Computadoras, clases en linea y redes

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Hay una expresión que siempre me ha llamado la atención: “prepárate, para que cuando llegue la oportunidad estés listo, y que no sea al revés: que llegue la oportunidad y no estés preparado”. Se la escuché a Fito Cupil, un amigo maestro de telesecundaria. Y viene al caso porque cuando me nombraron en 1995 director de La Verdad del Sureste, diario de Villahermosa, yo no sabía nada de computadoras y el trabajo de redacción y corrección ya se hacía precisamente en cinco computadoras que tenía el diario. Saludos a todos los guerreros que han trabajado y trabajan en ese modesto e importante diario. Al nombrarme, inmediatamente fui a un lugar donde vendían, algo así como Equipos del futuro en el Sureste. “Deme un equipo de cómputo”, dije con mucha seguridad. “¿De qué capacidad?”, me respondió un ingeniero en esos temas. Yo no sabía nada de eso. Me dijo: “Tengo de las de más alta capacidad: 512 Mb. Esta nunca la va a llenar de archivos”, me dijo muy seguro del futuro de las computadoras. Esa le compré con la “seguridad” que me iba a durar de por vida: “nunca la va usted a llenar de archivos…”, recordé a los dos años. 

 

2.

“Yo se la llevo a su casa”, agregó. Y sí. A la media hora estaba el ingeniero instalando la computadora en mi casa. Me dio una capacitación de media hora. Yo ya quería que se fuera para enfrentarme con ese monstruo científico de la más alta capacidad del disco duro. Se fue. Y yo no sabía ni donde estaba el famoso botón On-Off. Pero bueno, no soy tan torpe, y a los cinco minutos ya se lo había encontrado, y ya tenía en mi casa una computadora. Era el año de 1995. Ya abrí unas Windows. Y en el mismo día ya lograba yo entrar a un programa de pantalla negra y letras naranja o blancas de nombre MS2. Y escribir, guardar, copiar y pegar. Lo aprendí la misma tarde. Así que ya no me fue tan difícil mi conversión de analfabeta digital a principiante en el aprendizaje de un lenguaje que se apoderó en pocos años del lenguaje habitual en los trabajos escolares y de oficina.

 

3.

Me di cuenta por ejemplo que los equipos de cómputo no se rompen fácilmente, a menos que se caigan, o que les pegues con piedra o martillo. Que los niños lo pueden prender fácilmente y entrar a juegos, lo que cualquier niño de 5 meses casi sin exagerar ya lo puede hacer. Luego aprendí los términos de nativo digital y migrante digital. Como si fuera el nacimiento del mundo, iban apareciendo nuevas palabras para nombrar algo que no existía o que se utilizaba en otro sentido. Bite, hardwere, softwere, mouse, nube, gigas.

 

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Aún no había internet (1995). O no estaba en uso del pueblo. Antes de ese año yo escribía mi artículo en casa, mecanografiado. Lo llevaba a la redacción del diario donde yo colaboraba. Había un capturista que se comía algunas letras, palabras o hasta párrafos. Pero en eses días ya estaba en uso el “fax”. Así que me compré un fax. La tecnología en su desarrollo. Desde mi casa iba pasando las hojas que se transmitían y aparecían impresas en el fax receptor del diario. Luego sucedió lo de la compra de computadora que les contaba al inicio.

 

5.

Una vez estando en una gran tienda de Michigan EEUU, en el año 2003, había computadoras y procesadores de palabras. El dinero no me alcanzaba para una computadora. La primera que compré posteriormente fue con un préstamo del ISSET (dependencia local de prestaciones para los trabajadores del estado), cuando nos daban de préstamo seis meses de nuestro salario. Total que esa vez solo me compré un procesador de palabras. Que era como una máquina de escribir, pero tenía una pantallita de 5 por 3 cms. Ya se podía corregir en pantalla y usaba unos discos blandos cuyo nombre he olvidado. La marca era Brother. Y como su nombre lo indica era el incipiente antecesor de la computadora, y servía solo para escribir y guardar palabras. Ah, con esa misma podía imprimir. 

 

6.

Con el internet todo cambió. Seguramente hasta nuestros cerebro ha tenido cambios. Cambios por supuesto previstos por los genios que controlan el mundo (otro día escribiré sobre la teoría conspiracional). Bueno, ahora recuerdo de que de niño leía que en un futuro aún lejano se iba a pagar con tarjetas de pl´stico, lo cual a esa tierna infancia (por decirlo de esa manera) me parecía literalmente imposible, pero por si las dudas empecé a juntar plásticos, previendo el futuro. Luego un maestro de la secundaria me explicó que quizá fuera posible, pero había que tener dinero en el banco. Entonces tiré todo el plástico que tenía, como tres costales llenos de botellas y bolsas de plástico.

 

7. Ahora que por la pandemia las clases se efectúan en una interacción sui generis entre maestros y alumnos, se complica el asunto si pensamos que todo debe ser a través de computadoras e internet. Sobretodo si se reflexiona que el neoliberalismo impuesto desde 1982 se ha generado una cantidad tal de pobreza, que mas menos un 50 por ciento de familias viven en pobreza fiera. Esa que muerde el estómago con los colmillos del hambre. Por eso nuestros maestros, tanto de la periferia, centro, o del medio rural, deberán estar conscientes (lo mismo y con mayor razón las autoridades) que se hará lo que se pueda, con lo que se pueda, con lo que se tenga. Y se comprenderá a los alumnos que no tienen herramientas tecnológicas para llevar sus clases o dicha interacción en línea. Y buscar otras alternativas. Estoy plenamente seguro que la creatividad e imaginación de los maestros así lo están haciendo. Pero que nunca y por ningún motivo se humille a dichos alumnos. Los que muy apenas tienen en su casa para medio comer. 

 

8.

Ahora bien, en este proceso de aprendizaje en el que está inmersa toda la sociedad, me permito comentar que he visto trabajos de alumnos y maestros, videos, grabaciones, exposiciones, clases, de muy alta calidad. 

Mientras tanto cuidémonos para que las sombras de la muerte a causa de la pandemia no llegue a nuestros hogares. 

Suena tétrico, pero así es la realidad del 2020.

(Continuará) 

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