, alacranes o víboras. Legar a la escuela en rait por no haber transporte, o en mula, o hasta en helicóptero. Y recordar en las noches en otro confort, el confort de nuestra casa de infancia. Suena, por supuesto, a nostalgia. Pero de la buena. Escuchar nuevas canciones y llevar las nuestras a los maestros y padres de familia de esos otros lugares. Aprender otros bailables y poner nuestras redovas y polkas. Llevar la visión de una realidad mejor con la educación y compartirla con los niños, jóvenes y con los padres de familia en asamblea, dialogar, ser puente entre dos tiempos, el del analfabetismo y el del alfabeto (que son dos tiempos que coinciden y conviven), es parte de nuestra historia, y de nuestra victoria.

 

7.  La gran mayoría de los latinoamericanos, y en específico los mexicanos, le debemos algo o mucho a los maestros rurales. O bien porque nos dieron clase en el medio rural, en rancherías y poblados. O porque nos dieron clases ya cuando se acercaron a la periferia o llegaron al centro de la ciudad. Y cuando llegaron iban ya con otra visión del mundo muy completa, conociendo de las penurias y riquezas del campo, del respeto y valoración que se le tiene al maestro en esos lugares. Y que fue confidente, asesor, redactor de textos, cartas familiares o de amor, u oficios peticionarios y por lo tanto mecanógrafo de personas sencillas, humildes y de gran corazón.

8

Sí, claro, por supuesto, que viva el maestro rural. Y que realmente los gobernantes valoren el trabajo del maestro rural, factor de cambio real; y que lo dignifiquen en lo económico, y nunca se les ocurra atropellarlo, tocarle sus sacrificados bolsillos.

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