Las pequeñas cosas

 Las cosas sencillas

 

A veces  -o es muy común- no valoramos las cosas sencillas. De acuerdo a nuestro origen nos acostumbramos a muchas cosas en lo cotidiando. Lo que nos es común en el día a día. Y damos por sentado que todo es así. Y que nos merecemos más de lo que tenemos. Una casa (recuerde la que tuvo en la indancia), una escuela, padres, amigos, vecinos. Y en cada una de esas circunstancias hay una cantidad de pequeños detalles que van conformando nuestro conjunto de recuerdos. Puede sonar cursi (lo es), es como si fuera un cofre de recuerdos, el cual abrimos de vez en vez.

 

Y un recuerdo se encadena a otro. Y este a otro más, Hasta que volvemos el pensamiento al presente, al momento, que a veces es de prisa para atender lo cotidiano, lo urgente. Pero todos pensamos distinto. Y cada quien tiene sus propios afanes y anhelos. Y cada quien va en su ritmo.

Yo inmediatamente al salir de casa, vi el rocío en el pasto y hierba del frente de mi casa. Es un campo grande donde se juega futbol. De vez en cuando softbol. Decía que ví el rocío, y me acordé de Rocío, una compañera de secundaria, que iba un grado más que el mío. Platicamos poco, pero era encantadora. Nunca más la volví a ver. Pero guardo gratos recuerdos de su imagen, su risa, el tono de su voz. Nunca le dije nada de esto. Solo escribí en mis tenis su nombre. Un maestro lo leyó y sonrió. Me dijo: dichosa juventud. Yo tenía 14 años. Rocío15. El maestro unos 35 años. Ella me invitó a sus quince años. A nadie más de mi grupo. A pocos de el suyo. Y no fui.

Salgo a caminar como desde hace doce días. Es grato ir sintiendo el calor del cuerpo y luego el sudor. Llevo mi teléfono, activo la aplicación Caminar. Y va contando los pasos, el tiempo y la distancia. Me gusta observar a mi alrededor y tomo algunas fotos, que luego subo al muro de face. Ayer unos gatos. Es una camada de ocho que hurgan en la basura de su esquina. Uno amarillo entre siete pardos. Iempre les había querido tomar fotos, hasta ayer que parecía que tres estaban posando. Y hoy los ví, y apenas tomé de uno, que no quedó muy clara. Otra de las fotos es la de una flor tirada, como tantas, bajo el árbol que les dio origen y sentido. Me dio la idea que había cumplido su misión. Ser flor con el despliegue de su belleza, y finalmente caer para convertirse en polvo. Como todo ser vivo, como nosotros. Juventud divina, te vas para no volver, dice el poema.

En mi caminar (que no es muy largo, apenas de entre cuatro y seis kilómetros) recorro otras calles de mi colonia y de una colonia aledaña. Me asomo a los frentes de casa y a su dilección por flores de un tipo y otro. Tanto en un espacio fuera de la casa, como en sus patios. En algunas domina lo verde. Y en otras el colorido de las flores. En una de ellas siento el olor de la gardenia antes de psar junto a ella. Y recuerdo por supuesto la famos canción “Perfume de gardenia, tiene tu boca”. Que por cierto es un olor suave y dulce, como si te hablaran al oído, y se presintieran besos. O versos.

 Cuando he tenido oportunidad de caminar en el medio rural, he encontrado hermosas flores silvestres. De diversas formas y tamaños. Y siempre me queda grabada la imagen de belleza natural, la que nadie cuida y procura, pero que es la naturaleza que se impone. O los árboles imponentes que dominan como imagen, y que son referencia de lugar, grandes ceibas, y palos mulatos. 

Así como conocemos muchas imágenes de Japón en el cual se miran lindos paisajes de cerezos en flor, y que han inspirado a más de un poeta oriental o de otros lugares, así en Tabasco en abril y mayo florecen primero los macuilis, con un tono de color rosa, luego los guayacanes, con su floresta amarilla, y en otros momentos del año, la floración naranja del framboyán. En otros lugares es de admirar las avenidas con sus árboles de jacaranda. Y más de uno recuerda que bajo su fronda se tomaron una fotografía, cantaron una linda canción de amor, se tomaron la mano o algo más. 

El nopal es una planta de la que se dice que solamente cuando da tunas nos le acercamos. Hay de diversos tipos. Y ahora de vez en cuando me animo a cortar uno pequeñito para hacerlo crecer en mis espacios. Hoy fue de un tipo de nopal de esos que casi no tienen espinas. Pero tengo de los que sí, de espinas grandes, como a protgiéndose del depredador de lo verde.

Tomar un café es algo sencillo. Y sensible si es con amigos (o amigas). Sobretodo que siempre hay un hola, un cómo estás, un qué cuentas de nuevo. E inicia la charla que uno no quiere que termine.

Como en los sueños, como en la vida. El total se conforma con pequeños detalles, que en conjunto conforman la vida misma. Pero como andamos de prisa, a las carreras, entonces no nos asomamos a ellas, o casi.

 

Escuchemos con el alma y corazón, en la voz de Serrat o Violeta Parra:  “Uno se cree/ que las mató/el tiempo y la ausencia./ Pero su tren/vendió boleto/ de ida y vuelta./

Son aquellas pequeñas cosas,/ que nos dejó un tiempo de rosas
en un rincón,/ en un papel/o en un cajón.

Como un ladrón/te acechan detrás de la puerta./Te tienen tan/a su merced/ como hojas muertas/ que el viento arrastra allá o aquí,/ que te sonríen tristes y/ nos hacen que/lloremos cuando
nadie nos ve.”

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