Encender de día la lámpara de Diógenes

 De cínicos y otras cosas

 

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Si a usted, cuando pase frente a un grupo de personas, o en una discusión de esas interminables, le dicen o gritan cínico, de entrada no se enoje y menos espante. Puede ser que sus interlocutores sepan algo de la historia de la filosofía y reconocen en usted algunas características que lo identifican con ese grupo de filósofos a quienes denominaban precisamente Cínicos. Y que su origen se remonta a los años 400 y 300 antes de Cristo. Y entre sus prácticas que les caracterizaban era el de la sencillez, la habilidad para burlarse con base en sarcasmos e ironía, y sobretodo consideraban que todo lo superfluo no es importante para el individuo, y que somos parte de la naturaleza.

 

2.

En su uso actual la palabra cínico es una ofensa. Es decir si la pronuncia alguien que no sabe de la historia de la filosofía, efectivamente, está tratando más que de ofender, de definir a una persona como mentiroso, de los que prometen y no cumplen, de los que se burlan de todo, de los que no tienen palabra por cumplir. Entonces, si le dicen así, y usted está seguro que no es de esas personas, respire profundo, y siga su camino, para no meterse en pleito.

 

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Uno de los más conocidos de la escuela filosófica de los cínicos griegos es Diógenes de Sinope. Le apodaban El Perro, porque precisamente la palabra cínico eso significa. De él son muy conocidas varias anécdotas que se acercan más bien a la leyenda (parte verdad, parte mentira). Se dice que caminaba de día por las calles de Atenas con una lámpara encendida. Si de por sí la gente “normal” los considera locos (a los cínicos), más con esas aparentes extravagancias. De día con una lámpara encendida. De los que se burlaban de él, alguno se le acercaba y le preguntaba la razón de esa actitud, y este le respondía: “es que estoy tratando de encontrar a un hombre honrado en esta ciudad”.

 

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La honradez no es un valor muy popular y menos en su práctica, y menos aún, se dice, en la política. Hay una coincidencia total sobre persona honrada en el caso del uruguayo José Alberto “Pepe” Mujica Cordano, quien hace unos días se despidió de la política en sus apenas 85 años. Por dos razones: una por la vejez (“la política no es estar encerrado en las oficinas del partido, es hablar constantemente con personas”, tiene 85 años) y porque “tengo una alergia congénita que cuando salga la vacuna del bicho este, no me la voy a poder aplicar”,). Fue presidente de su país de 2010 al 2015. Su renuncia fue a la senaduría. Y su vida ha sido ejemplar. En el discurso que anoche vi en video se muestra agradecido por los “ánonimos” que con su voto decidieron ponerlo en esos lugares de representación. Además dijo con claridad sobre la biología que se impone: “hay momentos para llegar y hay momentos para irse”, en referencia a su edad. Y da un consejo a los jóvenes: “triunfar en la vida no es ganar; sino levantarse después de caer y empezar de nuevo”. Antes había dicho que desde hace muchos años “no cultiva el odio”.

Por cierto hay un documental en Nestflix que fue dirigido por el serbio Emir Kusturica, que se llama precisamente El Pepe; una vida suprema.

 

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Otra de las anécdotas que se cuentan de Diógenes es que se paraba frente a un mercado y se reía estrepitosamente. Los que estaban cerca le preguntaban la razón de su risa. Su respuesta: “me da risa ver tanta mercancía que no necesito”. Y otra mas cuando Carlomagno se entera que era un filósofo importante y que vivía en la calle, fue de mañana a visitarlo, parándose frente a él y preguntarle sobre qué podía hacer por él. Y dicen que Diógenes le respondió: “lo único es que te hagas a un lado para que me dé suficiente la luz del sol”.

 

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Y bien, aquí le dejo por ahora. Es sábado. He tomado un café. Me preparo otro. Temprano fui a caminar. No mucho, pero algo es algo. 6.5 km, como ayer. Amaneció nublado. Me gustó la frase de Mujica en su despedida de la senaduría y la política. “En mi parcela, desde hace años no siembro odios. Es tan fuerte el odio como el amor, solo que el amor construye, y el odio destruye, estupidiza”. Coincido plenamente con él. Y creo que muchas personas coinciden también. Uno cree tener razones para odiar a personas que han buscado nuestro daño. Sin embargo desde hace unos 25 años leí que el odio es un veneno que queremos aplicarlo a otras personas, pero sin darnos cuenta nos lo aplicamos a nosotros mismos, y la otra persona ni se entera, ni sabe. 

 

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Sería bueno tener una lámpara como la de Diógenes, y sacarla y encenderla sobretodo ahora que nos acercamos al tiempo de las ofertas y campañas políticas. 

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